viernes, 13 de marzo de 2015

Entrevista a David Barba: "El periodismo está recuperando su función de crítica social"


Aunque ha ejercido doce años la docencia universitaria, David Barba no encaja en el perfil del típico profesor. Profundamente crítico con los modelos educativos imperantes, sus intereses son muy amplios (el cine independiente, los tipos de personalidad, la novela negra, el mundo del porno, el sexo en España y la filosofía oriental son solo algunos de ellos). Cuando me dio clase sobre periodismo cultural en la Universidad Pompeu Fabra saltaba con agilidad de un asunto a otro y, si tenía algún guión, lo trituraba en los primeros compases de su discurso, siempre incisivo e irreverente. 
Dirige Ediciones La Llave, la editorial que fundó el psiquiatra chileno Claudio Naranjo, donde publica libros sobre psicología, filosofía y religión. O quizá simplemente sobre el ser humano: sus indescriptibles vaivenes y transformaciones. Fui a visitarlo a la sede de la editorial, que parece un remanso de paz en medio del frenesí barcelonés. Con un té encima de la mesa hablamos de más temas de los que puedo recordar, pero lo primero que le pregunté (escéptico por naturaleza) fue qué llave pretendían abrir los libros que publica. “La de la sabiduría”, me dijo sonriente, pero “entendida como algo más allá de la erudición”. Según David, no solemos buscarla “en el pozo de la conciencia, sino en lugares donde nos deslumbra el dinero, la fama o la seducción”.
La figura de Claudio Naranjo ha resultado decisiva para él en esa búsqueda siempre inconclusa. David Barba lo considera su “antimaestro”, alguien que no permite que le imites, “a veces severo” y con métodos de enseñanza “un poco violentos”. El psiquiatra chileno habla de la necesidad de revolucionar la conciencia, lo cual puede sonar maravilloso… o el inicio de la Tercera Guerra Mundial.

El mayor problema que aflige a los seres humanos es para David “el aplastamiento del animal interior”, siendo la cultura “el gran mecanismo represor de la instintividad”. Nos aterra la posibilidad de liberarnos porque se nos ha inculcado la idea de que los instintos son peligrosos y perversos; hay que mantenerlos siempre cerrados bajo llave en el sótano más profundo de la conciencia. Sin embargo, considera que la psicología contemporánea ha refutado las tesis más pesimistas de Freud acerca de la naturaleza humana. “Si no volviéramos locos a los niños en casa y en la escuela, sabrían regular por sí mismos sus emociones”, afirma. Como consecuencia de esa represión innecesaria “que es la razón de que exista y se multiplique la pornografía” padecemos una “crisis de civilización en que la gente joven ve el futuro de una manera distópica, casi ciberpunk. No vivimos en una sociedad compasiva ni cooperativa, sino competitiva hasta la estupidez”.
Comte-Sponville afirmaba que “el siglo XXI será espiritual y laico o no será”. David se muestra de acuerdo y se define como “un ateo espiritual”;  alguien que con los años ha pasado “de ser un idiota a un imbécil”, en el sentido griego del término, cuya etimología asocia la idiotez a pensar solo en sus propios intereses y la imbecilidad a vivir apoyándose en los demás. Respecto a pensadores actuales como el coreano Byung-Chul Han y el esloveno Slavoj Žižek, lamenta su aproximación "demasiado intelectual" a asuntos que merecen ser entendidos "desde la fenomenología". Encuentra más atinados a otros filósofos como Martin Buber, Iván Illich o el inagotable Friedrich Nietzsche.

Para sostener la civilización y evitar que se vaya a pique junto con todas nuestras creencias, David Barba considera esencial “encontrar un punto de equilibrio entre cultura y natura, ahora aplastada”. Reivindica el ejemplo de las tribus paleolíticas o de las que aún subsisten hoy día (por ejemplo en la Amazonia), cuyos miembros colaboran de manera altruista para asegurar el funcionamiento de la comunidad. Aunque en ocasiones experimenten conflictos, no se trata de “violencia estructural” como la que padecemos en nuestra sociedad. “Normalmente se les ve como como el ejemplo de la barbarie, pero en realidad nosotros somos los bárbaros”, pues vivimos en una civilización “que atenta contra la otredad y contra el eros”. 
Porque también el amor, en sus distintas gradaciones y matices, se halla en crisis en la sociedad contemporánea. Sin ánimo de convertirlas en disciplinas científicas, David es partidario de la meditación y de la terapia Gestalt por el potencial que poseen para ayudar a las personas. “Acallar los interminables porqués de la ciencia y admirarse de que existen cosas más grandes que uno mismo, como la naturaleza o el universo, ya es una forma de meditación”, asegura. Sin embargo, incluso este amor admirativo decae en Occidente, pues “nadie confía en nadie, y el mono loco de la mente lo empaña todo en nuestra cultura”.

