Después de cerca de doce
meses de trabajo, he acabado de revisar la que será mi segunda novela:
Duermevela. Cuando terminas un libro en el que te has volcado intensamente,
albergas sentimientos contradictorios. En general predomina la satisfacción (y
hasta el alivio) por haber concluido la historia que proyectaste tiempo atrás
en tu mente. Habría sido fácil rendirse ante las primeras dificultades e
interrumpir la escritura cuando no sabía cómo proseguir. Sin embargo, persistí en mi empeño y hoy puedo decir que mi novela es una realidad.
También resulta inevitable
pensar que podrías haberlo hecho mejor. A menudo caes en la tentación de
seguir repasando. Como digo Borges, si publicamos es para dejar de
revisar. En la corrección he adelgazado el texto unas cuatro mil palabras, para
un total de casi 41.000. Es más breve que Desconexión, que superaba las 50.000.
Su extensión la sitúa en la artificial frontera entre novela y novela
corta.
Todavía falta para
que Duermevela se publique. Ya la he enviado a
mi agente literario y estoy mirando algunos concursos, pero estas cosas
llevan su ritmo, no siempre tan rápido como nos gustaría a los escritores. No
hay prisa. También quiero dar las gracias a las personas
que han leído la versión preliminar y me han ofrecido sus valiosos puntos de vista. Duermevela también es obra suya.
En cuanto al argumento de la novela,
gira en torno al mundo de los sueños y al pasado del personaje principal, un
periodista que echa de menos la época en que consiguió mayor éxito profesional
y, al mismo tiempo, reniega de ella. No creo que el protagonista genere
demasiadas simpatías, pero he procurado darle suficientes matices y
contradicciones para despertar el interés del lector. Los más curiosos pueden leer algunos fragmentos en entradas anteriores.
Desde un punto de vista
técnico, Duermevela es más compleja que Desconexión, empezando por la
introducción de diferentes narradores. Lograr que las voces se distingan y
posean personalidad propia ha sido una de las partes más difíciles. Además, el
protagonista experimenta una evolución muy marcada que no solo se observa en
sus actos y pensamientos, sino también en su forma de expresarse.
He modulado la estructura,
alternando entre el pasado lejano del personaje, el cercano y el presente. Me he complicado
un poco la vida para cuadrarlo todo y que no haya incoherencias, pero no de
manera gratuita sino con intención de provocar un efecto especial en el
lector. Algunas de las escenas se basan en hechos que ocurrieron de verdad y
también se mencionan personas famosas, desde políticos como Esperanza Aguirre
y Pablo Iglesias hasta actrices como Penélope Cruz, a los que he convertido en
personajes secundarios.
Mis fuentes más
recurrentes han sido Salvemos Telemadrid (ya que el periodista trabaja en los
medios públicos madrileños durante la mayor parte de su carrera) y el llamado
Club de los Onironautas, que me ha resultado muy útil para recrear las escenas
oníricas. Los sueños siempre han sido una de mis obsesiones. Para mí la
literatura es una forma diferente de soñar. Por ello quería que tuvieran mucho peso en la trama, junto con la
profesión periodística y sus miserias que, por desgracia, he experimentado
algunas veces en primera persona y que también quería reflejar. Estos son
los dos temas principales, aunque tampoco pude resistirme a la tentación de
incluir un juego metaliterario que, confío, agradará al lector.
Respecto al futuro, creo
que la novela es mi género predilecto y estoy convencido de que Duermevela no
será la última que escriba. Sin embargo, en los próximos meses me apetece retornar al
género del cuento. Tengo ideas para varios relatos y, si considero que hay buen
material, me plantearé publicar un segundo libro de cuentos, después del debut literario que supuso Juicio a un escritor. Pero eso
lo iré contando poco a poco, en el blog y en las redes sociales.