viernes, 2 de noviembre de 2018

Sueños de escritor

Su vida no era un sueño, ni soñaba la vida, ni cumplía sus sueños. Pero estos se convirtieron en su trabajo y en su sustento. La primera vez que tuvo un sueño literario era un joven preocupado por el futuro. Al despertarse recordaba hasta el más ínfimo detalle de las aventuras de Adolfo el Roncador, un personaje cuyos ronquidos agrietaban las barreras del tiempo y lo trasladaban a una nueva dimensión. La historia lo había emocionado tanto que no pudo resistir el impulso de escribirla nada más levantarse de la cama, antes de que se le olvidaran los detalles. 

Pocos años después, la novela de Adolfo el Roncador ganó un premio literario y alcanzó enorme popularidad. Concedió numerosas entrevistas, pero jamás reveló su secreto. Hablaba de una inspiración misteriosa que le susurraba en los momentos más imprevistos. Insistía en la importancia del trabajo diario y la lectura voraz. Nunca pensó en otorgarle mérito alguno a sus ensoñaciones. Al fin y al cabo le pertenecían; podía explotarlas hasta la extenuación. 

Al principio los sueños no protestaron. Siguieron emergiendo de ellos personajes e historias capaces de fascinar al lector. En la editorial se frotaban las manos con el éxito que tendría la saga de Adolfo el Roncador, e incluso una productora se interesó en llevar su obra a la gran pantalla. El joven escribía unas horas por la mañana y consagraba el resto del día al ocio. 

Pero, justo cuando su nuevo libro llegaba al clímax, notó que los sueños se volvían cada vez más difusos. Le costaba mucho recordarlos, olvidaba escenas decisivas y confundía el papel de los personajes. El estrés lo agarrotó y el insomnio se convirtió en su tortura. Dormía poco y no soñaba nada. 


Por fin había despertado. 



Lee los demás relatos de mi nuevo libro Entrecuentos aquí

lunes, 17 de septiembre de 2018

¡Ya disponible mi libro de relatos "Entrecuentos"!

¡Ya está a la venta mi libro de relatos Entrecuentos! Los que prefieran el formato digital pueden hacerse con él a un precio de 2,99€ aquí; quienes opten por el papel,  lo tienen a un precio inferior a 9€ en este otro enlace. El ebook se puede leer en cualquier dispositivo solicitado, sea PC, móvil, tablet o e-reader. En cuanto al libro de tapa dura, Amazon lo enviará en pocos días al domicilio del comprador. He quedado bastante satisfecho con el resultado de la edición. La imagen que muestro corresponde al ejemplar de prueba que encargué, pero la única diferencia respecto al que está a la venta es que desaparece la banda que indica, precisamente, que se trata de un ejemplar de prueba no comercializable. 

Entrecuentos contiene 29 relatos cortos, como si de entremeses literarios se tratasen. Se leen con rapidez gracias a su brevedad, pero poseen muy variados sabores, ya que abordan temáticas y estilos distintos. Tienen cabida, desde la fantasía y la ciencia ficción, hasta las contradicciones propias de la sociedad contemporánea o el mundo de los sueños.

La obra fue premiada por el jurado del I Premio Jóvenes Creadores Aragoneses 2017. Estoy muy ilusionado con su lanzamiento y también expectante por recibir las primeras críticas de los lectores. Hacía muchos años que no publicaba un libro de cuentos, aunque es un género que nunca he abandonado del todo. La práctica me ha ido curtiendo poco a poco, pero el relato perfecto sigue siendo imposible de escribir. ¿Cuál es tu favorito?  

  


martes, 24 de julio de 2018

Ruido


Es imposible pensar con tanto ruido. La ciudad nos ha acostumbrado al constante rumor de fondo: otra forma de respirar, que ahoga. La infinidad de matices que perdemos por causa de este rumor no podrá recuperarse nunca. Contaminación mental. Cultura del barullo. Rendición del pensamiento.

