Su vida no era un sueño, ni soñaba la vida, ni cumplía sus sueños. Pero estos eran su trabajo, su comida, su patrimonio. La primera vez que tuvo un sueño literario era apenas una adolescente. Al despertarse recordaba hasta el más ínfimo detalle de las desventuradas vivencias de Adolfo el Roncador, un personaje cuyos ronquidos agrietaban las barreras del tiempo y lo trasladaban a una nueva dimensión. La historia le había despertado tales emociones que no pudo resistir el impulso de escribirla nada más levantarse de la cama.
Pocos años después, la novela de Adolfo el Roncador se convirtió en una de las obras más vendidas en nuestro país. Concedió numerosas entrevistas, pero jamás reveló su secreto. Explicaba sus logros en el trabajo diario, la corrección incansable, la lectura voraz. Jamás pensó en concederle ningún mérito a sus ensoñaciones. Al fin y al cabo le pertenecían y podía explotarlas hasta la extenuación.
Al principio los sueños no protestaron. Volvieron a emerger de ellos personajes fabulosos e historias rebosantes de originalidad. Escribía por la mañana y consagraba la tarde al tiempo libre. Pero, justo cuando su nueva historia llegaba al clímax, notó que se hacían cada vez más difusos. Le costaba mucho recordarlos, olvidaba escenas importantes y confundía los conflictos de los protagonistas. El nerviosismo la agarrotó y el insomnio se convirtió en una tortura. Dormía poco y mal y no soñaba nada.
Por fin había despertado.
Todo era sueños, vivia una realidad dentro de los sueños.Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarun fuerte saludo
fus
Sin sueños, me parece, la vida tendría excesivos fardos insoportables. Sin sueños, es casi seguro que la especie humana habría perecido hace siglos.
ResponderEliminarSaludos de ensueño.
Los sueños son el motor de nuestras vidas, la razón por la que nos levantamos día tras día, el motivo por el que no tiramos la toalla. Los sueños son, también, la causa por la que desesperamos y llegamos a rendirnos cuando, a pesar de los esfuerzos, se ven incumplidos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Francisco
Ya decía Edgar Allan Poe hace muchos años que la vida no es más que un sueño dentro de un sueño. A mí, desde luego, hay días en que lo más interesante me ocurre mientras duermo.
ResponderEliminarSaludos oníricos y gracias a todos por comentar.
La realidad y los sueños se entremezclan a veces.Lo que está claro es que sin sueños ,la realidad es mas dura.Los sueños son a veces tan reales que la realidad se queda" chiquitica".
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, conduman. Los sueños nos dan pistas muy importantes sobre el camino que debemos seguir en la vida, aunque nunca se sabe si es bueno que se cumplan.
ResponderEliminarUn saludo
Realismo puro.
ResponderEliminarMe gustó que parecía fantasía. Excelente sorpresa.
Me alegro de que te gustara esta breve narración, Carlos. Nos leemos.
ResponderEliminarLos sueños, sueños son y al final llegó el caos y la desilusión... pero estoy segura que terminará por volver a recuperar los sueños perdidos... magistral creación, mi admiración, saludos.
ResponderEliminarSeguramente vuelva a encontrarlos cuando empiece a valorarlos. Nuestros sueños también son nuestro patrimonio.
ResponderEliminarSaludos y gracias por tu comentario.
¿Que sería nuestra vida sin sueños?
ResponderEliminarHermoso blog, fue un gusto pasar a leerlo, abrazos!
Sería una pesadilla (estas también son muy necesarias, por cierto, y resultan más aleccionadoras). Bienvenida al blog, Cristina, espero que te quedes por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo
que afortunados que aun tenemos sueños.
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