En lo que sí confía el entrevistado es en la labor de algunos compañeros que han roto el status quo de los medios de comunicación con iniciativas como Público.es, Eldiario.es o X-net. En la época de bonanza económica “muchos periodistas estaban comprados”, pero ahora  “el periodismo está recuperando sus funciones de crítica social y política, que parecían haber dejado en manos de los escritores de ficción”. Entre estos últimos destaca a los maestros de la novela negra (de hecho organiza junto a Lorenzo Silva el Festival Getafe Negro sobre este género literario).
También considera esperanzador el auge de una nueva formación como Podemos que “ha reactivado el interés de la gente por la política”. Critica que algunos medios tradicionales estén realizando “propaganda de guerra” contra ellos,  al equiparar casos gravísimos de corrupción como las tarjetas Black con, por ejemplo, la concesión de una beca más o menos discutible, máxime cuando “la universidad española es el nepotismo más descarado que existe. Si no tienes un amigo que te recomiende, es casi imposible conseguir una plaza”, asegura.  

Terminamos la conversación, ya bien avanzada la mañana, hablando de nuestros libros más recientes. Él acaba de finalizar uno sobre el eneagrama de la personalidad, un sistema que clasifica a los seres humanos en nueve tipos básicos en función de su carácter. Dice que su grado de precisión es tan elevado que ha llegado a sospechar “que estamos hechos en serie”. Sin embargo, yo sigo sin imaginar en qué categoría podría etiquetarse a David Barba. 

lunes, 2 de marzo de 2015

Un adolescente se suicida porque su pareja no responde al whatsapp

 
 
17:56 -Vuelve conmigo, por favor.
17:56 -Todo ha sido culpa mía.
17:57 -Perdóname.
18:02 -Te quiero.
18:15 -Por favor, contesta.
18:16 -Te necesito.
18:29 -Si no me respondes voy a suicidarme.
18:29 -Te lo digo en serio.
18:30 -Sabes que soy capaz…
18:47 -Ya no puedo soportarlo más.
18:47 -Sin ti no quiero vivir.
18:55 -Siempre te querré.
18:55 –Adiós.
 

Esta es la secuencia de whatsapps que envió D. A, de 18 años,  a su ya ex novia M. L., de 16 (hemos corregido las faltas de ortografía y puntuación sin alterar el significado). La chica no leyó los mensajes hasta las 19:09, cuando él ya se había arrojado desde el balcón del noveno piso en que vivía, causándose la muerte instantánea. Su respuesta llegó demasiado tarde, aunque probablemente no habría aliviado el sufrimiento del suicida.
 
19:10 -Déjame en paz.
Al poco tiempo, sin embargo, agregó:
19:27 -A veces pienso que debería perdonarte pero no sé.
19:28- Dame una razón.
19:28 -Y no me vale la de siempre.
D.A. ya no podrá darle una razón a M.L. La investigación de la policía ha revelado que el joven estuvo aferrándose al móvil hasta el último momento en espera de una contestación. Antes de suicidarse estrelló el teléfono contra el suelo (milagrosamente, el smartphone no murió junto a su dueño).
Ni la madre de D.A. ni la ex novia han querido hacer declaraciones públicas, pero aun así reproducimos parte de su diálogo en casa de la progenitora, poco después de conocerse la tragedia  (para leer la conversación completa, solo tenéis que suscribiros a la versión de pago  por 0,99 € al día).
-Hija de puta, te voy a matar. Ya se lo dije a mi niño, que eras una mala puta.
-Se ha suicidado por tu culpa. A mí me quería y  ti te odiaba. Por algo será, gilipollas.
 
