2012 termina. Para bien o
para mal, los recuerdos atesorados a lo largo del año, las vivencias y los
padecimientos que nos sacudieron ya forman parte del pasado, esa construcción
de la memoria que, sin importar los añadidos ficcionales que contenga, conforma
nuestra identidad. Es el momento de mirar hacia el futuro, esa otra
construcción que solo existe en la medida en que nos da por creer en ella. Los
sueños se transformarán, las expectativas se volverán humo, piedra o realidad, se empezará
a hablar de la desaceleración de la crisis económica, de las perspectivas de
crecimiento inverso, del paro de la prima. La política seguirá siendo un asco,
los medios de comunicación pretenderán fabricar cada semana acontecimientos
históricos, reuniones decisivas, palabras salvadoras.
Habrá otras cosas que
cambien, sin duda. No soy de los que piensan que la historia se repite, a menos
que se simplifiquen drásticamente sus contextos. Y algunos cambios serán para mejor.
Que cada cual haga su lista de deseos. Quien puede ser un poco solidario, que
lo sea. Yo me limito a pediros que el año que viene sigáis leyendo las
historias que tengo para contaros. Porque la vida del blog la determinan sus
visitantes, esas personas que están al otro lado de la pantalla y que le recuerdan a uno que la escritura es algo más que una actividad solitaria.
No os cortéis a la hora de
publicar una crítica o una sugerencia. Si os parece que vale la pena lo que
escribo, compartidlo con vuestros contactos. Porque este espacio evoluciona con
cada lectura, con el beso o la bofetada de cada comentario, con vuestra
paciencia, indulgencia e interés. Gracias a todos por haber contribuido al
crecimiento del blog a lo largo del año que termina. Sois mucho más que un
número que registra el contador de visitas. Sois quienes descubrís mis aciertos
y mis fallos, sois, en suma, los co-autores del blog. Espero que sigamos construyendo juntos este edificio de palabras, que son el material más perdurable que atestigua la existencia del ser humano.
Feliz 2013