A veces no queda más remedio que ondear la siniestra bandera blanca y dejar que, como autómatas, nos guíe la rutina. Cuesta tanto desprenderse de ella como de la propia piel, o del ego. La necesitamos como única brújula del mundo contemporáneo. Nos agarramos a la rutina para no caer al vacío como una prenda mal tendida en un soplo de viento. 

Mientras otros buscan la casa de sus sueños, yo sueño con la palabra de mi vida. 

Cuando desertar del móvil es la única victoria posible, hemos perdido todas las batallas.

Entender tu mirada es tan difícil como describir el cuerpo de una mujer embarazada.

Y cuando parece que las palabras empiezan a escribirse solas, y han encontrado al fin el ritmo del silencio, se apaga la última estrella y la noche pone punto final al texto.

martes, 29 de mayo de 2018

Consumir


Consumir es consumirse, consumar el desastre. Un planeta que celebra su propia destrucción, devorándose a sí mismo en bocados lentos. Delectación masoquista. Dinero para hoy, hambre para mañana. Oasis que se convierte en espejismo a corto plazo. Picar el anzuelo del hombre contra el hombre. Un futuro que se marchita rápido, las últimas primaveras desembocando en el invierno definitivo. Darse cuenta solo para repetir los errores. Autocrítica fina como arena del desierto al que nos dirigimos. Golpes al aire contra el huracán que se aproxima. 


Una batalla desigual, como la del conocimiento frente a la ignorancia. Una lucha que se sostiene a sabiendas de la inevitable derrota, solo para posponerla al siguiente capítulo, con la esperanza de no vivir lo suficiente para morir en el desastre. Un porvenir de luces y colores sumergidas en pozos subterráneos. Una nueva especie recoge los fragmentos de la civilización perdida y los estudia con curiosidad de entomólogo. La estupidez del pasado como débil salvaguarda del eterno retorno.

La muerte éramos nosotros.    

miércoles, 10 de enero de 2018

La inteligencia humana



Quiero vivir en el espacio entre las palabras,
donde algo empieza y algo acaba;
donde el viejo significado se niega a renunciar a su esencia
y el nuevo todavía no tiene nombre,
y es solo el soplo de un eco.

No cejo en el empeño de bailar en el abismo, sin atreverme a dar un paso en falso, con miedo atroz a la caída, y aún más a la parálisis. Quizá deba negarme, por razones humanitarias, a una existencia plácida que se parezca a la felicidad. Prefiero vivir en un espejismo. Nunca me ha gustado el suelo donde piso e intuyo, sin embargo, que es todo lo que existe. Deshago las raíces familiares como un nudo de papel y, en el momento de lanzarlas, quedan atadas a mis manos. Cada rosa de mis antepasados afila sus espinas; temo que la genética de la guadaña se tome conmigo su venganza.

Quizá el temor a la predestinación es solo una excusa para camuflar mi falta de voluntad. No veo los obstáculos, pero sé que están ahí y voy a chocar con cada uno de ellos. 

¡Cuánta energía despilfarrada en busca de la felicidad suprema! ¿No sería más sensato admitir que solo estamos de paso y renunciar a toda absurda pretensión de trascendencia? Filosofía, religión… ¡son las peores pseudo-ciencias!

Abracé el existencialismo por un tiempo; ahora veo que no es más que un complejo autoengaño: solipsismo enmascarado. 

Empecé escribiendo un poema y he terminado lanzando una fútil diatriba contra el mundo, vulgares pétalos de dianas. Todos los disparos son siempre contra uno mismo. El tiempo es el mejor chaleco antibalas.

Deprimirse es un embarazo extraño, abortar una necesidad incurable.

La inteligencia es la verdadera arma de destrucción masiva. Los humanos la hemos recibido como un don maldito, aplicado en sus peores dosis. Inteligencia modesta, que solo aporta una débil comprensión del entorno, y aún más débil de uno mismo. La suficiente, sin embargo, para que se nos vaya de las manos. Somos esclavos de sus desatinadas ocurrencias, incapaces de controlar sus desmanes y su constante flujo de idioteces. Quizá la inteligencia humana solo sea una sabia herramienta de la naturaleza para extinguirnos.