Ambas lloraban con desesperación mientras se tiraban del pelo e intentaban  morderse en las partes más dolorosas a su alcance. Por desgracia, la policía nos echó de la casa junto con las protagonistas de la riña. Tenía que ejecutar un desahucio contra la madre ese mismo día. Una vez reunidas las pruebas y habiéndose aclarado que se trataba de un suicidio, aprovecharon que estaban allí para expulsarlas sin mayores miramientos. Ya en la calle interrumpieron su pelea. En un inesperado arranque de cólera, se lanzaron contra el cámara que me acompañaba y un servidor, que tan solo procurábamos cumplir con nuestro trabajo y velar por el derecho a la información consagrado en la Constitución en alguno de sus invulnerables artículos. Destrozaron el costoso equipo de mi compañero e, incluso, le rompieron un diente. A mí, por fortuna, solo me hicieron sangrar la nariz.
La furia y el nerviosismo de las afectadas llegaron a tales extremos que, mientras intentábamos reponernos de sus agresiones, se arrojaron también contra los policías que habían ejecutado el desahucio. Los agentes se vieron obligados a llevarlas a comisaría e, imagino, aprovecharán para interrogarlas acerca del pobre chaval que se ha partido la crisma (probablemente porque entre las dos lo volvieron loco).  
Prometemos ampliar la información sobre el suceso con un reportaje fotográfico y entrevistas exclusivas en comisaría. Pero tened en cuenta, amigos, que esto es periodismo de alto riesgo, que acabamos de quedarnos sin cámara y no sé si habrá presupuesto para otra… así que solo podrá leer la investigación completa quien pague. Para suscribirse, seguid las indicaciones que aparecen en el siguiente enlace ...

miércoles, 18 de febrero de 2015

Mi novela, ya en formato e-book: ideal para desconectar

Como he anunciado en las redes sociales, mi novela “Desconexión” ya está disponible en Amazon en formato e-book a un precio de 0,99€. Gracias a todos los que la habéis comprado en sus primeros días de vida. Espero que disfrutéis con la lectura y, si os apetece dejar alguna reseña (positiva o negativa), os estaré muy agradecido, pues a buen seguro me resultará de utilidad.    
 
Ahora trabajo para que la obra también esté disponible en papel a través del servicio de Amazon llamado CreateSpace. Está siendo un reto convertirse, además de escritor, en editor de mis propios libros. Mi objetivo es que el resultado sea lo más profesional posible. Hay aspectos del mundo de la edición en los que apenas había reparado, desde la forma de numerar las páginas hasta el establecimiento del precio, pasando por el formato de imagen de la portada. He optado por poner el e-book casi al precio mínimo, ya que mi objetivo es llegar al mayor número posible de lectores; creo que será más fácil que inviertan un euro que cuatro en un autor que no conocen. En papel obviamente tendrá un precio superior, aunque más bajo que el de las obras que publican las editoriales.
 
Ya lo tengo casi todo listo: solo me faltan algunos ajustes para encargar el ejemplar de prueba en Amazon y comprobar la calidad de la impresión. También tengo intención de hacerme con unos cuantos ejemplares para realizar una presentación. Mientras tanto, seguiré promocionando “Desconexión” a través de Internet (prometo no convertirme en un spammer insufrible).
 
A pesar de que se trata de una labor que consume mucho tiempo, no puedo negar que la afronto con optimismo e ilusión. Pero es difícil obtener visibilidad en el saturado universo de Amazon, así que en gran medida dependeré de vosotros. Os pido (e imploro y suplico :D ) que difundáis mi novela por todos los canales que juzguéis apropiados (también me sirve en tugurios de mala muerte, en comisarías o en las cárceles, llegado el caso). Si la leéis y os parece una basura, por favor no os cortéis en pregonarlo a los cuatro vientos. O incluso en denunciarme si consideráis que supone un atentado contra el buen gusto, apología del terrorismo o incitación a la pederastia. Para mí lo más importante es que no os cause indiferencia, que os entretenga y, si acaso, que promueva reflexión sobre la deriva que está tomando el mundo (aunque ya os anticipo que no tengo la menor idea de qué clase de deriva pueda ser esa).

