Decenas de hombres y
mujeres se reunieron esta tarde en la plaza de España para realizar una estrafalaria
protesta. En primer lugar colocaron cientos de ordenadores portátiles, móviles,
tabletas, módems y otros aparatos tecnológicos en el centro de la plaza. A
continuación un hombre maduro, calvo, fornido y de barba espesa, con aspecto y
ademanes amenazantes, se subió a un banco con un altavoz para pronunciar un
breve discurso.
Se hace llamar Mariano
Rompepecés y es quien lleva la voz cantante en esta organización de neoluditas decididos a erradicar
ordenadores y smartphones de nuestras vidas para “salvar a la humanidad de un
destino trágico”, según explicó su líder.
Mariano cargó contra “las estupideces de la vida moderna” encarnadas en sus
aparatos y ejemplificadas en la familia que se precipitó por un barranco para
sacarse el mejor selfie posible.
Tras terminar su arenga, hizo sonar un tambor que resonó cual cuerno de
guerra como símbolo del inicio de su cruzada. Era la señal que
aguardaban los neoluditas para abalanzarse sobra las máquinas y destrozarlas con
palas, martillos, bates de béisbol y otras herramientas destructivas. Una
extraña coordinación, como si los manejaran por control remoto, parecía dirigir
sus movimientos (lo que no impidió que algunos sufrieran heridas de carácter
leve). Miles de microchips quedaron
pulverizados en segundos y pedazos de cristal líquido saltaron en todas
direcciones.
Pero los alborotadores aún
no tenían suficiente. De carpetas y bolsas sacaron fotografías de símbolos o
personajes importantes en la historia de Internet (retratos de sus impulsores
captados en yates o playas paradisíacas, buscadores, navegadores, marcas de
informática) y les prendieron fuego. Una columna de humo rasgó el aire mientras
entonaban himnos indescifrables con la mano en el pecho. En su expresión latía,
acaso, una reminiscencia del ensañamiento medieval contra la brujería.
Los neoluditas llevaban
cubos de agua y extintores, pero aun así el fuego se descontroló, como si los
símbolos de la Red se negaran a consumirse sin protestar. El tronco de uno de
los ailantos que flanqueaba la avenida empezó a arder junto a la sonrisa de
Mark Zuckerberg. Los gritos se redoblaron y el grupo se dispersó, temeroso de
las llamas. El ruido alertó a la policía, que intervino para sofocar el
incendio y detener a varios de los camorristas.
Carcasas de móvil
aplastadas, teclas sueltas, pantallas destrozadas… ¿serán una metáfora del
porvenir? Cada vez son más fuertes los rumores de que Internet está en grave peligro y que en los próximos meses podría producirse una desconexión global...
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