El año que desterró la alegría
de los rostros,
celebrándose en cuarentena
la fiesta de los necios.
El año en que se condenó a los
jóvenes
como verdugos del futuro,
y se volvieron insensatos los
abrazos,
encuentros y romances.
Cuando se enquistaron los odios
sumergidos
y los cráneos se hundieron
buscando amaneceres.
Cuando señalaron por la ventana
a niños tristes
y agredieron a hombres sin
máscara
que paseaban por la calle.
Las palabras se convirtieron en
ladridos,
las miradas en balas,
los bares en infiernos verdes,
las plazas en testigos mudos.
El miedo se tornó ley,
el amigo en conocido
y en hostil el extraño.
Este año que podría durar un
siglo,
cuyos días rebotan mórbidos
en la garganta de la noche.
Este año que no termina nunca…
¡Maldito 2020!
Ojalá se derrame en el olvido
como una pesadilla leve.
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