Y bien, ya no me enrollo más por hoy. Pero sabed que volveré. Siempre vuelvo. El blog y la escritura son mis drogas.
;)

martes, 10 de febrero de 2015

Mi novela "Desconexión", a punto de publicarse en Amazon

 
Después de darle vueltas a la cabeza estoy decidido a publicar mi novela "Desconexión" a través de Amazon. Es algo que llevo estudiando bastante tiempo (incluso realicé un reportaje  sobre los escritores que se autopublican en esta plataforma).
 
Conozco a numerosos autores que, en general y a pesar de las dificultades, están satisfechos con este método de compartir sus libros. Las ventajas son varias: publicar es gratis (los libros en papel solo se imprimen bajo demanda), los pagos llegan con puntualidad y las regalías son más generosas que en las editoriales (algo lógico si se considera la reducción de intermediarios entre autor y lector). Por supuesto, lo más complicado es destacar en la inmensidad de obras que se publican todos los días. Espero contar con vuestra ayuda y aprovechar la formación en marketing digital que he recibido recientemente para lograrlo. Al menos, para que el mayor número posible de personas se entere del lanzamiento de la novela. Después quedará en manos del lector juzgar si merece la pena leerla.
 
“Desconexión” quedó finalista en un concurso organizado por la agencia literaria Punctum. Aunque este reconocimiento me ilusionó en su día, ha pasado el tiempo y no veo que la agencia esté realizando movimiento alguno para publicar mi novela (ni, imagino, las de los otros finalistas, pues el concurso quedó desierto en la modalidad en que me presenté). Ello me hace pensar que, ya sea por motivos comerciales o de cualquier otra índole, no tienen voluntad de apostar por mi libro. Mayor motivo para no esperar más y autopublicarlo.
 
El protagonista de la historia es Ricardo, un estudiante universitario que dedica casi todo su tiempo a navegar en Internet. Un día, mientras revisa sus seguidores en las redes sociales, se da cuenta de que la conexión no funciona. El tiempo transcurre y la Red no reaparece: se ha producido, por causas desconocidas, una desconexión global. 
 
La sociedad trata de adaptarse a la nueva situación, pero el protagonista encontrará dificultades especiales. Obligado a abandonar su caparazón virtual, las peripecias que habrán de sucederle cambiarán su personalidad y su forma de ver el mundo. Su vía de escape será la literatura. Intentará escribir una novela, pero tras varios tropiezos se dará cuenta de que lo más literario que puede hacer es contar su propia historia.
 
"Desconexión" explora aspectos como la dependencia de la tecnología, los puntos más oscuros de Internet, las identidades que allí se desarrollan (a veces enfrentadas abruptamente con la realidad), la dificultad de volver a un pasado que no se conoce… y también el proceso de creación de un libro. Os dejo estos links por si queréis ampliar información sobre la novela:
 
También quiero mostraros la que, de no mediar cambios de última hora, va a ser la portada: 
 
Si también me leéis en las redes sociales sabréis que he pedido opiniones que me han ayudado a establecer este diseño entre las diferentes opciones que me propusieron. Tengo mucha ilusión por ver finalmente publicada mi novela y descubrir las reacciones que genere. Todavía he de informarme sobre algunas particularidades de Amazon para no cometer errores en el proceso de publicación, pero puedo adelantaros que primero podrá adquirirse en formato e-book y después en papel. Ya os comentaré las fechas de lanzamiento cuando se conozcan.
 
Un abrazo y gracias a todos los que me acompañáis en el fascinante viaje sin retorno de la escritura.       

martes, 3 de febrero de 2015

Sobre los grafiteros y sus obras (o lo que sean)

 
Muchos escritores se obsesionan (o al menos galantean) con la idea de “dejar huella” en sus lectores y también en sus ciudades o países de origen. Algunos como el infausto Kafka lo han conseguido sin pretenderlo. Pero si su única ambición es ser recordados, tal vez deberían abandonar la literatura, acudir a una tienda especializada y hacerse con unos cuantos espráis de colores.
Siempre me ha llamado la atención el arte urbano y en especial el grafiti (forma de expresión, filosofía de vida, arte o manchas intolerables en el espacio público, según a quién le preguntes). Soy de esos que se paran a mirarlos en las paredes, trenes o persianas de los comercios, como si fueran cuadros expuestos en galerías (¿por qué habrían de merecer menos respeto?).
Algo está claro: los grafiteros (también llamados “escritores”) poseen un optimismo férreo. No importa cuánto pretendas alejarte del mundo: siempre te toparás con una pintada aun en el lugar más inverosímil, donde podría pensarse que nadie va a verla. A veces el mensaje es críptico, otras ofrece pocas dudas acerca de su interpretación. En ocasiones el grafitero ha dedicado muchas horas a pulir su estilo y se considera un artista o un revolucionario; en otras se trata de un hobby más o menos excéntrico.
 

