viernes, 15 de febrero de 2013

Hablemos de libros

En esta entrada me gustaría que comentarais vuestros gustos de lectura. ¿Preferís a los autores clásicos o a los contemporáneos? ¿Os apasionan las novelas o los relatos breves? ¿Tenéis algún género favorito? Si también se os ha inyectado el dulce veneno de la escritura, ¿quiénes os sirven como referencia sin opacar vuestra creatividad? 
 
Son preguntas cuyas respuestas no están claras en mi caso, ya que procuro que mis influencias sean eclécticas. Recuerdo que cuando empecé a escribir solía imitar el estilo del autor que estaba leyendo en ese momento, lo que no es, desde luego, una práctica recomendable. Ahora me gusta leer variado, desde poemas hasta ensayos incluyendo todos los ropajes de la ficción. Me apasionan los clásicos, son una apuesta segura. Novelas como Los Miserables, Crimen y Castigo, El lobo estepario, cualquier obra de Shakespeare o relato de Borges me inspiran a la vez que provocan mi admiración. En cambio no suelen seducirme los best seller, a los que encuentro repetitivos y simplones (con salvedades y sin prejuicios, ni hacia los libros ni hacia sus lectores que tienen todo el derecho a ser entretenidos por sus sagas y sus tramas llenas de acción).  
 
Pero me parecería un error limitarse a los clásicos y cerrar los ojos a las nuevas hornadas de autores, cuyo estilo es quizá menos sublime pero más acorde con los tiempos que vivimos. Dado que ellos no poseen el respaldo de los años que han dado esplendor a las obras de sus “mayores”, y puesto que la crítica tradicional se halla en crisis, estoy más que abierto a vuestras sugerencias de lectura.     
 
Se le atribuye a Bob Dylan la afirmación de que solo existe una canción y que todo lo demás son versiones. Tal vez podría decirse de igual modo que solo existe un libro universal, pero por fortuna las maneras de leer son infinitas. ¿Cuál es la tuya?
  

viernes, 8 de febrero de 2013

Wind of Change: música y mensaje

 
 
Hoy os voy a hablar un poco de música. Decía Nietzsche que, sin ella, “la vida sería un error”. Bien podemos decir que se trata del arte más universal, como afirmaba en este poema que publiqué en noviembre de 2011: http://cgamissans.blogspot.com.es/2011/11/escucha.html
 

Las conexiones entre la literatura y la música son, por otro lado, incontables. También en la escena del rock and roll (basten algunos ejemplos). Son miles las canciones imperdibles que forman parte de nuestro patrimonio cultural. Pero como no se puede hablar de todas, he escogido Wind of Change del grupo alemán Scorpions. Aunque se trata de una banda de hard rock, esta canción tiene un claro componente sinfónico, en especial en la versión que adjunto, que fue interpretada junto a la Orquesta Filarmónica de Berlín:

 
 
 
 

Los motivos por los que Wind of Change me parece una obra tan especial son numerosos. Podría hablar de la riqueza de matices que proporcionan los instrumentos, de su feliz protagonismo compartido y la armonía que emana el conjunto, de la bella combinación de forma y fondo o de la pasión con que canta Klaus Meine, su compositor. Pero destaco el estado de ánimo que genera entre quienes la escuchan. Los silbidos del vocalista generan una energía nueva, una esperanza en que el mundo se convierta en un lugar más habitable donde todos seamos hermanos, como dice la letra llena de poéticas reminiscencias.
Wind of Change fue compuesta en 1990, poco después de que cayera el muro de Berlín que mantuvo el mundo bipolarizado durante décadas de temores gélidos, de conflictos que amenazaban con provocar una conflagración global. En su empeño porque Wind of Change no conociera fronteras, Klaus Meine la cantó en ruso y en castellano. Su éxito fue inmediato en muchos países (número uno indiscutible en Europa en 1991 y número 4 en Estados Unidos), demostrando que la música popular puede alcanzar la categoría de obra intemporal.
 
El mensaje de la canción caló tan fuerte que, más de treinta años después, la banda aún en activo la interpreta en cada concierto. Porque, por desgracia, los vientos de cambio presagiados por Meine no consiguieron despejar todas las amenazas para la paz  en el mundo. Pero su música no ha perdido la magia de incitarnos a soñar.

 
Es una pena que entre los grupos actuales no abunden los músicos comprometidos, para los que subirse al escenario y tocar un instrumento significa algo más que producir un sonido y recibir unos cuantos billetes. Y eso que les sobran motivos para mostrar su furia reivindicativa: la injusta crisis económica, la corrupción política, el paro incontenible y tantas otras desgracias que nos azotan. Aunque quizá el problema no sea de los músicos sino de su público. Antes le dábamos un significado a letras y melodías, nos sacudían por dentro, nos incitaban a la fantasía y a la acción. Ahora parece que nos hemos dejado arrastrar por la abulia, como si los vientos de cambio ya no pudieran alcanzarnos.
¿La música será importante para la gente del siglo XXI o se convertirá en un inevitable ruido de fondo al que nadie presta demasiada atención? Yo sigo creyendo en la veracidad de la sentencia de Nietzsche, pero en estos tiempos es difícil saber cuándo te quedas anticuado. En fin, ¿qué opinas de todo esto? ¿Qué canciones te han inspirado a lo largo de tu vida? ¿Es aún la música un motor de cambio social?