jueves, 31 de diciembre de 2015

¡Feliz 2016!

Termina un año que ha sido muy provechoso para mí, tanto en lo personal como en en la faceta literaria. Siempre recordaré 2015 como el año en que hice por primera vez varias de las cosas que caracterizan la vida pública de los escritores: presentar su obra, firmar ejemplares en la Feria del Libro y realizar diversos actos de promoción.

Estoy muy satisfecho con la decisión que tomé (no exenta de riesgo) de publicar mi primera novela, Desconexión, a través de Amazon, tanto en formato digital como en papel. Ello implicaba responsabilizarse de la edición, la maquetación y el plan de marketing, como si la escritura en sí no fuese suficiente epopeya. Por fortuna he contado con la ayuda desinteresada de varias personas sin las cuales el resultado final, tanto en su continente como en su contenido, hubiera resultado menos convincente, por lo que me siento muy agradecido. 


La autopublicación me ha abierto puertas inesperadas. Agencia Autores decidió apostar por Desconexión y hemos acordado un contrato de representación, por lo que a partir de ahora tendré mayores posibilidades de colocar mis obras en las librerías más importantes. De hecho, está previsto que mi primera novela se reedite próximamente en la editorial Librando Mundos (espero confirmar pronto la fecha), por lo que tendrá una nueva oportunidad de llegar a los lectores.      

Sin embargo, mi ambición creativa se haya volcada en una nueva obra, bautizada (aún no de forma definitiva) como Duermevela. Se trata de una novela algo más breve que Desconexión, con temática diferente y una estructura más compleja en la que he ensayado recursos literarios con los que hasta ahora no me sentía cómodo. Después de una necesaria pausa, voy a empezar muy pronto a revisar el texto para presentarlo a la agencia en los próximos meses. Si queréis leer algunos fragmentos os invito a ver estas entradas:

En cuanto al blog, reconozco que me está costando mantener el ritmo de actualizaciones de otros años, con entradas semanales o quincenales. Pero mi intención es seguir manteniendo vivo este canal, ya que he comprobado que, si bien los comentarios se han reducido, el número de visitas se mantiene o incluso se incrementa. Como petición para el año entrante os pido a esos lectores silenciosos que me dejen un comentario de vez en cuando, que siempre anima saber que hay alguien al otro lado de la pantalla.


¡Feliz 2016 a todos!   

jueves, 26 de noviembre de 2015

La Villa de los Artistas


Imagine un pueblo donde todos sus habitantes consagran su tiempo a la creación artística. No hay panaderos, carpinteros, policías, médicos ni abogados: solo pintores, escritores, músicos, escultores, fotógrafos, cineastas… Ese lugar ya existe, por desgracia, y lo han bautizado La Villa de los Artistas. Está situado en lo alto de una montaña a la que se accede a través de una carretera sinuosa, llena de desagradables sorpresas. Fragmentos de esculturas fallidas, cámaras rotas, manuscritos abandonados y pinturas rasgadas son solo algunos de los obstáculos que deberá esquivar el visitante bajo su propio riesgo, si pretende llegar hasta él.

Un decreto del gobierno ha limitado su población a cien selectas personalidades. Pero se bastan y se sobran para extender el caos. En La Villa de los Artistas es frecuente, por ejemplo, toparse con poetas ebrios que recitan sus poemas a farolas, hierbas o pedruscos, sin importar el horario. A pesar de los confortables hoteles que han instalado las cadenas para aprovechar el empujón turístico generado por sus propias campañas de marketing, dormir es casi imposible. Los músicos ensayan noche y día composiciones y conceptos melódicos que apenas resultan soportables para el oído humano. Aunque consiga abstraerse del sonido indescriptible que producen sus extraños instrumentos, probablemente tampoco conciliará el sueño. A la calidez de su habitación llegarán los gritos de artistas que ponen su mayor empeño en denigrar las obras de sus colegas con los más humillantes calificativos, en especial si se dedican a la misma disciplina.

Tampoco debería sorprenderle que estallen trifulcas en las calles, pues el carácter caprichoso de los artistas y la dimensión astronómica de su ego son de sobra conocidos. Para que no mueran de hambre, enfermedad o se maten entre ellos, las cadenas hoteleras han encargado a doscientos empleados la tarea de cuidarles. Se hallan desbordados por completo; los más tenaces han pedido refuerzos y una duplicación del salario, pero la mayoría del personal se encuentra recibiendo terapia psicológica.

