Relatos de ficción, poemas, cómics, ilustraciones y música convivieron en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no podré olvidarme: el Teatro Circo de Albacete. No hubo rivalidad entre las distintas modalidades artísticas, sino una explosión de juventud y creatividad. El evento de la entrega de premios, celebrado el miércoles 11 de mayo, fue extraordinario, maravilloso, único, irrepetible. Al menos así lo viví yo. Perdonen mi falta de mesura, pero a uno no le suelen llover los premios como las gotas de sudor después de una larga carrera. La del escritor, dicen, solo termina con la muerte. Lo único que sé es que, gracias al XXX Concurso Literario para jóvenes promovido por el ayuntamiento albaceteño, soy seiscientos euros menos pobre y algo menos desconocido: Los galardonados
El Teatro Circo, que funcionó también como un bar, fue el escenario donde se materializó, en forma de aplausos y diplomas, el reconocimiento a los creadores, todos menores de treinta años. El acto estaba previsto a las ocho de la tarde en la sala Pepe Isbert, presidida por un escenario rebosado de instrumentos: batería, piano, contrabajo, guitarra eléctrica… El público aprovechó el retraso de diez minutos para relajarse y pedir bebidas en la barra. Durante el preludio, tan solo destacaba la presencia de un fotógrafo que se acuclillaba o agachaba entre las mesas con su cámara réflex: mi padre.
Patricia Charcos, una joven de la misma edad que el concurso, presentó el acto sin deshonrar al antiguo actor cómico que da nombre a la sala. Lució un vestido retro, con volantes y lazos en los hombros, pelo oscuro que se esforzaba en alborotar y, coronando el atuendo, una nariz de payaso. Hizo de todo: abrir maletas de recuerdos, eclosionar huevos de plástico multicolor, tender la ropa, hacer fotos y hasta mordisquear una manzana que se confundía con su nariz.
Fui el primero en recibir el diploma. La presentadora leyó con énfasis el primer párrafo del relato galardonado. Después pronunció mi nombre y lanzó miradas en derredor. Aunque había asegurado mi presencia, la incertidumbre se levantó por unos instantes en la sala. Al fin me erguí despacio, como si no hubiera escuchado bien. Los moderados aplausos me ensordecieron y paralizaron. Mi padre me empujó levemente hacia el escenario. Ya en él, le hice un gesto para que me fotografiara, pues de pronto se había olvidado de su cámara. Otra mujer se presentó en el escenario, sin que pudiera fijarme muy bien en su aspecto, y me entregó el diploma. Me decidí a pronunciar unas breves palabras de gratitud y enseguida volví aliviado a mi asiento, entre nuevos aplausos cercanos y lejanos, sonoros e inaudibles, sinceros o mecánicos.
El acto continuó con un ritmo dinámico e informal. Incluso se dio una divertida confusión, al entregarse un diploma a una chica que salió corriendo al escenario para decir que no era ella. Los ganadores de la modalidad de poesía recitaron sus versos, algunos con cierta pompa y otros sin levantar la vista del papel. También hubo oportunidad para que Lucía Plaza y Rubén Martín, autores ya más consagrados, manifestaran sus loas a los premiados y a la ciudad misma.
El evento concluyó en torno a las nueve, cuando se concedió un descanso que los asistentes aprovecharon para observar, en el piso inferior, las ilustraciones y cómics ganadores. Mientras miraba una viñeta, el sonido del jazz arribó al teatro. Antes de volver al hotel, escuché de pie junto a la barra la actuación del trío The Jazzwokk, liderado por un músico que cerraba los ojos tras sus gafas para sentir mejor la melodía. Su enorme contrabajo contrapesó una tarde de emociones que languidecerá antes en el tiempo que en mi memoria.
El momento místico en que me entregan el diploma |
Enhorabuena por el merecido premio, como siempre haciéndote de rogar en la entrega del galardón... muy tú. A disfrutarlo.
ResponderEliminarGracias, aunque me parece que me van a hacer esperar un poco para cobrar el premio jeje.
ResponderEliminarFelicidades, Carlos. Siempre se empieza de uno u otro modo. Lo que sigue es no claudicar, aunque amenacen tempestades.
ResponderEliminarGracias, Bocanegra. Espero que, si sobrevienen tempestades, lluevan letras. Saludos.
ResponderEliminar