Señora Muerte:
Le escribo con
la esperanza de que no me conteste, ya que es por todos sabido que su única
respuesta, tanto a las plegarias de la humanidad como a sus maldiciones, es la
aniquilación de la vida. A decir verdad, tampoco estoy seguro de si es correcto
el empleo de la forma femenina. En cualquier caso espero no ofenderla con mi
tratamiento, que se rige por la tradición.
El humilde
propósito de esta carta es agradecerle su visita a algunas personas que me eran
profundamente ingratas. Con especial alborozo la felicito por su obra del
pasado miércoles, cuando puso fin a la miserable existencia de mi suegra.
Aunque no pude presenciarlo, su caída escaleras abajo debió de ser muy vistosa.
No es menos destacable
el final del amante de mi esposa. Un accidente de coche es un método – si bien
bastante recurrente – rebosante de infinitas combinaciones, de las cuales
escogió, sin duda, la más artística. Ni un asesino profesional lo hubiera hecho
tan bien. Aunque, bien pensado, ¿quiénes somos los hombres para calificarnos de
profesionales en el desempeño de matar? Ninguno de nosotros, por grande que
haya sido su obstinación, puede atribuirse ni una mísera porción de sus méritos,
señora. Los genocidios nazis, las depuraciones soviéticas, las cruzadas
religiosas… palidecen ante sus innumerables recursos. No hay discusión: la
única profesional es usted.
Por si fuera
poco, también tuvo la simpatía de aniquilar a mi jefe, que el día anterior
había estado a punto de despedirme del trabajo. Si no supiera que es usted
totalmente independiente e inescrutable, diría que ha estado trabajando para mí
con encomiable voluntad y formidable acierto. No solo me he librado de las
amenazas y descalificaciones de mi superior; ahora ocupo su puesto, lo que me
da la oportunidad de amenazar y descalificar a otros.
Le estoy infinitamente
agradecido. Tan sincero es este sentimiento que le prometo no resistirme cuando
vaya a buscarme. Le entregaré mi vida de buen grado, aunque me permito
suplicarle que me deje disfrutar de ella el mayor tiempo posible, ahora que empieza
a merecer la pena.
No quiero
entretenerla más, ya que sin duda estará ocupada. Como desconozco dónde se encuentra
su residencia habitual, he juzgado conveniente depositar el sobre – con toda humildad
y la mayor cortesía – sobre la tumba de mi suegra.
Con mis
mejores deseos, me despido de usted y le deseo que pase un feliz día
Buena Persona
Anónima
una lástima que algunas suegras no saben leer, sino haría un copy&paste y le reenviaría a montones.
ResponderEliminarJaja, yo creo que hay que tomarse todo con humor, incluso la muerte. Tal vez por ello escribí este texto.
ResponderEliminarSaludos!
Un relato al uso de misiva muy humorístico, pero a su vez muy trágico, pero eso será que lo trágico-cómico son parte de nuestras vidas. Ironizar con la muerte es un año más de vida, y el sarcasmo está servido.
ResponderEliminarSaludos.
Salvador
Estoy de acuerdo contigo. Por lo general soy muy irónico en mis escritos, tanto para mostrar una visión crítica de la realidad como para buscar sus aspectos más cómicos.
ResponderEliminarSaludos cordiales
No conocia tu humor negro y como siempre escribes genial.
ResponderEliminarun abrazo
fus