Vandalismo o arte, ¿qué más da? Desde que Duchamp se atreviera a meter un urinario en un museo, las fronteras se han ampliado hasta desdibujarse. Como dijo uno de ellos, “el grafiti es el lado más artístico del vandalismo o el lado más vandálico del arte”. http://www.valladolidwebmusical.org/graffiti/historia/08filosofia.HTML
 
La ambigüedad de las definiciones no amortigua el impulso que les obliga a salir de sus casas aerosol en mano mientras todos duermen, siempre con un ojo puesto en la superficie alterada y otro en los alrededores, por si un policía les intercepta. El grafiti está prohibido y, aunque algunos de sus practicantes lamentan esta situación e intentan revertirla, otros lo consideran parte de su encanto. Si no la sienten per se, la rebeldía se les impone.
 
Pintar les ayuda afrontar sus miedos, expresar lo que llevan dentro, romper la monotonía y provocar un impacto en la ciudad. Con frecuencia desarrollan una firma que les identifica en el gremio o les sirve para reafirmarse. Ves letras que se repiten en calles aledañas con diferentes trazos y colores, como la sombra vacilante de un estilo aún por definir, y te preguntas por la persona que las ha grabado. Quizá nunca sepamos quiénes son, pero han dejado su marca (no indeleble sino efímera, ciertamente, pues las bayetas municipales los borran sin piedad, y también hay grafiteros que se dedican a pintar encima de sus colegas, en feroz competencia por marcar sus territorios).
Verso anónimo en el indescifrable espacio urbano. Figura monstruosa con corazón de ángel. No concibo la metrópolis sin ti; barrio sin grafiti no tiene alma, como historia sin guerras o literatura sin poesía. Bendita seas, feroz anomalía. Que ninguna ley detenga tu audaz movimiento. Porque los barrios pertenecen a quienes viven en ellos y no a quienes legislan sobre ellos.
Me permito, sin embargo, unas recomendaciones a estos idealistas de la noche: explicad el sentido de vuestros actos, estableced la diferencia entre un verdadero grafiti y unas pintadas sin criterio, construid vuestro propio relato para combatir a los que os juzgan meros camorristas. Y, sobre todo, no dejéis que el poder os domestique legitimando lo que hacéis, organizando concursos y habilitando espacios que cercenen vuestros sueños ilimitados. Tampoco permitáis que la ambición os ciegue hasta el punto de no atender las justas objeciones que se os presenten. Pero sobre todo no paréis de crear ni de creer, pues no somos pocos los que celebramos en silencio la energía que os alienta y la personalidad que conferís a los espacios que habitamos. 

 

 

 
 

lunes, 26 de enero de 2015

Entrevista a Juan Villoro: "Lo literario no está en los acontecimientos del mundo sino en la manera de mirarlos"


Decía Roberto Bolaño (sin ser mexicano, por cierto) que México es un género literario en sí mismo. Quizá no le faltara razón. Mucho se ha escrito desde y sobre este país que a mí también me toca de cerca, no tanto porque mi abuelo naciera allí de manera circunstancial, sino por el maravilloso verano de 2008 en que pude saborear una porción de este país, en todos los sentidos, inagotable. Dejé allí algunas personas muy queridas y exageradamente hospitalarias, cuyo recuerdo no me abandonará nunca.
Aunque no he tenido todavía ocasión de regresar a México, he viajado a través de las letras de varios de sus autores como Octavio Paz, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Emilio Pacheco o Juan Villoro. A este último lo he visto dos veces en Barcelona: en la presentación del ensayo “Librerías” de Jorge Carrión y en la de su libro "¿Hay vida en la tierra"? , compuesto por cien artículos breves sobre los prodigios de la cotidianidad recientemente publicados en Anagrama.
 
