viernes, 6 de septiembre de 2013

Regreso a la blogosfera con noticias televisivas


Después de un parón veraniego que afecta a millones de blogs, vuelvo a escribiros desde Barcelona para comentaros algunas novedades. No me he muerto y sigo escribiendo, pese al calor recalcitrante y las infinitas tentaciones de esta ciudad. Sufrí una molesta pérdida de datos en mi PC, pero ya he recuperado el tiempo y las palabras perdidas y sigo adelante con la revisión de mi novela. Más que una revisión estilística se trata de una reescritura en toda regla. Me estoy dando cuenta de muchos detalles que no funcionaban y que ponían en entredicho la credibilidad del narrador. Es un trabajo apasionante que me mantendrá varios meses ocupado.
 
También realicé un viaje relámpago a Zaragoza y, entre otras cosas, estuve encantado de aceptar la propuesta de entrevista de ZTV (la televisión de la capital maña). Fue la primera que hago para este medio. La cámara atestiguó una agradable conversación sobre literatura y libros, con el manto protector del Pilar a nuestra espalda. Humildemente mostré Juicio a un escritor, mi libro de relatos que, os recuerdo, puede descargarse gratuitamente en formato PDF  
 
La entrevista se emitirá, en principio, el próximo viernes a partir de las 22:00 h., dentro del programa Todo Incluido, sobre ocio y cultura. Además se transmitirá vía streaming y se colgará en Youtube para los que no pillen la señal o no puedan verlo en el horario programado. Os lo confirmaré y facilitaré los enlaces en el blog o en mis perfiles en redes sociales: Twitter Facebook
 
Eso es todo por ahora, espero que estéis disfrutando del verano. ¡Un abrazo a todos!
 
 
 
 

miércoles, 14 de agosto de 2013

Pepe Carvalho: desnudo integral



Pocos personajes literarios han mostrado el aguante del detective Pepe Carvalho. Manuel Vázquez Montalbán lo convirtió en el protagonista de 25 obras de diferentes géneros. Desde la primera hasta la última, Editorial Planeta las ha reeditado en 8 volúmenes.
 
Han pasado 40 años desde que Carvalho debutara en Yo maté a Kennedy. Su cicló se cerró con Milenio Carvalho, publicado en 2004 después de la muerte de su autor, al que en cierto modo ha sobrevivido. Desde el principio se mostró como un tipo particular y contradictorio, capaz de saltar de las filas del Partido Comunista a la CIA. Su carrera como detective privado fue larga y vio de todo. Sus casos le llevaron a viajar por los cinco continentes. Pero nunca olvidó Barcelona, una ciudad que dejó de ser suya no porque la abandonara, sino porque se fue volviendo irreconocible en sus transformaciones sucesivas.
 
Carvalho experimenta una notable evolución en la vasta obra que protagoniza. A medida que envejece se acentúa su nihilismo, su melancolía y su decepción. Se da cuenta de que no ha llegado a ninguna parte o, quizá, de que no había ningún sitio al que llegar. En todo caso, Planeta ha decidido ignorar el orden cronológico y agrupar los tomos por conexiones temáticas o de género. Así, el primero es un círculo que contiene la primera y las dos últimas historias del detective, el tercero se recrea en sus recetas (la comida fue el único amor estable que conoció), el séptimo se centra en sus relatos…
 
El último libro de la colección, titulado Rarezas, ofrece algunas obras poco conocidas, como un monólogo teatral escrito en 1997 en el que Carvalho se queja con amargura del trato al que le ha sometido su creador. Lamenta que lo haya utilizado como reflejo de sus obsesiones, caprichos y debilidades y que lo haya hecho pasar por tantas situaciones vergonzosas para condenarlo a muerte en los albores del nuevo milenio.
 
Por desgracia, ni el detective ni su autor conocieron apenas el siglo XXI. Pero su legado conjunto nos sirve para entender mejor las últimas décadas del XX. Como dice Daniel Vázquez Sallés, escritor, periodista e hijo de Vázquez Montalbán, leer a Carvalho “es leer la historia de España, ya que convirtió la novela negra en un reflejo de la realidad española y en una crónica social de la época”. En cuanto a la relación entre el personaje y su creador, afirma que Carvalho le servía a su padre “para decir lo que no podía con su propio nombre y, en cierta forma, escupir al suelo”.
 
