Esta entrada va a ser un
poco diferente. En ella voy a explicar cómo interpreto mis sueños de manera
intuitiva mediante un ejemplo, por si resulta aplicable para el lector. Os cuento. El
otro día, en contra de mi costumbre, escribí dos páginas de mi novela (ya llevo
120) antes de irme a dormir. Ya en la cama, seguí reflexionando sobre cómo
debía continuar la historia. Incluso llegué a pensar que tal vez soñaría con
ello, como efectivamente sucedió de manera alegórica.
Cuando me desperté sobre
las siete de la mañana, hice el ejercicio de recapitular los recuerdos de mi
sueño. Escribía un artículo para un periódico en el que explicaba que en los
últimos años el dominador del fútbol español había sido el F.C. Barcelona (lo
cual no podía hacerme mucha gracia, ya que soy aficionado del Espanyol y del
Real Madrid). De repente, el Barcelona jugaba contra el Levante en mi propia
sala de estar. Yo era consciente de que el duelo transcurría en mi domicilio,
pero estaba convencido de que se trataba de un partido de liga (al fin y al
cabo, la parte más racional del cerebro no suele activarse durante los sueños).
El Barcelona ganaba como
casi siempre, pero en un momento dado yo salía a jugar y contribuía a que el
Levante se acercara en el marcador hasta el 3-2. Justo cuando el partido
rebosaba emoción, todos los jugadores abandonaron el campo (es decir, el salón
de mi casa) y me quedaba solo. Entonces me desperté presa del desconcierto.
Estuve a punto de
renunciar a la comprensión del sueño, pero al recuperar algunos detalles (al
principio no recordé que estaba redactando un artículo) me di cuenta de que el
fútbol era una alegoría de la escritura. Mi intervención en el partido obedece
a mi deseo de modificar la realidad, aunque sea a través de la ficción. No
conforme con limitarme a apuntar lo que había ocurrido, como haría un
periodista de información deportiva, deseaba ser el protagonista de la acción y
transformarla en algo más grato (yo no quería que el F.C.B. volviese a ganar).
Para ello asumía el papel de jugador-escritor en un territorio (mi propia casa,
mi propia fantasía) en el que yo ponía las reglas.
¿Por qué me quedaba solo
al final? O, dicho de otro modo, ¿cuál era la lección que podía sacarse de mi
sueño? Que mi novela no debe girar en torno a mi propia persona, puesto que en
tal caso no interesará a nadie y me quedaré solo (sin lectores). El protagonista
de mi novela, que cuenta la historia en primera persona, es un joven
universitario que comparte ciertos rasgos conmigo, no tanto en su personalidad
como en su pensamiento. De hecho, le he atribuido varias reflexiones que había
escrito meses atrás sin apenas modificar una palabra. No es que esto sea malo
de por sí, pero el sueño me ha servido para recordar que en la novela es
necesario construir la ficción de modo que conforme la historia más interesante
posible con los materiales de que se dispone. No hay que buscar la solución más
cómoda si no es la mejor, ni están en los recuerdos todas las respuestas, ya
que se trata sobre todo de un ejercicio de imaginación.
No sé si esta
reconstrucción servirá a alguien para interpretar uno de esos sueños intrigantes
que a uno le parecen absurdos de raíz. Si es así, habrá valido la pena. Creo
que todos somos “Freud en potencia” y tenemos la capacidad de entender los
valiosos mensajes que a veces se esconden en nuestras ensoñaciones, si le
ponemos algo de interés al asunto.
Mi novela tuve que modificarla dos veces por culpa de los sueños. Y debo decir que los dos cambios que le di, uno muy grande que influye en el global de la historia y otro menor, pero que le daba mucha más acción y coherencia, me gustaron hasta tal punto, que tengo listo un esquema para un futuro trabajo que saqué de un sueño.
ResponderEliminarUn abrazo y, ¡¡VISCA BARÇA, AMUNT LLEVANT!! que son mis dos equipos
No puedo coincidir con lo último, pero sí con la importancia que tienen los sueños en la literatura y en la vida misma. Creo que ya he contado alguna vez que en el primer relato que escribí, cuando era apenas un niño, lo que hice fue básicamente poner por escrito un sueño que me había impactado. Y, por cierto, estaba protagonizado por un futbolista del R.C.D. Espanyol que no tenía piedad con los azulgranas.
ResponderEliminar¡Un abrazo, Dani!
He leído tu entrada con mucha atención y me ha encantado. Tienes mucha razón en cuanto a que la parte más racional se queda apagada en el sueño, yo no pienso con claridad y también noto que me muevo más lento que en la realidad.
ResponderEliminarMe has animado, algún día tengo que probar a descifrar un sueño mío.
Te sigo. Un saludo!
http://laleydelaveleta.blogspot.com.es/
Hola, Luis, bienvenido al blog. Me alegro de que te haya interesado la entrada. También se dice que en los sueños uno tiene la impresión de que transcurre más tiempo del real, es decir, un minuto sería como cuatro aparentes en el sueño. Sin duda existe todo un universo onírico al que vale la pena asomarse.
ResponderEliminarYo también te sigo, ¡saludos!
Bien explicado ese sueño, se ve que Freud te ha indicado los caminos, al menos en parte, estoy de acuerdo con tu texto, los sueños para mí son informadores que necesito escuchar tanto para recrear una ficción (novela) como para entender y examinar para explicarme ciertas circunstancias de mi vida.
ResponderEliminarSiempre he tenido en cuenta los sueños a la hora de escribir, de hecho, mi primer libro de relatos que anda por ahí en un cajón, fue un ejercicio de cómo trasladar al papel lo onírico. Y desde entonces suelo anotar mi sueños de ellos aprendo mucho, yo diría que incluso más que de la vigilia.
Saludos Carlos.
Hola, Salvador. Me alegro de que tú también te hayas decidido a penetrar en el rico universo onírico. Hay una página web que es interesante para aquellos que tratamos de comprender y disfrutar de nuestros sueños, os dejo el enlace: http://onironautas.org/
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