Tu luz generosa, como un pequeño sol en las tinieblas,
ilumina siluetas y formas de barcos arrogantes.
El alivio que suscitas enseguida se torna indiferencia:
te da igual desplante el velero que el transatlántico.
Tú tampoco haces distinciones;
no conoces otro lenguaje que el de entregarte a cada marinero que te observa.
Salvo la soledad, nada te guardas para ti.
Lluvia frágil que se derrama en el océano insensible,
digna farola de los mares,
¡cuánto quisiera ser tu huésped, una noche!
Porque la soledad del faro es la soledad del hombre.
Gracias. La soledad tiene dos caras, pero siempre es más fácil encontrarse con uno mismo a solas.
ResponderEliminarUn abrazo
Hermoso poema.
ResponderEliminarEso es mucho decir, sobre todo viniendo de alguien que escribe tan bien.
ResponderEliminarExquisito, Carlos!
ResponderEliminarTodos, en un momento dado... necesitamos quedarnos con nosotros mismos!
Besos!!
Muy bueno Carlos, cuantas cosas podemos aprender de un faro solitario!
ResponderEliminarTe felicito.
EXCELENTE TEXTO.
ResponderEliminarMe alegro de que os haya gustado. Vuestros comentarios me animan para tratar de darle más ritmo al blog.
ResponderEliminarEl poeta es un faro.
ResponderEliminarSiempre escribe la poesía cuando está solo y sólo le importa qué marinero/a le mira.
Me gusta.
Marinero de la poesía, sigue con tu sueño de escribir porque darás luz a tu vida y nos regalarás luminosidad a los que te leemos.
ResponderEliminarRick´s
Me ha encantado tu manejo del lenguaje, sutil y armónico a la vez.
ResponderEliminarTe felicito por el blog. También para mí será un placer seguirte.
Saludos.
Cada cual es dueño de su soledad a la vez que ilumina-a veces sin quererlo-las vidas del resto.
ResponderEliminarEl hombre y el faro...una similitud preciosa.
único refugio de sí mismo, dadivoso con otros,pero al fin...solo...
Me han encantado tus versos.
Besos.