Villoro es uno de los escritores contemporáneos más interesantes en nuestra lengua. Premios como el Herralde, el Ciudad de Barcelona, el Internacional de Periodismo Rey de España o el José Donoso jalonan su trayectoria. Capaz de navegar con igual soltura en los terrenos de la realidad y la ficción, del periodismo y la literatura, sus textos suscitan reflexiones sobre la vida moderna y tienen además la virtud de convertir lo desagradable en risible, gracias a su sentido del humor y su ironía.
Lo entrevisté vía e-mail dado que, tras su periodo como profesor en la Universidad Pompeu Fabra (lástima no haber podido asistir a sus clases) ha retornado a su país natal. 

 
En “¿Hay vida en la tierra?” relatas costumbres de México como llegar tarde a una reunión social o posponer indefinidamente la solución de los problemas. Algunas de ellas también son aplicables a España. ¿Qué diferencias culturales has percibido entre México y Barcelona?
 
Es difícil hablar de esas diferencias sin ser maniqueo. Cuento algunas, tratando de no ser demasiado simplificador. En América Latina solemos hablar por teléfono sólo para conversar. Cuando vivía en Barcelona, Roberto Bolaño y yo nos llamábamos para contarnos un sueño, recordar a alguna actriz de nuestra adolescencia, compartir un chisme y cosas por el estilo. A los dos nos sorprendía que los amigos españoles se pusieran nerviosos con ese tipo de llamadas, que para nosotros podían durar dos horas. En España hablas para quedar en algo. El teléfono no es un sitio de reunión como en América Latina. Otra cosa diferente es la cultura de la desconfianza. En México desconfías a priori de los desconocidos. Cuando un carpintero o alguien que trabaja contigo cumple, dices: "Se ganó mi confianza". En cambio, en España la confianza se da por sentada, lo cual es mucho más grato; asumes que alguien hará lo que promete y si falla, pierde tu confianza. Cuando volví a México tuve que explicarle a mi hija de cuatro años que había pasado de un lugar donde la confianza se puede perder a un lugar donde la confianza se debe ganar. En favor del trato latinoamericano encuentro la casi instantánea intimidad sentimental que se produce en una relación amistosa. En España puedes ser amigo de alguien sin enterarte demasiado de su vida privada; en México es difícil salir de la vida privada.
A lo largo de tu trayectoria has cultivado la crónica, el cuento, la novela, el columnismo… ¿crees en la necesidad de la separación entre géneros o eres partidario de la hibridación?
 
Lo divertido de los géneros es que son diferentes. No me interesa que una obra de teatro mía parezca un cuento puesto en escena o una conferencia escenificada. Hay vasos comunicantes, por supuesto. Pero lo que más me interesa no es confundir o mezclar los géneros, algo muy de moda, sino beneficiarme en cada uno de los que practico de las enseñanzas que me han dejado los que no practico en ese momento. Del mismo modo en que un entrenador dirige el partido aprovechando al futbolista que alguna vez fue, el novelista se beneficia del ensayista que en ese momento está callado pero juzga, y viceversa.
 
En la estela de autores como García Márquez o Josep Pla, te has desempeñado tanto en el periodismo como en la literatura. ¿Crees que estamos viviendo una época de mayor unión entre ambas disciplinas o, por el contrario, se hallan cada vez más distanciadas? 
 
Ha aumentado el prestigio de la crónica. García Márquez escribió textos maestros en la prensa que sólo se conocieron mundialmente cuando alcanzó fama como novelista. Cuando empecé con el periodismo nadie hablaba de crónica; hacíamos notas o reportajes. Poco a poco aumentó la valoración narrativa del género, que tiene enorme calidad desde los tiempos de Daniel Defoe. Lo curioso es que hoy en día es más fácil organizar un congreso sobre la crónica que publicar una. Me suelen entrevistar personas que tienen becas en el extranjero para estudiar el género y reciben para ello mucho más dinero del que jamás recibiremos los cronistas con nuestro trabajo. Paradojas de la vida posmoderna.
 
