Es
imposible pensar con tanto ruido. La ciudad nos ha acostumbrado al constante
rumor de fondo: otra forma de respirar, que ahoga. La infinidad de matices que
perdemos por causa de este rumor no podrá recuperarse nunca. Contaminación
mental. Cultura del barullo. Rendición del pensamiento.
A veces
no queda más remedio que ondear la siniestra bandera blanca y dejar que, como
autómatas, nos guíe la rutina. Cuesta tanto desprenderse de ella como de la
propia piel, o del ego. La necesitamos como única brújula del mundo contemporáneo.
Nos agarramos a la rutina para no caer al vacío como una prenda mal tendida en
un soplo de viento.
Mientras
otros buscan la casa de sus sueños, yo sueño con la palabra de mi vida.
Cuando
desertar del móvil es la única victoria posible, hemos perdido todas las
batallas.
Entender
tu mirada es tan difícil como describir el cuerpo de una mujer embarazada.
Y
cuando parece que las palabras empiezan a escribirse solas, y han encontrado al
fin el ritmo del silencio, se apaga la última estrella y la noche pone punto
final al texto.
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