La palidez de su piel le asustaba. Un temblor recorría sus brazos y sus piernas. Sus pies casi resbalaban por el terreno inconsistente. Logró, venciendo todos sus miedos y dificultades, introducirse en el origen de la tormenta. Primero un pie, luego el otro, con infinito cuidado para no romperse el cráneo. Un maremoto vino del cielo. No sabía si su cuerpo podría resistir semejante furia de tempestades, o si sus orejas no se cerrarían para siempre ante aquel estruendo. Al principio, creyó que las aguas gélidas y arrolladoras se lo llevarían por los aires. Cada día las precipitaciones arrecian con más fuerza, pensó mientras resistía los chorros que laceraban sus carnes. Y lo peor era el espacio, o mejor, su ausencia. Le cercaban dos paredes, blancas e insuperables, a la altura de los talones. Fuera de ahí, la suciedad, la peste, la podredumbre. No tenía sitio para moverse. Si lo hacía, multiplicaba el riesgo de perder el equilibrio. Debía soportar como un mártir encadenado aquellos padecimientos, día tras día. No había forma de escapar.
Sin embargo, poco a poco, fue habituándose. El agua perdía hielo, transformándose primero en una sensación soportable y después en una caricia templada. Superados los segundos agónicos, comprendió que aquello no era tan terrible. Cerró los ojos, respiró y buscó el jabón. La ducha podía comenzar.
Muy bien, Carlos. Hay que hacer de un acto tan cotidiano una obra literaria. Hay algo en tu narración que me hace pensar en Cortázar. Pero como siempre, entre el lector y el escritor hay muchos otros escritores de por medio.
ResponderEliminarSaludos.
Por cierto, ¿has visitado Instantario?
Me encanta tu capacidad de magnificar los segundos y de dar significado a lo cotidiano, a todo aquello que pasa desapercibido por rutinario. Muy bueno!!
ResponderEliminarDe puta madre, este relato tiene un algo... que te da que pensar. Saludos.
ResponderEliminarMe alegro de que os haya gustado. Con frecuencia recurro a situaciones fantásticas en mis narraciones, pero a veces me gusta dejarme deslizar en lo cotidiano. Saludos y gracias por los comentarios.
ResponderEliminarGracias, Carlos, por tu visita a Instantario, por el comentario y por seguir este proyecto literario hecho de instantáneas vitales.
ResponderEliminarSaludos
Ha sido un placer, Bocanegra. Seguiré con atención las próximas publicaciones de Instantario.
ResponderEliminarhttp://ponerunaqueja.blogspot.com/
ResponderEliminarIncreible...que de una simple ducha..logres hacer semejante relato!!Te voy a seguir!!!me gusta mucho lo que haces!Te dejo mi blog por si quieres pasarte y visitarlo.Saludos