Los artistas no son conscientes de que los desastres que causan están a punto de terminar con la paciencia de los promotores turísticos. Han intentado lanzarles varios avisos, pero la comunicación ha resultado imposible, ya que sus actividades creativas y destructivas les mantienen enteramente ocupados. Por favor, si pese a mis advertencias decide dejarse caer por el poblado, ármese de altavoces y procure elevarse sobre la batahola. Intente convencerles al menos de que no insulten a los visitantes ni les tiren objetos, ya que su intermitente curiosidad constituye su único sustento. 

Al parecer detestan a los turistas porque no aplauden de manera unánime sus obras revolucionarias: libros con cada palabra escrita en un idioma diferente, esculturas invisibles talladas en el éter, películas cuyo argumento consiste en grabarles por sorpresa y sin su beneplácito… Si alguien se atreve a preguntar el sentido o la intención de su propuesta, que se prepare a recibir un rapapolvo o a sufrir el más despreciativo de los silencios (eso si no tiene un mal día el genio de turno).

Ya hace tiempo que me convencí de que este proyecto era un monumental error. Pero tal vez los políticos conforman el único gremio cuya testarudez rivaliza con el de los artistas. Después de una semana, los albergues que habilitamos para que se alojaran durante el experimento se hallan en estado de descomposición. Los cuidadores localizan camas, baños y muebles en los lugares más inverosímiles, por ejemplo en el tejado o bloqueando la salida de un albergue enemigo. La basura se acumula en las calles, proliferan los incendios y el museo que debía acoger la exposición con sus mejores trabajos se ha convertido en un campo de batalla: han arrancado la puerta, roto las ventanas y golpeado la fachada con todos los materiales que les ha provisto el entorno y su desbocado ingenio.

Tan solo el dueño del bar, que ha tenido que reaprovisionarse de bebidas alcohólicas, se está lucrando. Las pérdidas económicas son ingentes y los beneficios culturales, más que dudosos. Tal vez de este maremágnum podríamos rescatar obras valiosas, ¿pero quién osará juzgarlas con un mínimo de criterio mientras los cien ángeles del infierno revoloteen a su antojo por la villa? Máxime cuando todos están de acuerdo en la condición nauseabunda de la crítica profesional y en la estolidez de los aficionados que se atreven a valorar los frutos de su esfuerzo. Yo, desde luego, no pienso poner a prueba su orgullo.   

A los visitantes que sientan más curiosidad por los espectáculos excéntricos que interés en salvaguardar su integridad física, les recomendaría que acudieran con escolta o que no salieran de sus vehículos. Lleven unas cuantas ruedas de repuesto y, si pueden, blinden los cristales. Tengan en cuenta que, una vez atraviesen el cartel que les da la bienvenida a La Villa de los Artistas (e incluso antes), estarán pisando una zona en perpetuo conflicto.


jueves, 29 de octubre de 2015

Pesadillas de un onironauta


¡He terminado la primera versión de mi nueva novela! Aunque soy consciente de que todavía falta bastante trabajo, y que me encontraré con errores y contradicciones cuando me ponga a revisar, hoy me recorre la sensación del deber cumplido.

Por ahora el texto se ha quedado en unas 45.000 palabras, más de lo que yo tenía proyectado en un principio y por encima de lo que suele considerarse una novela corta.
Mis sensaciones son positivas, si bien creo que la revisión va a resultar exigente, ya que he ido avanzando de manera en gran medida improvisada. A buen seguro me veré obligado a recortar fragmentos, ampliar otros y, quizá, a cambiar el orden de algunas escenas, con el objetivo de crear el efecto más interesante en el lector. Tampoco he decidido aún el título. Además de Duermevela, barajo otras posibilidades como Las cenizas de un sueño o Pesadillas de un onironauta. ¿Cuál os suena mejor? Os recuerdo que he publicado tres partes de la novela en este blog, de manera que os podéis hacer una idea del  tono y el argumento, que gira alrededor del mundo onírico y las miserias del periodismo 

