Uno de los términos que más se repiten en el máster sobre Periodismo
Cultural que estoy realizando es el de la posmodernidad. Se trata de un
concepto amplio, desarrollado por autores como Foucault o Baudrillard, que
abarca varias facetas del mundo contemporáneo y que ha suscitado tantos
aplausos como críticas. En este artículo me propongo reflexionar acerca de las
consecuencias que comporta en el arte de hoy.
En mi opinión, la postura de Vargas Llosa es demasiado conservadora. Si
el arte contemporáneo no nos impactara, si no tuviéramos dificultades para comprenderlo,
no reflejaría la época confusa y compleja en que vivimos. Por ello no es una
contradicción que entendamos mejor el arte clásico. Sus valores y su estética
han sido asimilados a lo largo de los siglos y, aunque hayan quedado desfasados
en parte, no nos cuesta identificarnos con ellos. Pero eso no significa que
ciertas manifestaciones del arte de hoy no sean dignas de situarse junto a las
grandes obras clásicas.
Ahora bien, la postura de los posmodernos es demasiado radical. La
pérdida de las jerarquías termina por desvalorizar el concepto de cultura y
asesta un golpe duro a la figura del creador. Son necesarios los autores
brillantes y los autores mediocres para establecer diferencias entre el valor
artístico de sus obras, cuyo mérito no puede reducirse a lo que señale la
dictadura del mercado.
El ansia de progreso que caracterizó a la modernidad no ha desaparecido,
aunque se deba adaptar a los nuevos tiempos. Quizá el arte en cincuenta años
sea radicalmente distinto por la influencia de la tecnología. Quizá los seres
humanos ordenen a robots que conformen obras hoy inimaginables. No me cabe duda
de que el arte seguirá evolucionando y sorprendiéndonos. Pero su punto de partida continúa siendo el
mismo: el infinito deseo de libertad que inspira al ser humano. Las ficciones
del arte nos permiten ser más libres que en la vida real, que es una prisión
comparada con el paraíso que nos prometen nuestras fantasías. Por eso nunca se
agotan, porque el hombre nunca se cansará de soñar. Y por eso creo que vale la
pena acometer la creación de algo nuevo, o al menos actuar como si tal cosa no
fuera imposible de antemano en estos tiempos que corren. El arte debe ser tan
ambicioso hoy como lo ha sido siempre.
Absolutamente de acuerdo, Carlos. El arte ha de ser libre y como tal su expresión cambiante, no puede existir un mundo estático, con un solo pensamiento.
ResponderEliminarAsí es, Blanca. ¿Qué sería la vida sin el arte? Sin duda algo menos interesante y bello. Por cierto, tu novela me tiene enganchado, creo que me la terminaré en pocos días.
ResponderEliminarUn abrazo
La posmodernidad (((me parece))) no es ya lo que pretendía ser; antidefiniciones y antijerarquías, relativismo en múltiples acepciones, y un largo etcétera. La posmodernidad -o mejor, la hipermodernidad (como la ha llamado Jose Antonio Marina)- se ha puesto del lado de las mercancías antes que del lado social-humano. Hoy todo pasa por redes en las que se evalúa la utilidad del producto, y dentro de éste, cabe lo mismo una novela que el diseño de una casa -con todo lo que esto implica-, un artículo académico que una canción de Lady Gaga; cualquier clase de producto está previamente tratado por redes instituidas de evaluación, las cuales co-responden o tratan de co-responder claramente a intereses de mercado, antes que a intereses sociales o culturales. Por tanto, estamos entrando -si no es que ya hemos entrado perfectamente- en una época en que la desilusión, la apatía, la desesperanza... son la otra fuerza con que nos impulsamos para conseguir -hasta ahora- el espacio de los asombros, o bien, el vacío para generar lo verdaderamente otro; desconocido para nosotros mismos, y nosotros mismos, en la misma ruta del des-conocernos.
ResponderEliminar(((Todo este comentario, léase como un botepronto en reacción a lo que has escrito, Carlos. Efectivamente, habría que reflexionar más esto y llevarlo a un trabajo más dilatado en ideas y conceptos confiables. Pero no es este el mejor lugar para hacerlo)))
Saludos
Un botepronto muy valioso, Bocanegra. Sin duda es un tema que suscita reflexión. La posmodernidad es un concepto que me deja perplejo. En algunos aspectos creo que ha sido positiva y en otros me parece que es una amenaza para lo que siempre hemos entendido por cultura. Siempre he admirado aquellas generaciones como la del 27, que no se alzaba contra nada y sin embargo suponía un movimiento de dinamismo y renovación. El posmodernismo ha querido ser tan radical en sus posiciones (al menos algunos de sus autores más representativos) que me suscita ciertos recelos.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo y gracias por tus comentarios, siempre tan enriquecedores.
Interesante reflexión.
ResponderEliminarLa verdad es que se trata de un concepto que se aleja de mi entorno académico y personal, por lo que tu entrada me ha supuesto, además de una lectura agradable, un nuevo aprendizaje.
Teniendo en cuenta esto, no voy a entrar en debate. Me parece muy razonable tu opinión respecto a las diferentes posturas que, juntas, definen el conjunto de tu escrito.
Un placer.
Me encantaría invitarte a mi pequeño rincón, sería un honor leerte por allí. No tiene nada que ver con tus reflexiones, pues son más bien cuentos, cartas, pequeños relatos, pero me encantaría que te gustasen.
¡Un saludo!
Me alegro de que mi lectura haya podido servirte de entrada al posmodernismo (sin duda de forma muy superficial, dado que lo he resumido de manera muy breve). Ya suelo visitar tu rincón y siempre es un placer leerte, LadyLuna.
ResponderEliminar¡Saludos!
Muy buena reflexión. Como se llama la imagen de la obra de arte?
ResponderEliminarHola, Daniela, gracias por tu comentario. La verdad es que no lo sé o no lo recuerdo, es una entrada del año 2012, pero nunca es tarde si la dicha es buena.
EliminarUn saludo