Miradas diferentes para un mismo espacio
que, iluminando, surca servilletas.
Decenas de huevos empapan mi ceguera.
Reyertas domésticas se sublevan en calma.
Pequeñas toneladas de tintineos me arrebatan las llaves.
De la lámpara de mesa sale un fuego que moja.
Algo que no es mi cara se refleja en la pantalla del portátil.
Algo que no son mis manos me enfunda unos calcetines en las orejas.
Respiro, respiro; el aire se me atraganta en la lengua.
Planean nombres susurrando fuegos vacuos.
Las palabras son magia negra que creó un hada madrina.
Tan solo me muestran sombras que giran en telarañas de seda.
Un cuadro de flores pretende seducirme.
Su brillo empobrecido convoca el polvo.
Llueve, subterránea, la osamenta de un libro.
Las sillas echan a andar y se elevan, describiendo espirales.
Yo me agacho bajo sus risas y enseño un colmillo de leche.
No. Esta no es mi casa, sino la de un fantasma.
Muy bello, un saludo...
ResponderEliminarGracias. En cualquier caso, debo aclarar que mi casa no es tan tenebrosa (ni divertida) como la que describo en el poema.
ResponderEliminarSaludos
Impecable... como siempre maestro.
ResponderEliminarAsí de raro son los sueños, aveces desordenados y tenebrosos y hasta en ocasiones divertidos como en éste caso!
ResponderEliminarUn gusto pasar a visitarte, hasta pronto!!
He paseado por tus letras. ¡Muy buenas!
ResponderEliminarSaludiños, Carlos!
Gracias a todos por vuestros comentarios. Os deseo lo mejor tanto en los sueños como en la vigilia.
ResponderEliminarSaludos afectuosos
Hay sueños surrealistas y creo que este tuyo lo es y mucho.
ResponderEliminarSaludos.