En mi opinión, el futuro del periodismo tal y como se ha entendido hasta ahora se encuentra amenazado por la pérdida de credibilidad de los medios tradicionales y sus dificultades para adaptarse al mundo digital. ¿Cuáles son los principales retos que afronta la profesión en el siglo XXI?
El periodismo narrativo debe recuperar la confianza en sus principales recursos. Estamos ante un fenómeno parecido al que experimentó la pintura con la llegada de la fotografía. El retrato fotográfico volcó a los artistas a cosas que no puede hacer la fotografía: el impresionismo, el cubismo, el expresionismo e incluso el hiperrealismo. La información en línea es muy útil, pero no podemos renunciar a contar historias donde las noticias públicas encarnen en destinos privados. La crónica es la mejor manera de relacionar lo colectivo con lo individual. Por desgracia, el vértigo de la velocidad y la obsesión por la brevedad del periodismo digital parecen en contra de esto, pero se trata de una tendencia pasajera. Es posible que las plataformas digitales incluso ayuden a esta tarea, permitiendo que alguien cuelgue un reportaje larguísimo para que lo descarguen o lean en pantalla los interesados. Nadie te publica una crónica de treinta folios, pero nada impide que la coloques en un blog.
 
Las dos veces que te he visto en persona me han impresionado tus dotes como orador. ¿Eres partidario de la improvisación o arrancas siempre con un guión predeterminado?
Creo que la conferencia se debe producir ante los oyentes. Si se trata de leer un texto, se puede traer a un actor. Además, el que más aprende es el propio orador. Hablar en público es una forma de investigar tus propias ideas. Obviamente esto tiene riesgos. Hace poco estrené un monólogo teatral que se llama "Conferencia sobre la lluvia", en el que un hombre pretende dar una conferencia sobre la relación entre la poesía amorosa y la lluvia y termina perdiéndose en devaneos mentales y haciendo una provocadora confesión sentimental. Acaso un día me pase esto.
 
Alguien dijo que los móviles acabaron con la literatura: Romeo le habría enviado un whatsapp a Julieta y todo se habría arreglado sin derramamientos de sangre. ¿Qué relación tienes con las nuevas tecnologías?
Tengo una muy buena relación primitiva con la tecnología. Las uso poco para no depender de ellas. Estamos ante prótesis culturales que causan adicción y sobredosis. En pequeña medida estimulan, en exceso hacen que te apagues.
 
Tras leer “¿Hay vida en la tierra?” uno llega a la conclusión de que no hay nada más formidable que las casualidades. Hay algunas historias tan increíbles que parecen fruto de la imaginación más libertaria y del azar más improbable. ¿Te has permitido licencias literarias o todo se funda en experiencias reales?
Sólo me he permitido licencias para unir historias que ocurrieron en distintos momentos, cambiar nombres de algunos personajes, resumir un poco lo sucedido o darle otro orden. Son procedimientos parecidos a los del fotógrafo que, sin cambiar la realidad, la redefine por el encuadre, la perspectiva, la composición o los juegos de luz. Cuando narras un suceso público, estás comprometido a no alterar nada. Cuando narras escenas de la vida privada puedes cambiar el color de los calcetines si eso favorece un adjetivo.
 
Por último, ¿qué dirías a los noveles que dan sus primeros pasos en el mundo de la escritura?
Que lo literario no está en los acontecimientos del mundo sino en la manera de mirarlos. Con la debida atención, la historia de un hombre que no puede volver a casa se convierte en la Odisea.

miércoles, 7 de enero de 2015

Mudanza interruptus

Deseo que hayáis comenzado el 2015 de la mejor manera. Tengo muchas ilusiones puestas en el año recién nacido. Confío en compartirlas con vosotros y en que sigamos coincidiendo en esta posada digital abierta las 24 horas del día. Entrad sin llamar, por favor. En mi primera entrada de 2015, me invento una situación embarazosa que estuvo cerca de suceder cuando llegué a Barcelona el pasado mes de octubre. Aunque los hechos son ficticios, las imágenes que ilustran el artículo se corresponden con mi actual residencia y mi coche. Espero que os guste y si os apetece dejadme un comentario :) 

 

Me traslado a una ciudad nueva con la esperanza de progresar en la vida. Dejo el coche en cualquier sitio y extraigo parte de mis bártulos. El peso de las maletas no baja un ápice mi entusiasmo. La sombra de un parque se extiende en el horizonte, relucen las farolas del barrio, atractivas mujeres montadas en bicicleta pasan junto a mí como promesas de felicidad.