Creo que en esta fase, en que la obra todavía debe evolucionar hasta tomar su forma definitiva, los lectores pueden ayudar enormemente al autor. Por ello, al igual que ya hice con mi primera novela, me encantaría compartir este boceto con algunos lectores y conocer su opinión. Si estáis interesados decírmelo por aquí, en Facebook o a través de mi correo electrónico: carlos-albertogl@hotmail.com

También me place compartir dos enlaces acerca de mi novela Desconexión. El primero es una entrevista en Galakia cuyas inquisitivas preguntas debo agradecer a Arancha Caballero. El segundo es una amable reseña en Anescris Blog. Confío en daros pronto noticias sobre la reedición, que está prevista para los próximos meses en la editorial Librando Mundos.

martes, 29 de septiembre de 2015

Más narradores, más personajes: la evolución de mi nueva novela


En el artículo de hoy comparto un nuevo fragmento de la novela en que estoy trabajando. Al igual que en mi primera obra, Desconexión, el protagonista cuenta su historia en primera persona (si bien la estructura es más complicada, con numerosos flashbacks que pueblan la narración). Sin embargo, a medida que profundizaba en el pasado del personaje me pareció necesario introducir otras voces narrativas que aportaran una perspectiva diferente. Los párrafos que reproduzco a continuación pertenecen a un capítulo narrado por el padre del protagonista. También he creado una voz femenina que aparece en un capítulo posterior y que tiene todavía mayor importancia en la trama. De momento no voy a desvelarlo, ya que no quiero hacerme demasiados spoilers a mí mismo.  

Por otro parte, espero que Desconexión pueda tener una segunda vida gracias a la colaboración con Agencia Autores, con la que estoy a punto de firmar un contrato de representación. Confío en daros pronto noticias al respecto.


El cigarrillo quizá sea el último placer que descubra en esta vida. Placer insano, desde luego, lo sé mejor que nadie y eso no me ha impedido ganarme la vida vendiendo paquetes como este que reposa en la mesa de madera. Además parece que se me da bien lo de fumar, ya estoy aprendiendo a formar anillos casi perfectos con el humo. Desde que empecé noto que estornudo y me canso más que antaño, como no para de recordarme mi mujer. Subo por el ascensor en vez de usar la escalera como he hecho toda la vida: otro síntoma más. Pero era cuestión de tiempo que sucediera. El tabaco solo acelera un poco (¿meses, años?) el irreversible proceso de envejecimiento de un hombre que ha cumplido 65 años. Bueno, el otro día leí un artículo en el periódico en el que unos científicos explicaban su investigación sobre cómo retrasar la vejez. A largo plazo aseguran que no solo nos conservaremos mejor y por más tiempo, sino que podremos detener el envejecimiento e incluso revertirlo, volver a ser jóvenes cuando ya habíamos dejado muy atrás esta etapa de la vida. Por supuesto, no creo que mi hijo ni sus hijos lleguen a ver tal cosa, pero podría ser un buen argumento para una novela. Qué harías si pudieras vivir tu vida una segunda vez.

Yo sospecho que cambiaría casi todo, pero en mi apreciación imagino que influye el ya haber experimentado mi propia existencia. Es decir, supongo que nadie optaría por repetir su vida, incluso si se siente muy ufano de lo que ha conseguido en ella. Cualquiera tomaría otras elecciones, aunque solo fuera para comprobar que ocurría. El astrónomo querría ver qué tal se le dan las ciencias jurídicas y el profesor de inglés tal vez se dedicara a la entomología. Sin embargo, para ser honestos, yo no me siento especialmente orgullo (ni tampoco lo contrario) de lo que he hecho a lo largo de esta vida que, a falta de milagros rejuvenecedores, empiezo a ver como un maratón hacia la muerte, sin excesivas ilusiones o expectativas que entretengan mis últimos años.

