Hundir los pies en hojas como espuma,
no ver nada de lo que se oye
salvo los troncos detenidos
en el eterno paso de su danza.
Tus propios pies te acechan
en el velo apenas rasgado del misterio.
El brillo del diamante palidece ante la luz
acrisolada
con que baña a su antojo el sol
las ramas de los árboles.
Hago amistad en el camino con las mariposas.
Amantes inconstantes,
te acompañan fielmente
hasta que perciben en el aire un rumor ignoto
e invierten el sentido de su vuelo.
Y al volver a lo que llamamos civilización
te embargan mil pesares.
Sientes haber dejado algo de ti en una rama del
bosque:
tal vez la mejor parte.
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