No sé gran cosa de la urbe que me acoge en su vientre (y lo que sé probablemente está errado, como una entrada de la Wikipedia modificada por un troll). Pero la ignorancia estimula mis sentidos: el aire de la incertidumbre posee un dulzor imaginario. Detengo mis pasos vacilantes para revisar una vez más la dirección en el móvil. Solo he de cruzar la calle y me hallaré frente al edificio. Arrastro con brío las maletas que no albergan ropa y enseres, sino toneladas de expectativas.

Estoy a punto de lanzar un grito para que el mundo sepa que he llegado. Me contengo (ya daré luego la tabarra en las redes sociales) y abro el portal. Voy a compartir piso con tres desconocidos de diversas nacionalidades. Ya acaricio el goce de una sana conversación sobre las infinitas maneras en que las civilizaciones se han desarrollado. En mi imaginación salta el corcho de una botella de champán. ¡Lo logré! Por fin escapo de la cárcel construida por mis inseguridades y miedos, aniquilados de un plumazo por mi vibrante determinación. A partir de ahora, los buenos augurios se convertirán en palpables realidades.

Los crujidos del ascensor y su lento ascenso prolongan mi tensión. Las llaves tiemblan en mis manos. Su brillo metálico refleja el aleteo de mis pulsaciones. Pensando que es la luz, llamo a la puerta. Pensando que van a abrirme, espero. Tanteo la cerradura que se resiste, resignado. Por fin cede a mis pretensiones. Avanzo por un oscuro pasillo atestado de objetos indescifrables con los que procuro no tropezar. ¿Dónde está la luz? De lo que entonces aún no sabía que era la cocina brota un hilo dorado que sigo con fervorosa desesperación. Al parecer la casa está desierta.

Penetro en mi habitación, escogida tras meses de ardua búsqueda y decenas de rechazos. Una capa de polvo impregna el ambiente y provoca estornudos. La cama se halla levantada en vertical, exactamente como dijo la dueña que no estaría a mi regreso; los armarios entreabiertos, que de pronto revelan toda su vejez, no encajan en los huecos que les corresponden. El vacío se apodera de mí en cuestión de segundos. ¡Qué diferente parecía cuando la descubrí bajo la doble distorsión de la luz solar y la sonrisa de la arrendataria!

Entonces recuerdo que las maletas que he dejado a los pies de la cama no constituyen ni la mitad de mi equipaje. Será mejor que lo traiga todo antes de decidir dónde dejar cada cosa. El ascensor se ha ido y su lentitud me sulfura, así que bajo al trote las escaleras. Un presentimiento me dice que llego irremediablemente tarde para solucionar un mal que todavía no identifico.

¿Dónde demonios he aparcado el coche? La mudanza me está sorbiendo los sesos. Recorro la calle en una dirección y en la contraria, exploro las esquinas, me maldigo por no tomar puntos de referencia. Por una décima de segundo mi corazón estalla en vítores: distingo el tono de su pintura y las ralladas al nivel de la puerta del conductor… mas la alegría se troca en horror a velocidad incalculable pero rapidísima. ¿Cómo se mueve el coche sin mi permiso? ¿Acaso ha adquirido vida propia y ha decidido que ya está harto de mi manejo desatento y mi torpeza para estacionar? Incluso diría que se ha henchido en su indignación y levita más alto que un todoterreno.

Por más que parpadee sigo sin comprender la escena hasta que reconozco el cuerpo de una grúa dándole el abrazo de la muerte a mi inocente automóvil. Grito, maldigo, escupo de rabia. ¿Qué ha hecho, qué he hecho para merecer esto? En mí se adensa la impotencia de todos los hombres que solo querían descargar maletas durante unos minutos, tras una larga jornada de viaje, y después reposar mansamente en su nueva guarida, alquilada a prefiero no saber cuántos euros el metro cuadrado. Truncado el entusiasmo, interrumpida la mudanza, me siento atrapado en un semáforo ambarino que nunca da luz verde a la esperanza.