Lo reconozco, al principio abominaba la jubilación. Dejar el estanco era como despedirse de un hijo, pese a que hubiera motivos de sobra para hacerlo, desde nuestra propia manera anticuada e ineficiente de trabajar hasta el dinero que hemos obtenido al traspasar la licencia, que nos permitirá vivir desahogados por bastante tiempo. Pero jubilarse era como morir un poco, envejecer años en un segundo; convertirse en una carga para la sociedad que no dejaría de aumentar con los años. La simple idea de cobrar una pensión por no hacer nada, aunque sea un derecho consabido y bien ganado, resultaba chocante en carne propia para alguien acostumbrado a dedicar tanto tiempo y energías al trabajo. Por más que viera que la decadencia del negocio – obvio reflejo de la nuestra – no tenía marcha atrás, uno siempre cree que puede continuar un poco, dos años tal vez, que aún no es tan mayor como para jubilarse definitivamente. Porque dejas de trabajar de golpe, para siempre, mientras que la decadencia, a menos que se sufra una enfermedad grave, es lenta y progresiva y, por tanto, cuesta determinar cuándo ha llegado a un nivel (¿qué nivel?) que justifica el cese de toda actividad profesional.

Los primeros meses han sido duros. Cuesta acostumbrarse a abandonar las rutinas que has mantenido durante cuarenta años con escasas variaciones. Pero ahora empiezo a verlo de otra manera, empiezo a darme cuenta de lo aburrida que era esa rutina de facturas y clientes y, en general, el trabajo de estanquero que había heredado de mi padre. Si pudiera retornar a la juventud, no solo cambiaría mis elecciones esenciales por mera curiosidad sino porque creo que las tomé con demasiada mesura y corrección, pensando más en cómo reaccionaría la familia que en mis verdaderos deseos, los cuales, en verdad, nunca llegué a descubrir. Hacer siempre lo correcto es una de las peores formas de equivocarse. Con un deje de amargura me doy cuenta ahora, cuando pocas decisiones esenciales puedo tomar ya, de que ese ha sido el gran error de mi vida.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Algunas reflexiones en frío sobre mi novela "Desconexión"



No sé en qué instante se me ocurrió plantear en una novela el siguiente ¿distópico? escenario: la desaparición de Internet en todo el mundo. Sospecho que en unos de esos momentos en que la conexión se evapora o enlentece justo cuando la necesitas con mayor apremio. Una serie de preguntas se encadenaron en mi mente. Si se prolongase el apagón, ¿qué reacciones se sucederían? ¿Podríamos acostumbrarnos a una regresión tecnológica? 

Encontré el tema muy dado a la polarización, con previsibles radicales por ambos bandos. Nostálgicos de la era analógica, analfabetos digitales y hombres que han perdido sus empleos porque las máquinas los han reemplazado incluso celebrarían la desconexión, una vez se controlaran sus consecuencias más drásticas. Otros, en cambio, tendrían enormes dificultades para adaptarse, en especial los nativos digitales que no conocen otro mundo que este regido por Google.

Decidí darle el protagonismo de mi novela Desconexión a un adicto a la Red que, sin llegar al aislamiento total de los hikikomori nipones, sufre verdaderas dificultades para relacionarse fuera de las pantallas. Con Julian Assange y Edward Snowden como referentes, el personaje principal no se resignará a la desconexión y responsabilizará de ella a la clase política y a los medios tradicionales, a quienes no parece disgustar en exceso la vuelta al modelo caduco de comunicación unidireccional. Cabe una objeción: Internet puede servir tanto para vigilar y someter a la población como para alentar sublevaciones contra el poder establecido. El libro no pretende convertirse en un panegírico a favor o en contra de la tecnología; si acaso, en un punto de partida para reflexionar sobre la manera en que la usamos, algo que inevitablemente marcará nuestro futuro como sociedad. 

A veces me preguntan si me identifico con Ricardo Expósito, protagonista y narrador de la novela. Y siempre respondo que no, para nada, cómo se te pudo ocurrir tal cosa. Primero porque me considero un poco más simpático y sociable que el bueno de Ricardo, que trata de camuflar su soledad con las cifras de seguidores siempre crecientes de sus perfiles en redes sociales. Segundo y principal, porque no me veo como un adicto a Internet. Al contrario, me gusta desconectar voluntariamente, apagar el móvil a ratos (por ejemplo cuando escribo) e ignorar los mensajes del whatsapp. Sin embargo, confieso que me han sorprendido mis propias reacciones cuando la Red ha dejado de funcionar en mal momento: ansiedad, frustración, malhumor. Después se me pasa, cojo un libro, doy un paseo, pero por unos segundos siento la desazón indescriptible de Ricardo al comprobar una y otra vez en su smartphone que el flujo del maná del siglo XXI permanece cortado. Así que sí, me identifico con el protagonista más de lo que suelo reconocer. Espero que lo mismo le ocurra al lector, aunque no se acerque a su nivel de obsesión digital.

