martes, 22 de mayo de 2012

Carta a la Muerte



Señora Muerte:

Le escribo con la esperanza de que no me conteste, ya que es por todos sabido que su única respuesta, tanto a las plegarias de la humanidad como a sus maldiciones, es la aniquilación de la vida. A decir verdad, tampoco estoy seguro de si es correcto el empleo de la forma femenina. En cualquier caso espero no ofenderla con mi tratamiento, que se rige por la tradición.

El humilde propósito de esta carta es agradecerle su visita a algunas personas que me eran profundamente ingratas. Con especial alborozo la felicito por su obra del pasado miércoles, cuando puso fin a la miserable existencia de mi suegra. Aunque no pude presenciarlo, su caída escaleras abajo debió de ser muy vistosa.

No es menos destacable el final del amante de mi esposa. Un accidente de coche es un método – si bien bastante recurrente – rebosante de infinitas combinaciones, de las cuales escogió, sin duda, la más artística. Ni un asesino profesional lo hubiera hecho tan bien. Aunque, bien pensado, ¿quiénes somos los hombres para calificarnos de profesionales en el desempeño de matar? Ninguno de nosotros, por grande que haya sido su obstinación, puede atribuirse ni una mísera porción de sus méritos, señora. Los genocidios nazis, las depuraciones soviéticas, las cruzadas religiosas… palidecen ante sus innumerables recursos. No hay discusión: la única profesional es usted.

Por si fuera poco, también tuvo la simpatía de aniquilar a mi jefe, que el día anterior había estado a punto de despedirme del trabajo. Si no supiera que es usted totalmente independiente e inescrutable, diría que ha estado trabajando para mí con encomiable voluntad y formidable acierto. No solo me he librado de las amenazas y descalificaciones de mi superior; ahora ocupo su puesto, lo que me da la oportunidad de amenazar y descalificar a otros.

Le estoy infinitamente agradecido. Tan sincero es este sentimiento que le prometo no resistirme cuando vaya a buscarme. Le entregaré mi vida de buen grado, aunque me permito suplicarle que me deje disfrutar de ella el mayor tiempo posible, ahora que empieza a merecer la pena.

No quiero entretenerla más, ya que sin duda estará ocupada. Como desconozco dónde se encuentra su residencia habitual, he juzgado conveniente depositar el sobre – con toda humildad y la mayor cortesía – sobre la tumba de mi suegra.

Con mis mejores deseos, me despido de usted y le deseo que pase un feliz día

Buena Persona Anónima

5 comentarios:

  1. una lástima que algunas suegras no saben leer, sino haría un copy&paste y le reenviaría a montones.

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  2. Jaja, yo creo que hay que tomarse todo con humor, incluso la muerte. Tal vez por ello escribí este texto.

    Saludos!

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  3. Un relato al uso de misiva muy humorístico, pero a su vez muy trágico, pero eso será que lo trágico-cómico son parte de nuestras vidas. Ironizar con la muerte es un año más de vida, y el sarcasmo está servido.
    Saludos.
    Salvador

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  4. Estoy de acuerdo contigo. Por lo general soy muy irónico en mis escritos, tanto para mostrar una visión crítica de la realidad como para buscar sus aspectos más cómicos.

    Saludos cordiales

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  5. No conocia tu humor negro y como siempre escribes genial.

    un abrazo

    fus

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