Hoy me di cuenta de algo trágico: no me acuerdo de casi nada. No recuerdo
mis viajes, no recuerdo el rostro de viejos amigos, no sé qué comí ayer. Una
memoria pobre es el caballo de Troya de la imaginación. En ausencia de
recuerdos firmes, solo nos quedan los embustes. A falta de creencias,
espejismos de paja. Nos entregamos a frágiles materiales, a consejos estúpidos
seguidos a pie juntillas.
El surrealismo es pureza. Las luces que parecen alumbrar desmontan el
circo de la memoria. El terremoto de la lógica ha sido arrasado por el vendaval
de la fantasía. La magia se ha convertido en ropa tendida que apestará al
amanecer. La guerra es aquello que sucede entre el orgasmo y la menopausia. Las
mujeres duermen cuando los topos aúllan desesperados como lobos en medio del
desierto.
El combustible de la realidad ardió en el caldero de la ficción. De sus
brasas surgió una llama líquida que incendió tres planetas por capricho: no se
alinearon con su estrella.
La luz celeste se refleja en el dedo de un chimpancé cojo, que en vano
trata de atraparla para hacerse un sombrero. Los insectos caen sobre mí como la
sombra de una trinchera.
La naturaleza de la existencia es el olvido. Se han extinguido millones
de especies sin que les hayamos dedicado ni una triste poesía. Y nosotros aún
esperamos alcanzar un sentido de trascendencia, la túnica que cubra
las miserias de la noche oscura.