Hace ya muchos años que me encerraron en este corazón. Me he acostumbrado a tocar sus venas como se palpan los barrotes de una cárcel. Ellas constituyen el límite de mi mundo. También me he habituado a los baños de sangre periódicos. Cada cierto tiempo (tal vez diez o doce mil latidos) un chorro de sangre empapa mi cuerpo desnudo. Ya no distingo su olor del barro. Dejo que se deslice por el pelo hasta salpicar mis pies y aguardo el siguiente baño con resignación.
Aquí dentro no se respira mal, pero no se oye nada en absoluto, salvo el sonido amplificado de los latidos. Mis orejas danzan al compás de un tambor monótono. Abro y cierro los ojos sin notar apenas diferencia. Las paredes rojas que me circundan apenas poseen textura entre mis dedos. No sé si ha sido el corazón o los años, pero todos mis sentidos se han embotado progresivamente.
Ha transcurrido tanto tiempo que ya no recuerdo cómo me acabaron encerrando. Sí me acuerdo un poco del principio: la ilusión de un amor que nunca llegó a desvanecerse. No retengo el rostro de la persona a la que amé; tan solo mi obstinación en amarla, mi cabezonería en perseguirla. A veces pienso que la memoria y los latidos son lo mismo. Quizá estoy en el sitio adonde siempre quise llegar. Quizá me introduje tan dentro de ella que ya no puedo salir. Tal vez fuimos muy felices durante varios años. Pero no recuerdo nada. Es como si ya hubiera nacido en este corazón. De nada sirve engalanarse la mente con pensamientos bonitos. Lo único real es que estoy aquí dentro, vegetando entre las venas y arterias de un órgano desconocido.
Desconocido… esa idea me provoca el deseo de escuchar mi propio corazón. Nunca antes se me había ocurrido. Al fin y al cabo, ¿qué importancia ha de tener, si se halla encerrado dentro de otro cinco veces más grande que mi cuerpo? No lo oigo... puedo mesarme los cabellos o acariciar mis párpados, pero por más que empuje la palma de mi mano hacia el tórax, buscando con ahínco una señal de vida interna, soy incapaz de percibir ni el más leve latido.
¿Puede un corazón trabajar en silencio? No, ese concepto carece de consistencia. No es posible bombear la sangre sin dejar un rastro que el oído capta sin dificultad. Pero, siguiendo esa lógica… siguiendo la única lógica que existe… se diría que no tengo corazón. Y entonces no funcionaría mi cuerpo, del mismo modo que no piensa un humano al que se le ha desconectado el cerebro.
¿Y si…? ¿Y si este corazón que me abruma, tan viejo como mi memoria…? ¿Y si estoy encerrado dentro de mi propio corazón…?
¿Qué sería la música sin el silencio? ¿Qué sería el silencio sin la palabra? ¿Qué seríamos sin palabras, sin silencio y sin música? Nada sabríamos del corazón ni de todas sus historias.
ResponderEliminarSaludos
Así es, Bocanegra, y para componer la más bella canción del corazón sería necesario combinar la música con el silencio y las palabras.
ResponderEliminarMe alegro de leer de nuevo un comentario tuyo, saludos cordiales.
Es el corazón que nos ha tocado, Carlos... Me dejas pensando en varias cosas, pero te voy a contar sólo una anécdota.
ResponderEliminarHace muchos años estaba saliendo con una estudiante de medicina, acabábamos de pelear y yo estaba medio dolido, así que le pregunté. "Pero qué pasa por tu corazón en este momento", me respondió "sangre". Tenía razón.
Un abrazo.
HD
Me ha encantado la anécdota. La chica tenía toda la razón ya que, por más que se empeñen los poetas, el corazón solo es un músculo que bombea sangre y los sentimientos también se generan en el cerebro. Pero no siempre es posible ni recomendable sustraerse a la metáfora del corazón.
ResponderEliminarUn abrazo
Cierto Carlos, me has dejado helao, y me has traido recuerdos y sentimientos al mio. Un saludo fenómeno.
ResponderEliminarPara ser libres necesitamos saber cuáles son los barrotes que nos confinan, y si está en nuestras manos separarlos. En la memoria se esconden muchas veces las respuestas que necesitamos.
ResponderEliminarUn abrazo
Me dejas sin palabras, ¡qué bárbaro!
ResponderEliminarPero entonces dime por qué, o mas bien, ¿qué es lo que "tergiverza" los recuerdos en contra de la razón misma? Yo diría que ESO que llamamos corazón, porque no solo bombea sangre, también bombea ilusiones (a veces equívocas, pero lo hace).
Te quiero
Hola Sandy, me alegra mucho leerte :) No tengo demasiadas respuestas pero creo que, en el fondo, nuestro cerebro es un tipo bastante sentimental.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Fíjate que hoy mi corazón se puso insolente, se acelero casi con ensañamiento, quizás no le preste demasiada atención normalmente, tal vez fue un aviso, un grito desesperado, estoy aquí aunque no te lo creas pareciera decirme... abrazzzusss, efectivamente, no somos conscientes de practicamente la totalidad de nuestro cuerpo.
ResponderEliminarHe releído varias veces lo que has escrito. Me quedé dándoles vueltas a varias cosas. Me gustó mucho.
ResponderEliminarBss
Qué belleza de texto, directo al Corazon capaz de hacerte reflexionar. Al finalizar su lectura sólo puedo decir que me he quedado sin palabras
ResponderEliminarTe sigo
Besos
Lourdes