La historia, de todos modos, no gira solamente en torno a la misteriosa desconexión. En realidad todo pivota en la tortuosa mente del protagonista, que en pocos meses experimentará una enorme evolución personal. Obligado a renunciar a su proyecto de convertirse en un empresario de Internet, descubrirá un mundo ahí fuera (y también dentro, en la biblioteca de su casa) que hasta ahora se había obstinado en ignorar. Ricardo empezará a leer de forma compulsiva e, incluso, intentará escribir su propia novela, hasta darse cuenta de que lo mejor que puede hacer es contar su propia historia. El argumento quedará suspendido de tanto en tanto por las reflexiones del narrador acerca de la escritura y las implicaciones de su inevitable subjetividad. En resumen, cómo contarse a uno mismo sin dejar de ser uno mismo, sin engañarse y sin engañar al lector, o quizá engañándolo por su propio bien, con un fin superior...     

Como yo no quiero engañar al lector, debo confesar que envié Desconexión a varias editoriales, agencias y concursos, consiguiendo como mayores logros una mención de finalista en un certamen que no garantizaba su publicación y, recientemente, la propuesta de la Agencia Autores de incorporarme a su catálogo de escritores (de la que os informaba en la anterior entrada). Lejos de deprimirme, el silencio de las editoriales me ha llevado a explorar el universo literario de Amazon, que ya había indagado en este reportaje

Cada vez son más los autores que se lanzan a publicar por su cuenta, tanto en formato digital como en papel. El coste es nulo o casi nulo, al menos en Amazon, y el mercado, teóricamente, infinito. Pero el autor tendrá que pluriemplearse: autocorregirse o pedir a otros que le ayuden, cuidar los detalles de la edición, encargarse del marketing… una labor exigente si se afronta en serio y que, por lo general, no ofrece grandes réditos económicos, pero que, bien ejecutada, al menos da al libro la opción de destacarse entre los cientos de ejemplares nuevos que se publican cada día. En mi caso no ha funcionado mal, ya que he logrado situar el libro entre los más descargados durante varios días. Después el criterio de los lectores dictará sentencia. Por si acaso, ya estoy trabajando en mi segunda novela... 

lunes, 24 de agosto de 2015

¡Agencia Autores se interesa por mi obra!


Si no me equivoco, desde que inaugurara el blog en el año 2010 no ha pasado un mes sin que actualizara mínimo en una ocasión. Procuro hacerlo cada semana o, al menos, cada quince días. Me he relajado en este caluroso mes de agosto, pero hoy me siento animado para publicar contenido porque tengo buenas noticias respecto a mi novela Desconexión. La Agencia Autores se ha interesado por el libro y me ha enviado una oferta para que pase a formar parte del grupo de autores que representan. He recibido un modelo de contrato y un documento con una serie de preguntas sobre Desconexión que debo responder para articular el proyecto editorial. Todavía estoy estudiando el contrato porque me han quedado algunas dudas (el lenguaje jurídico resulta árido para los profanos), pero considero un magnífica augurio que una agencia literaria compuesta por profesionales del mundo del libro haya visto potencial en mi novela.

Por lo demás, sigo trabajando en mi nuevo proyecto, que se esparce entre el universo de los sueños y los entresijos de la profesión periodística. Reconozco que he rebajado el ritmo de escritura en las últimas semanas, pero confío en recuperar el impulso y terminar en poco tiempo la primera versión. Cuando eso ocurra, como ya hice con Desconexión, enviaré algunos ejemplares en formato digital para que los lectores que lo deseen me ayuden a encarrilar la revisión.

Espero que estéis disfrutando del verano y que alguno haya aprovechado estas fechas para "desconectar" también leyendo mi novela (playa, montaña, viajes y literatura conforman, al menos para mi gusto, una exquisita mezcla). ¡Nos leemos!

jueves, 23 de julio de 2015

¡Nueva revelación de mi novela en ciernes!

