De nuevo rescaté mi teléfono del bolsillo y llamé a
casa. Si internet funcionaba, estaría allí en menos de quince minutos. A
diferencia de lo que ocurría en los bares, siempre tenía algo que hacer en la
red.
-Hola, mamá. Estoy en un descanso de clase y me
duele un poco la cabeza. Un amigo me ha ofrecido unas pastillas pero no sabemos
seguro cuál va mejor. ¿Podrías decirle a mi padre que lo busque en internet? Es
que aquí no funciona.
-Tu padre no está, ha salido a lavar el coche. Creo
que ha dejado el ordenador encendido, ya te lo miro yo… Dice que no puede
mostrar la página.
-¿No funciona tampoco?
-Eso creo. Ya sabes que yo esto no lo manejo
demasiado. ¿Te duele mucho?
-No te preocupes, no es grave.
-Pero mira que lo tienes que buscar todo, no sé qué
harías sin internet. Pídele un Nolotil o un Ibuprofeno que te sentará bien.
-Vale, mamá. Hasta luego.
Si mi madre no había cometido ningún error, se
trataba de una avería general. Comenté a mis colegas que en mi casa también se
había perdido la conexión. Fue un error porque era justo lo que necesitaban
para encorajinarse y jugar diez partidas más. En las últimas me uní a ellos de
puro aburrimiento. Mi desconocimiento de la mayoría de reglas y la tendencia de
mi cerebro a vagar por confines remotos cuando participo en algo que no me interesa
contribuyeron por igual a que desempeñara un papel desastroso. Fue una de las
tardes más soporíferas e irritantes que recuerdo. Cuando llegué a casa a las
ocho de la tarde no me quedaban uñas por morder; incluso me había arrancado un
pedazo de carne del pulgar, que goteaba sangre a intervalos irregulares.
Como de costumbre, mi madre vegetaba junto al
televisor. Mi padre aún no había llegado y esto era motivo más que suficiente
para irritarla. No tardé en encerrarme en mi habitación. Desde ella podía
trasladarme hasta los rincones más lejanos gracias a los servicios ofrecidos
por las que todavía llaman “nuevas tecnologías”. No necesitaba espacio físico
para ensanchar mi imaginación mientras dispusiera de internet. Encendí el
portátil con la esperanza de que se hubiese recuperado. A buen seguro habría
recibido en las últimas horas varios e-mails importantes. Estaba suscrito a
diferentes listas que me mantenían informado de cualquier noticia en el campo
del marketing online. Además, a las diez quería asistir a una videoconferencia en la
que un experto iba a explicar algunas claves de su éxito. La bromita de la
desconexión ya había durado demasiado.
Me senté en mi escritorio de madera, conecté el
ratón y tecleé la contraseña lo más rápido que pude. Una gota de sangre cayó
con paciencia desde mi pulgar derecho hasta posarse en la letra R. Presioné el
icono del navegador y me incliné hacia la pantalla, ávido. Nada: no se puede
mostrar la página web. La ansiedad se apoderó de mí. Reinicié el ordenador,
introduje un módem USB, reconfiguré la red inalámbrica, probé con la tableta,
con el móvil, con oraciones a diferentes deidades. Todo fue inútil.
Me tumbé en la cama con la cabeza en el lugar de los
pies. Las paredes blancas se me achicaron. Creo que fui consciente por primera
de las reducidas dimensiones de mi habitación, la más pequeña de la casa: ocho
metros cuadrados en los que se amontonaban sin demasiado orden enchufes,
baterías, cascos, cargadores, videojuegos, reproductores, aparatos… un pequeño
jardín tecnológico en buena medida desfasado.
Mi madre abrió la puerta para preguntarme qué quería
cenar.
-Me da igual —dije sin ocultar mi malhumor.
-¿Qué te pasa, Ricardo? ¿Aún te duele la cabeza?
-Se ha caído la maldita conexión a internet.
Lo dije en el mismo tono que habría empleado para
anunciar la muerte de un familiar próximo. Por supuesto, mi madre no podía
comprender la gravedad de la situación, y yo no tenía las menores ganas de
explicárselo. Pero la atmósfera de mi cuarto se estaba volviendo tan deprimente
que decidí sentarme junto a ella en el sofá de la sala de estar. Supuse que mi
madre debía de sentir la misma incomprensión ante mis largas horas frente al
ordenador que yo sentía al verla mirando sus programas televisivos. ¿Qué
interés contiene un aparato que solo permite mirar, sin añadir nada de tu
propia creación? Es como reflejarse en el espejo de un desconocido tratando de
distinguir tu sombra desdibujada entre los cristales rotos. Si mi madre me
hubiera hablado en ese instante, con mi espalda apoyada en la piel marrón del
sofá y mi vista ciega y ausente en la pantalla, tal vez no hubiera reconocido
su voz de entre los concursantes.
El programa se interrumpió para dar paso a un
especial informativo. El rostro del presentador parecía aún más sombrío que
cuando anunciaba trágicos atentados o fatales accidentes. La noticia que
contaba no era para menos: se había desencadenado una desconexión mundial.
“Se barajan diversas hipótesis que explicarían el
colapso de la red. Según algunos expertos, la sobredosis de información podría
ser el causante de la caída de todo el sistema. También se especula con un
sabotaje de piratas informáticos a los principales proveedores de internet. En
cualquier caso la policía, el ejército y los servicios de inteligencia de todo
el mundo están trabajando con el objetivo de recuperar cuanto antes la
conexión. Desde el gobierno se ha querido lanzar un mensaje de calma a los
ciudadanos, con el convencimiento de que se trata de una crisis pasajera y de
que en pocas horas se recuperará la normalidad.”
Por supuesto que continuaria...hay intriga..y como te dije..es facil meterse en el personaje...por otro lado la lectura es amena y de facil comprensipn....mi apoyo lo tienes..sigue hacia adelante escritor...besos
ResponderEliminarGracias por tu apoyo, Paqui. Es poco lo que he publicado pero quizá os podéis hacer una idea de por dónde voy. Ya llevo unas sesenta páginas, pero todavía no estoy seguro de cómo terminará la historia. Espero descubrirlo pronto.
ResponderEliminar¡Besos!
Vine a felicitarle por su libro y me quede conectado, hasta saber como ternmina la desconexión, seguiré volviendo. Abrazos y le reitero mis felicitaciones por el libro.
ResponderEliminarGracias por tu interés, Garla, aunque debo reconocer que ni yo mismo sé en qué acabará toda esta historia. Mientras la voy madurando cambiaré el contenido de las próximas publicaciones.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y enhorabuena también por tu excelente blog.
Buenas,
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