Las fauces de las nubes engullen a la luna. La rodean poco a poco, tendiéndole
un manto de pálida frescura; la seducen con su baile siniestro; cada uno de sus
pasos, un muñón desgarrado. La luna grita en silencio que la abracen. Pero ya
los dientes blancos muerden su carne de fantasma. Nadie oye su alarido cuando
es borrada del cielo como una mancha triste.
Las nubes siguen su tenebroso camino; la luz que han robado no cabe en su
seno. Pero en mi memoria sigue viviendo aquella luna que pedía clemencia a los
pies del firmamento, sin que nadie la oyera. Y en mi corazón persiste una
sombra de aquella luz que fue arrancada. La recordaré cuando las estrellas se
cansen de brillar y cuando el sol proteste porque la noche no le llama. Entonces
el cadáver de la luna emergerá de mi interior y encontrará su sitio por encima
de los muertos y los vivos.
La luna: majestuosa y misteriosa, desde el cielo ilumina a los grandes poetas.
ResponderEliminarSaludos.
Muy interesante, muy buena dosificación de imágenes, fuertes y contundentes, es casi poético.
ResponderEliminar¿La foto es anterior o posterior al texto? Saludos CArlos
La luna siempre me atrae, sobre todo cuando está llena y es como el ojo brillante de la noche. El texto es anterior, surgió a partir de la imagen de una bella combinación de la luna y las nubes que contemplé la semana pasada.
ResponderEliminar¡Saludos y gracias por vuestros comentarios!
Me embrujaste con este relato!!Me parece increible la forma de brotar tus palabras con tan solo mirar la luna...increible!!!Enhorabuena!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarGracias, midala. En cierta forma, sentí que era la luna quien me susurraba esas palabras, que estaba moviéndose y hablándome solo a mí en la noche misteriosa.
ResponderEliminarUn abrazo