 
 
Hoy quiero compartir un segundo fragmento de la novela en que estoy trabajando. Después de desvelar los primeros párrafos, centrados en el mundo onírico del protagonista, ahora os lo muestro en pleno ejercicio de su profesión. En esta fase de la historia el personaje trabaja como reportero para Telemadrid y cubre una manifestación que tuvo lugar el 20 de junio del 2005. En ella se pedía, en nombre de la familia tradicional, la retirada de la ley del matrimonio homosexual del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, que permitía casarse a personas del mismo sexo. ¿Soy el único al que le parece que en diez años han cambiado tantas cosas...?  
 
           Llevo tres meses trabajando en Telemadrid, tiempo de sobra para comprobar hasta qué punto la orientación ideológica del partido que gobierna la comunidad autónoma marca la agenda del medio. Es algo que ya me había advertido la persona que me recomendó, un compañero de la Facultad gracias al cual conseguí que me entrevistaran y, a la postre, contrataran. En más de una ocasión me he llevado sorpresas desagradables al ver cómo recortaban mis grabaciones en el informativo por considerar que daba excesivo espacio a opiniones que no agradaban a la dirección general, compuesta por gente muy afín al Partido Popular. No me agrada que anulen mis esfuerzos por informar de manera ecuánime, pero estoy dispuesto a asumir ese precio con tal de abrirme hueco en el competitivo mundo de la televisión. Hoy les ahorraré el trabajo de suprimir nada asegurándome de que solo aparezcan reflejados los puntos de vista favorables a la manifestación. Salvo que a última hora suceda alguna verdadera catástrofe, no tengo dudas de que abrirán el informativo del mediodía con esta información. He de aprovechar la oportunidad.   
  
             Sergio y yo llegamos a las cuatro de la tarde a la plaza Cibeles. El operador de cámara me cae bien porque hace todo lo que le digo sin discutir y con bastante eficiencia. Es aún más joven que yo, bajito, pálido, tímido. Le han hecho un contrato de becario para los meses de verano y lo llaman a cualquier hora. A veces me olvido de su condición humana y creo que la cámara atiende directamente mis órdenes. Pero  agradezco su presencia. Para cubrir otras historias de menos relevancia no he contado con ayuda de nadie, teniendo que grabar y editar las imágenes yo mismo. Esta vez podré centrarme en controlar las operaciones y en cautivar al telespectador. La definición de mi sentimiento fluctúa entre un comandante que examina el frente justo antes de lanzar su ofensiva y un actor preparándose en los camerinos para ofrecer su mejor interpretación.

Hace un calor de espanto multiplicado por la acumulación de cuerpos, banderas, globos, enseñas y pancartas (en especial una inmensa, en letras rojas mayúsculas: “LA FAMILIA SÍ IMPORTA”). Joder, tendríamos que haber llegado antes. Ahora va a costar organizarse en medio del caos. Trato de radiografiar la manifestación. Ancianos y niños por todas partes, poco vendibles en antena. A las monjas hay que sacarlas, eso sí. Las veo a las faldas del Palacio de Comunicaciones con sus vestidos inmemoriales, abanicándose la cara con una mano y sujetando banderitas con la otra.

En cuanto a las banderas mejor centrémonos en la española y la madrileña, sin mostrar las de otras comunidades. Aunque sí mencionaremos que han venido personas procedentes de todo el territorio nacional para defender el concepto tradicional de familia, hoy amenazado por las políticas progres de los socialistas. Quizá convenga entrevistar a un andaluz o un canario para que se aprecie claramente la transversalidad de la protesta. Por supuesto, será imprescindible conseguir unas palabras de los barones del partido que han anunciado su asistencia, pero a estas horas aún deben de andar tomándose el café.

Intentamos avanzar rodeando a la marabunta por un lateral, pero la plaza está abarrotada. Doy por hecho que los convocantes hablarán de más de un millón de personas, sea cierto o no, y su punto de vista habrá de predominar. El ruido me ensordece y las proclamas se mezclan como el choque de dos tambores en mi oído: “Zapatero, se te ve el plumero”, “Cómo se nota que el niño no vota”, “No al desmadre, queremos padre y madre”, algunos de los más repetidos. También “Viva España” y “Viva el Papa”. Me abro paso a empujones gritando que soy de Telemadrid. Algunos rostros se giran, algunos cuerpos se apartan pero la mayoría ni siquiera me oye. Le pido a Sergio que no se quede atrás, le cuesta seguirme con el equipo de grabación a cuestas. Tenemos que obtener un buen plano de la pancarta gigante y de los manifestantes. Nos acercaremos a los más pintorescos para sacarles alguna declaración mientras esperamos la llegada de las autoridades.