Vázquez también destaca la importancia de la obra de Montalbán para prestigiar el género de la novela negra, antes considerada literatura menor. Esta tendencia empezó a cambiar en España a partir de las epopeyas de Carvalho, que aunaron el entretenimiento y la intriga propios del género (el detective decía que “en las novelas policíacas, el asesino siempre es el autor”) con la crítica social. Temas como la corrupción política, los abusos del poder y los efectos perversos de la globalización tienen una presencia importante en su obra.
 
Los volúmenes cuentan con prologuistas como el propio Vázquez, Luis García Montero, Carlos Zanón o George Tyras, autores que se han visto fascinados de un modo u otro por la figura del detective. A pesar de que él ya se retirara “de un mundo que se divide en víctimas y verdugos, algunas veces llamados presos y carceleros”, como afirma en su último libro, sus peripecias todavía sirven para cuestionar las verdades establecidas.       


Resumen del artículo en El Periódico de Cataluña

Artículo publicado en El Periódico de Extremadura

 



miércoles, 7 de agosto de 2013

Los invisibles


Salgo a la calle con la esperanza de que alguien me conozca. Pero no, nadie recuerda mi cara ni mi nombre porque no los han visto nunca. Puedo pasear con desesperación por esta ciudad infinita durante semanas enteras. Puedo gritar y desnudarme: no importa porque los oídos y los ojos de todos se cierran al tiempo que paso. Soy invisible, aquello que tanto había deseado el hombre. Yo también lo había deseado. Ser invisible solo para repetir lo mismo que los demás, pero sin que me vieran. Que nadie se diera cuenta de que estaba… la idea era suficiente para que me retorciera de placer. Y sin embargo ahora daría cualquier cosa porque los ojos de un solo ser humano dejasen de resbalar sobre mi piel. Amargas ambiciones que se vuelven contra quienes las engendran. ¡No soy invisible, maldita sea! ¿Es que nadie me oye? ¿Es que nadie siente las patadas que le doy?

Si no fuera invisible, podría hablar con alguien. Podría ir con alguien a algún sitio. Podríamos mirarnos sin prisa, sin asco; olvidarnos de que cada segundo ya no se recupera. Pero no sé. Tampoco quiero desear otra vez equivocadamente. Si de pronto fuese célebre, si todos quisieran mirarme y fotografiarse conmigo, es probable que la invisibilidad se convirtiera de nuevo en un estado místico, de una levedad sublime. No querría ni salir de casa, cerraría las persianas por temor a que violaran mi intimidad, la cual me resulta muy valiosa precisamente por su carencia de interés.

El invisible vive tranquilo, carece de obligaciones, mira la luna más veces que el teléfono. Tenemos numerosas ventajas, que por supuesto no sabemos apreciar. Somos tan infelices como el resto, pero es probable que no más. No aspiramos a la felicidad y eso es una gran suerte. Nos deslizamos en silencio por las calles, con los ojos tristes y curiosos, sin saber lo que buscamos. Somos artistas en perder el tiempo. Nos quedamos embobados mirando una fuente, la hoja de un árbol, el corazón pintado con tiza en una pared sucia.

Al ser invisibles, podemos hacer más o menos lo que nos apetezca sin dar explicaciones. Como no hablamos apenas decimos mentiras. Bueno, miento. Nos engañamos a nosotros mismos, igual que todo el mundo. Esas falsedades son las más elaboradas, aquellas que podrían alumbrar una saga de novelas. Pero no nos atrevemos a ponerlas en palabras; sería demasiado doloroso y no lo resistiríamos. Los invisibles somos seres frágiles. Por fortuna nadie nos da puñetazos porque no nos ven. Sería terrible si de pronto nos vieran, así sin avisar. No podríamos defendernos de las agresiones físicas ni de las verbales, por falta de práctica. No nos saldría más que humo de la boca y nuestros brazos se quebrarían al primer golpe. Menos mal que no nos ven. Les damos pena y así nos dejan en paz.

Nuestra invisibilidad es una táctica de supervivencia. Es probable que, si se da un ataque nuclear en cadena, los únicos que lo superen sean (seamos) los invisibles, junto con las cucarachas. De la Humanidad solo quedaría un puñado de hombres y mujeres que no saben qué dirección tomar, qué pretenden hacer con su vida ni dónde está la tienda para reemplazar la bombilla que se les ha roto.

¿Saben qué les digo? Estoy muy contento de que no me vea ni Dios.       

viernes, 26 de julio de 2013

La escalera se acaba


La vida es como esas escaleras mecánicas que se abren en la noche precipitándote hacia la oscuridad más profunda. Al principio ves lejos el final; te parece que nunca va a llegar el momento en que debas poner un pie en el aire. Pero la escalera te empuja cada vez más, a un ritmo fijo. Puedes dar un paso hacia arriba y acelerar el fin, pero la tentación más probable es la del retorno. Quieres volver, das un paso hacia atrás pensando que así nunca llegarás al fin de la escalera, que sube para lanzarte al abismo. Ah, pero si pretendes regresar habrá alguien empujándote, alguien que te recuerde que no eres inmortal y que has de seguir la dirección única del tiempo.

