Hoy comparto mis versos de dos maneras distintas: a
través de la palabra, como es habitual en este blog, y mediante imagen y sonido. Los poemas son diferentes. El que aparece escrito lo concebí paseando junto a la playa de Barcelona, en un atardecer de este verano. El que
recito en el video, al que titulé Poeta contra poeta, es más antiguo. Lo publiqué el 8 de noviembre de 2013 http://cgamissans.blogspot.com.es/2013/11/poeta-contra-poeta.html
y no recuerdo con
exactitud cuándo lo escribí ni a propósito de qué (en realidad no se necesita
un propósito concreto para estas cosas). No es la primera vez que interpreto mis versos
en público, pero sí mi debut en una iglesia, en San Pedro de los
Francos (Calatayud). Curioso, ya que me siento capaz de creer en
casi cualquier cosa (al menos por un momento), salvo en Dios. De todas formas, el marco resultó propició desde un punto de vista sonoro. Los versos de los numerosos poetas que
salimos a recitar, como ardorosos creyentes de la palabra, resonaron con
potencia en las paredes de la iglesia y permanecieron en el aire durante unos
segundos, de algún modo, eternos.
A veces no hace falta hablar;
basta con oír a la gente conversando.
A veces no hay que hacer el amor,
basta contemplar cómo otros se quieren;
dos perros se olfatean
y dos pájaros se cruzan en el cielo.
Basta con que el mar te refleje
y la música suene alrededor.
A veces, no hace falta más
que el recuerdo de haber sido otros.
En el laberinto extraviado de mis pasos,
tomo conciencia de que la belleza está en
cualquier parte,
especialmente en aquello que se nos escapa.
Y que todos los poemas y canciones y cuadros
y esculturas del mundo
solo han rozado una mínima parte de la
belleza que existe.
Una mujer como una estatua recibe la caricia
de las olas.
El atardecer se eterniza y parece que nunca
va a apagarse la última luz.
Pero al fin llega la noche y el mar se
convierte en mancha oscura
e interminable cementerio.
Y la luna se replica como un corazón
desbocado
que deja una estela de luz en el horizonte.
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