Un grupo numeroso enarbola la fotografía de un niño (o más bien la enorme cabeza de un niño, casi un bebé) a punto de llorar, con un globo de cómic que le hace decir: “ZP, quiero una mamá y un papá”. Qué triste ser niño y que todo el mundo se arrogue el derecho a hablar en tu nombre antes de que hayas aprendido una sola palabra. Da igual, seguro que la imagen enternecerá a la audiencia. Tiene que salir. Logramos abrir un pequeño hueco para que Sergio clave la cámara. Vamos a grabar aquí, que se note que nos hemos metido en medio del jaleo. “Telemadrid, Telemadrid. Por favor, dejen espacio a los profesionales”.

jueves, 9 de julio de 2015

Así empieza mi nueva novela: "La duermevela"

 
 
Hoy quiero compartir con vosotros el inicio de la novela en que estoy trabajando, provisionalmente bautizada como La duermevela. El narrador y protagonista de la historia tiene una relación compleja y contradictoria con el mundo onírico, como aquí ya se empezará a vislumbrar. Más adelanté publicaré páginas en las que describe momentos de su actividad profesional (la periodística). No he corregido nada y seguro que se habrán colado errores. Pero decidme, ¿os parece un arranque seductor? ¿Os gusta el título? 
 
 
Conozco esta cama tan bien como mi cuerpo. Mide ochenta centímetros de ancho por 180 de largo. Si me estiro, mis pies exceden sus límites que anteceden el vacío por el que me gustaría precipitarme. Las sábanas azules componen unos dibujos cursis de flores geométricas.
Es la cama que he utilizado la mayor parte de mi vida. Contra mi voluntad, he retornado a su suave frialdad y a sus angustiosos recuerdos. He encendido la lámpara de la mesilla de noche, cuya luz blanquecina detesto, he cogido el móvil y he mirado la hora: las dos menos cuarto. ¿Por qué lo he hecho, si mañana no tengo ninguna obligación de levantarme temprano o de levantarme siquiera?
Me he acostado hace cincuenta minutos pero no estoy seguro de si me he despertado o aún no me he dormido. En cualquier caso he sentido un sobresalto súbito. Mis sueños o mis pensamientos, conducidos por insaciables neuronas que abren túneles y excavan agujeros dentro de mí, han colisionado en algún punto oscuro provocando la sacudida de mi conciencia.
Me sorprende que no haya pasado ni una hora. Lo que pensaba o soñaba era de todo punto absurdo. Iba caminando descalzo por un jardín que, como una isla devorada por la tempestad, se empequeñecía bajo las fauces de un desierto que abarcaba el horizonte. Dondequiera que mirara, veía polvo y arena introduciéndose en mis ojos, en mis orejas, en mi boca. Y ese polvo y ese arena me levantaban por los aires, pero no de manera gloriosa y épica sino terrible, pues la ascensión solo servía para comprobar la pequeñez menguante del jardín en que me hallaba y lo inhóspito del paraje que lo rodeaba; cómo las acacias empujaban a los manzanos y a los cerezos, que caían cándidos bajo su mortal abrazo. Pero unos metros más allá las acacias se desplomaban a los pies de las dunas y no quedaba nada, ni un arbusto ni un hierbajo con ansias de crecer en la superficie inabarcable del desierto. Un vendaval arrancaba los jirones que mal cubrían mi cuerpo y me arrojaba fuera de los confines del jardín, que ya había desaparecido de mis ojos. Caía, caía, caía, pero sin terminar de caer…
Entonces desperté. Supongo que era un sueño, aunque muy breve. No me siento capaz de imaginar una escena así de manera consciente. En los sueños, en cambio, no hay nada que no pueda suceder. En mi adolescencia y primera juventud, cuando aún dormía en esta misma cama, antes de que empezase a estudiar Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, había llegado a experimentar en algunas ocasiones un sorprendente control de mis sueños. Cualquier deseo que ardía en mi mente se manifestaba en forma onírica. Si me apetecía volar, de inmediato alzaba el vuelo y veía los edificios de Zaragoza (u otras ciudades imaginarias) a mis pies; si quería que un objeto, animal o persona apareciera ante mis ojos, no podía resistirse a la fuerza de mi voluntad.
No conozco una sensación más próxima a la divinidad. He mantenido tórridos romances con actrices hollywoodienses y modelos brasileñas; he experimentado con mis parejas toda clase de prácticas sexuales que nunca me habría atrevido a proponerles. Mis mejores besos no han tenido como escenario unos labios humanos; mis viajes más embriagadores no han quedado confinados a los continentes del planeta. He hollado un sinfín de cuerpos y paisajes que existen solo en mi mente, por un breve espacio de tiempo, antes de disolverse en la bruma del despertar. La confusión que sigue entonces, cuando me veo atrapado en la cama, solo o en compañía menos deseable, no tarda en convertirse en amarga decepción.
Pero ya hace unos cuantos años que perdí las capacidades propias de un onironauta.          