Quizá seamos libres pero solo en momentos y lugares determinados. La mayor parte de las horas las pasamos atados por cuerdas invisibles, cargas que pesan y que nos imponemos nosotros o nos imponen otros, tanto da. Si tienes suerte podrás dar un paso o dos hacia abajo y por un instante te creerás a salvo: Yo no tendré que seguir el mismo curso que todo el mundo, soy especial, único, puedo darle la vuelta a la escalera si es necesario, desprenderme de todas las ataduras, incluso desnudarme en medio de la ciudad y subirme encima de un árbol simplemente porque me da la gana hacerlo. Pero esa ilusión durará poco, enseguida no tendrás fuerzas para seguir retrocediendo (en realidad nunca lo hiciste, tan solo te esforzabas por mantenerte unos segundos en el mismo sitio).

Si te das la vuelta verás rostros desconocidos que te arrollan, que te gritan sin mover los labios, que te miran sin misericordia porque están sujetos a iguales fuerzas y sufren iguales temores. Apenas te resignas en los últimos escalones: Voy a morir, de repente veo claro que no veo nada y que no hay ningún lugar donde refugiarse, es el final y estoy solo, aquí se acaba mi breve viaje por el mundo. No he entendido nada, no sé quién soy ni por qué he venido. Me he divertido a ratos, he sufrido en otros, pero ni mis diversiones ni mis sufrimientos importan a nadie ahora, cuando la escalera se está acabando y ya tengo un pie en el aire, y enseguida tendré los dos y mi cuerpo se convertirá también en aire. Con el tiempo no quedará nada de mí; ni una imagen en la mente de nadie, ni una sonrisa en el recuerdo de nadie, ni una caricia en la piel de nadie.

jueves, 18 de julio de 2013

Publicar o no publicar: tuya es la elección

Para mi segundo artículo en El Periódico, que se publicó el sábado pasado, tuve la oportunidad de entrevistar al escritor Bruno Nievas. Uno de los consejos que daba es obtener primero lectores y después buscar editorial (o, simplemente, dejarte fichar por una de ellas). El proceso tradicional (conseguir agente y editor) es lento y difícil para los autores noveles, por lo que cada vez son más los que deciden publicar primero en internet en formato digital., como expliqué en este reportaje.
 
Bruno Nievas puso su primera obra, Realidad aumentada, gratis a disposición de los lectores. El mismo Hernán Casciari, escritor argentino ingenioso donde los haya, publica libros enteros en su blog y aún así pretende venderlos, creo que con notable éxito. Yo también he publicitado en varias ocasiones el enlace donde puede descargarse mi libro de relatos Juicio a un escritor, ganador del premio para escritores jóvenes aragoneses en el año 2011,en formato PDF.
 
 
Va creciendo el número de autores independientes que han obtenido el respaldo de un sello editorial y han visto su obra editada incluso en papel, que sigue siendo el formato estrella pese a la reducción de ventas y el tibio progreso del e-book. Pero tampoco hay que engañarse. La gran mayoría de escritores independientes forman parte de una masa anónima y sus libros son completamente desconocidos. Además, se acusa incluso a quienes obtienen ventas de fomentar una literatura de baja calidad, sin brillantez literaria ni profundidad de pensamiento. Simple literatura de entretenimiento a precios irrisorios. No suena mal porque, al fin y al cabo, el grueso de lectores busca que les entretengan, lo que por supuesto es totalmente lícito. Yo tampoco pretendo aburrirme mientras leo, aunque reconozco que busco algo más: cierta habilidad con el lenguaje, capacidad para excitar mi materia gris… para el entretenimiento puro no utilizo la lectura.
 
No sé qué pensaréis los pacientes lectores de este blog sobre el eterno debate de los libros en papel o los digitales. A mí me parece que lo esencial siempre es el contenido, no el continente en que se lo empaquete, aunque por supuesto regalar un libro es mucho más bonito que enviar un documento en PDF. En lo personal, me atrae Amazon por la seguridad que ofrece al escritor respecto a dos cuestiones esenciales: la de ver su obra publicada y la de cobrar puntualmente por cada ejemplar vendido.
 
