Por fin respiró. Su trabajo cabalgaba en agobios día tras día, pero nunca antes había tenido una jornada tan ajetreada. Ahora sentía que toda su experiencia había sido un entrenamiento indulgente que a duras penas le permitió sobrevivir a su más dura mañana. Víctor se levantó a las 6:50 y a los cinco minutos ya estaba duchado, a los diez desayunado y a los quince circulaba con su veterano Renault Clio en dirección a los estudios de radio. Era el primero en arrancar cuando el semáforo se ponía verde y el primero en frenar en los pasos de peatones y, aunque no conducía muy deprisa, sus acompañantes (cuando los había) tenían la impresión de que su manejo era similar al de un piloto de carreras. Si el tráfico lo permitía se quedaba mirando con fijeza al transistor de radio, como si pudiera verle los ojos, o como si imaginara a través de sus palabras al artista musical en pleno concierto, o a los políticos en sus mítines o a los terremotos desbaratando el mundo con sus caprichos.
La mañana de Víctor Izquierdo, locutor de noticias de Aragón Radio en Zaragoza, empezó con la efervescente rutina diaria. Durante el trayecto en coche ejecutó sus ejercicios respiratorios y bucales, necesarios para que su potente voz retumbara en las ondas con la claridad del alba. Aunque la mayoría de sus compañeros prescindían de ellos, él reconocía en privado su condición de fetichista de la voz. Le proporcionaba placer abocinar los labios y relajarlos a continuación, sacar la lengua y moverla de un lado a otro ante el asombro de los demás conductores o ir soltando poco a poco el flujo del aire en largas expiraciones hasta controlarlo de manera perfecta. En cuanto llegó a la redacción saludó a los compañeros (era capaz de saludar a cuatro o cinco personas situadas en extremos diferentes casi al mismo tiempo, combinando manos, cejas, sonrisas y palabras con una coordinación asombrosa) y se sentó en su cabina junto al micrófono, solo ante el peligro del globo informativo dispuesto a estallarle a uno en la cara en cualquier instante.
No tardó ni dos segundos en levantarse del asiento como impulsado por una dentellada para saludar a su jefe, empleando al tiempo manos, cejas, sonrisas y palabras, pero sin resultar empalagoso, por supuesto. Volvió a sentarse y de nuevo las dentelladas amenazaron con arrancarle el pantalón. Corrió en busca de una hoja con las noticias del día actualizadas, ya que una inclusión de ultimísima hora convertía en estéril el documento que tenía frente a él. Una vez reunida toda la información comenzó la lectura apresurada. Mientras leía tomaba apuntes, tachaba frases, subrayaba nombres y corregía datos. Leía y redactaba al mismo tiempo en una carrera contra el reloj, que dictaba su vida en forma de boletines informativos. Para el de las ocho apenas faltaban cinco minutos, se había retrasado por la inclusión de la noticia sobre el accidente mortal en la A-2 y no tendría tiempo de practicar la locución. Esperó la señal del técnico de sonido y comenzó su interpretación:
“Hola qué tal, muy buenos días. Dos personas han fallecido esta tarde cuando circulaban…”
Se esforzaba en la entonación de cada sílaba, en alterar los matices de su voz para mantener la atención de un oyente que, acaso medio dormido a esas horas tempraneras, debía despertarse al son de sus palabras. Podría decirse que su trabajo se fundamentaba en disimular la monotonía que, en el fondo, le provocaban todas sus informaciones, y en narrar cada noticia como si fuera extraordinaria, única, reveladora del destino de la humanidad. En este engaño había logrado cierta maestría. Su jefe estaba muy contento con él y le había confiado, pese a su corta edad, el liderazgo de los informativos de la mañana.
Sobrepasaba el mediodía de una jornada llena de accidentes y declaraciones crispadas de políticos cuando las agencias de noticias propias y ajenas se colapsaron: extraterrestres. Esa era la única noticia, increíble aunque aparentemente cierta, con imágenes que le otorgaban credibilidad y testimonios que narraban, llenos de asombro, lo inverosímil. La redacción fue quedándose vacía, a los periodistas radiofónicos, educados en el valor supremo de la palabra y en la obligación inexcusable de informar, solo les gobernaba su instinto, su deseo de ver con sus propios ojos, porque no les bastaba con oír o leer lo que otros dijeran ni con examinar lo que otros fotografiaran: querían VER lo inverosímil y se marchaban corriendo en su búsqueda.
Víctor se quedó en la redacción con la única compañía de su sentido ineludible del deber, que no conocía el descanso ni la excepción a la norma y para el cual todo giraba en torno al próximo boletín informativo, para el que faltaban cinco minutos. Recapituló la información que pudo recabar en Internet e improvisó un texto que leería justo al terminar las señales horarias, ni un segundo antes ni una décima después. Repitió sus ejercicios respiratorios y bucales, acudió a la mesa de mezclas, llena de botones, palancas y luces cuyo significado había aprendido unos diez años atrás, y lo dispuso todo para que su voz resonara como un trueno en la tempestad informativa.
“Hola qué tal, muy buenos días. Es la una del mediodía, hora de un informativo marcado por un acontecimiento extraordinario. Según informaciones provenientes de numerosas agencias de noticias, un grupo de extraterrestres ha aterrizado en nuestro planeta durante los últimos minutos. Los primeros datos llegaron a la redacción a las 12:15, cuando se produjeron avistamientos en Madrid, y enseguida se multiplicaron los avisos hasta abarcar toda la península. Se desconoce la forma en que han llegado a la Tierra, aunque algunos informadores han mencionado la presencia en los campos de extraños objetos, similares a balsas gigantescas, que quizá utilicen como medio de transporte. Por las fotografías de que disponemos, los alienígenas alcanzan un tamaño comparable al de un niño de siete u ocho años y son de diversos colores. En la posición central de lo que parece su rostro tienen una única esfera, de color también cambiante, y en la ubicación de las orejas poseen antenas de unos 20 cm de largo. Sus brazos casi no sobresalen del resto del cuerpo y cuentan con pequeñas protuberancias que emplean para agarrarse a los objetos. Se desconoce la cantidad de extraterrestres que han llegado a la Tierra, así como sus intenciones. En posteriores boletines informativos trataremos de ampliar los detalles sobre la invasión.”
Me gusta =D curioso que al ser una invasión extraterrestre Victor esté tan tranquilo xD a ver lo que deparan los siguientes capts! =D
ResponderEliminarEn cualquier caso, debo aclarar que la novela no narra la típica invasión marciana, con batallas entre los humanos y los alienígenas (demasiadas historias de este estilo se han contado ya). Los protagonistas son los personajes que reaccionan de forma diversa ante lo desconocido. La llegada de los extraterrestres será el elemento que distorsione sus vidas.
ResponderEliminar