martes, 30 de junio de 2015

¡Mi novela "Desconexión" llega al número 1 en Amazon!


La promoción gratuita de mi novela Desconexión ha concluido con unos resultados para mí inesperados. El jueves llegó a ocupar la primera posición en el ranking de ebooks en Amazon y se ha mantenido regularmente entre los seis primeros. He recibido cientos de descargas en muy poco tiempo. Muchas personas han contribuido a su difusión y os estoy muy agradecido por ello. Lo más difícil de publicar por tu cuenta es obtener una visibilidad por la que pelean miles de obras de autores consagrados y noveles, clásicos y contemporáneos. Sin vuestra ayuda la novela nunca habría salido de mi círculo familiar y de amistades, así que una vez más GRACIAS :)  Amazon solo permite ofrecer gratis tu libro durante un máximo de cinco días, por lo que el sábado ya volvió a su precio original. Me apena que tantos lectores se queden, por falta de recursos económicos, sin la posibilidad de comprarlo. Pero entiendo que pagar 0,99€ por el ebook o menos de 7€ por un ejemplar en papel no está al alcance de todos los bolsillos :D 

Con mi primera novela tenía el objetivo de llegar a más lectores que con mi libro de relatos Juicio a un escritor, que publiqué en 2012 a raíz de un concurso para jóvenes escritores aragoneses. Creo que lo he conseguido, y me alegra ver cómo los esfuerzos de promoción están dando sus frutos. Pude vender bastantes ejemplares en papel en la presentación en Calatayud y en la Feria del Libro, y he logrado relanzar las ventas de ebooks a partir de la promoción gratuita. En resumen, no me puedo quejar sino todo lo contrario, dado que mi presupuesto de marketing rondaba el cero absoluto.
Ahora mi deseo es que Desconexión no decepcione a los lectores que lo han adquirido. Espero que me deis vuestras opiniones, tanto positivas como negativas, para que me ayuden a mejorar como autor. Ya estoy trabajando en una nueva novela y todos los comentarios que reciba pueden resultarme de gran utilidad. Mi meta a largo plazo es construir una obra narrativa sólida, tanto en el género de la novela como en el del cuento (que he seguido cultivando intensamente en el interludio de mis libros más largos). 
 
Mi nueva obra, como ya os he adelantado, girará en torno al mundo onírico y al periodismo. Otra vez llevará la batuta un narrador en primera persona, pero en esta ocasión los flashback tendrán un papel esencial para conocer la historia del protagonista, cuya actividad profesional le llevará a tratar con personalidades tan diferentes como Penélope Cruz o Esperanza Aguirre. Estos flashback estarán narrados en presente y no seguirán el orden cronológico, por lo que habrá que leerlos todos para completar el cuadro del pasado del protagonista. Se trata de una estructura diferente, algo más compleja, cuya forma definitiva aún no he resuelto, pero confío en que sea del agrado del lector. Cuando me considere preparado iré compartiendo fragmentos de la novela para calibrar vuestras sensaciones.  Mientras tanto continuaré promocionando Desconexión, sobre todo a través de Internet. De todos modos, prometo no dejar que el marketing ni los rankings de Amazon me distraigan de mi obligación como autor, que es seguir escribiendo y procurar hacerlo cada día un poco mejor. 

Para acabar, os comento que he llegado a un acuerdo con la Librería Jesús para que vendan allí algunos ejemplares. Mi novela ya no se siente tan desconectada y está haciendo nuevos amigos :)