El escritor no debería pasar más tiempo tratando de publicar que escribiendo. En ese sentido Amazon es ideal, pero por otro lado te “esclaviza” a convertirte en vocero de ti mismo y a pregonar por internet la existencia de tu libro, pues nadie lo hará por ti. En todo caso, publique por una vía u otra, el autor debe implicarse en la promoción. No queda otra y puede ser hasta divertido. Para profundizar en esta cuestión os recomiendo la lectura del libro Marketing para escritores, de Neus Arqués.
  
En resumen, creo que los escritores noveles debemos estar esperanzados. Por un lado, existen más agencias y editoriales que nunca a las que podemos mandar nuestras propuestas o manuscritos (bien es verdad que muchas no admiten los no solicitados) en busca de un guía que nos acompañe en el camino hacia los lectores. Por otro lado, podemos apostar por la autopublicación, ya sea en papel, en digital o en ambos formatos, y buscarnos las habichuelas a través de internet.
 
En este tiempo de crisis general, de crisis editorial, de crisis de todo, los escritores noveles no podemos quejarnos. Es fácil distraerse pensando en las posibilidades que se abren a nuestro alrededor. Sin embargo, nunca debemos olvidar qué es lo que nos ha llevado a examinar estas opciones: la pasión por la escritura. Sea racional o irracional, nos sirva para ser más felices o no, para conocernos mejor o para sorprendernos de lo poco que sabemos sobre todo, es esta pasión la que se ha de mantener por encima de los cantos de sirena digitales y de los cerrados círculos de las grandes editoriales. Si yo no la sintiera cada vez que me pongo frente al teclado, empezaría a pensar que estoy enfermo o que estoy cambiando una enfermedad por otra. Y esta ya me viene bien.    
 
 
 
 
 

jueves, 11 de julio de 2013

Dacia Maraini, escritora: "En tiempos de crisis se produce una explosión de creatividad"

 
Estoy muy contento con mis primeros días de prácticas en la sección cultural de El Periódico. Trabajo sobre todo en el ámbito de la literatura y ayer publiqué mi primer artículo largo: una entrevista a la escritora italiana Dacia Maraini, una de las autoras más traducidas e influyentes de la literatura contemporánea europea y candidata al Premio Nobel por su país el año pasado.  Ha venido a Barcelona al hilo de la exposición «Pasolini-Roma», abierta hasta el 15 de septiembre en el CCCB.  La obra de Maraini, que fue amiga personal de Pasolini, se ha caracterizado siempre por su compromiso con la sociedad y por su denuncia de las injusticias. La entrevista se publicó en papel pero no en internet, por lo que me ha parecido interesante subirla al blog.
 
–Uno de los aspectos que destaca la exposición respecto a la obra de Pasolini es su contemporaneidad. ¿Por qué es importante realzar hoy en día su figura?
–Por su cine, por su literatura, por su poesía sobre todo... era capaz de hacer muchas cosas, siendo un artista muy completo. También porque era un hombre con ideas que se anticiparon décadas a su tiempo. 
 
–Usted fue amiga personal de Pasolini y también trabajó con él en el guión de una  de sus últimas películas, Las mil y una noches.  ¿Cuál era su personalidad y cómo era en su faceta profesional?
No era una persona muy habladora, pero sí muy dulce. Creía más en el misterio que en la razón. Como compañero de trabajo era infatigable, hasta el punto de que a sus colaboradores les costaba seguirle. Pero era muy agradable porque sabía valorar el esfuerzo de los demás y escucharles. Por aquel entonces yo apenas había publicado Memoria de una ladrona, un libro picaresco que le había gustado mucho. Por eso me invitó a colaborar con él en el guión de la película.  Tuvimos que hacerlo en quince días, cuando normalmente se requieren por lo menos tres meses. Fue agotador pero un verdadero placer. Nunca tuvimos un choque porque él dejaba que me expresara.
 
–Alguna vez ha dicho que el escritor debe escribir sobre el mal, sobre lo que no funciona en la sociedad, como también hacía Pasolini. ¿Qué lecciones podemos extraer de la crisis económica?
Que todo cambia muy velozmente. El bienestar no es algo inamovible y el mundo se ha vuelto más pequeño. Europa no se puede considerar como una isla separada del mundo. Las relaciones con otros países como China, Rusia o Brasil son más importantes que nunca, lo que tiene consecuencias también internas.
 
¿Vivimos malos tiempos para la cultura o esta todavía puede ser una fuerza inspiradora para mejorar la sociedad?
No creo que vivamos una mala época. En los tiempos de crisis se suele producir una explosión de creatividad, como ocurrió en Italia tras el fascismo. Ahora el gobierno de Berlusconi ha provocado que los escritores jóvenes vuelvan a mostrarse comprometidos y unidos en contra de la pobreza, la injusticia y los retos medioambientales, algo que parecía olvidado desde los sesenta. Quizá este sea uno de los pocos efectos positivos de la época de Berlusconi.
 
–La clase política no parece capaz de solucionar esos problemas.
Hay un divorcio entre los ciudadanos y la clase dirigente. La corrupción también es grave, aunque al menos ahora hay más información sobre ella. Pero no han sido los políticos quienes le han puesto freno, ha tenido que intervenir la justicia. 
 
–Otro de los asuntos en los que se ha centrado su obra ha sido la desigualdad que sufren las mujeres. ¿Es más lo que se ha avanzado o lo que falta por conseguir?
Desde los sesenta se ha producido una emancipación y reformas legales que en teoría aseguran la igualdad. Pero cambiar las mentalidades es mucho más complicado. Hay costumbres arcaicas muy arraigadas que perpetúan antiguos privilegios e impiden que esa paridad sea real. Esta cultura machista no se da solo entre los hombres, también algunas mujeres participan de ella. El camino de la emancipación provoca reacciones furibundas. De hecho, los casos de violencia están aumentando sobre todo en el ámbito familiar.
 
–¿Qué destacaría de la cultura española o catalana?
Conocí la lengua catalana en Cerdeña, donde se habla este idioma. De los libros clásicos del castellano destacaría Lazarillo de Tormes, que fue uno de los libros que me cambió la vida cuando lo leí a los dieciséis años. Los italianos y los españoles tenemos muchos lazos en común, pero debería desarrollarse más el intercambio cultural, por ejemplo a través de las traducciones. Conocemos mucho mejor la cultura norteamericana que la europea.  Somos víctimas que consienten el mercado americano y perdemos de vista que Europa es un continente lleno de ideas y proyectos. 

viernes, 5 de julio de 2013

¿Cómo sería la vida sin internet?

La novela que estoy preparando parte de un supuesto apocalíptico: la desaparición a escala global de internet. El protagonista, un joven poco sociable que pretende instaurar un negocio online, se siente completamente desorientado al perder su universo virtual: sus seguidores en las redes sociales que jamás lo reconocerían en la calle, su blog donde publica artículos sobre marketing en internet, sus numerosos contactos de email… Sin llegar al extremo de los hikikomoris japoneses, que pueden pasarse años encerrados en su habitación con la única compañía de ordenador, televisión y videoconsola, mi personaje vive en una burbuja que se romperá en un segundo fatídico y lo dejará desnudo, indefenso ante una sociedad convulsionada por la pérdida de internet.
 
¿Qué consecuencias creéis que tendría en nuestras vidas una desconexión global? ¿Os imagináis una vida sin internet? Se dice que esta modifica incluso nuestra forma de pensar. Mientras que algunos como José Cervera consideran que los hipervínculos son una buena proyección del funcionamiento del cerebro humano, otros investigadores como Nicholas Carr temen que la red nos esté volviendo superficiales y acríticos, si no lo ha hecho ya. 
 
Este debate se plantea desde diferentes perspectivas generacionales, sociológicas, culturales… Lo cierto es que la mayoría de personas no ancianas nos conectamos a internet y no estamos dispuestos a prescindir de ella. Pero no todos. Paul Miller, un joven residente en New York, diseñador web y escritor para medios de tecnología, decidió exiliarse por completo del mundo online durante doce meses. Declaraba: “A principios de 2012 yo tenía 26 años y ya estaba exhausto. Necesitaba un descanso de la vida moderna, esa rueda de hámster alrededor de las bandejas de entrada de tu correo electrónico y el constante flujo de información desde la WWW, que parecían consumir mi cordura. Quería escapar”. Se dedicó a escribir una serie de artículos sobre su experiencia cuya lectura os recomiendo: http://pijamasurf.com/2013/05/lecciones-tras-un-ano-sin-internet/ 
 

Internet tiene el color que nosotros le pintamos. Puede utilizarse para derrocar regímenes totalitarios, para difundir pornografía infantil o para subir las fotos de nuestras mascotas. Su popularización ha transformado el modo en que nos comunicamos, ¿pero cómo sería una vuelta atrás? ¿Nos limitaríamos a vivir igual que antes o ya nunca volveríamos a ser los mismos? En mi novela indago sobre estas y otras cuestiones. Por fortuna, nadie tiene las respuestas definitivas.