viernes, 22 de enero de 2016

La democracia representativa es una farsa: ¡viva la democracia directa!

Hoy quiero escribir sobre política. Pero no sobre la incierta situación actual en el panorama español, sino desde un punto de vista más abstracto y teórico. En mi opinión, la política debe transformarse de forma radical en el siglo XXI, abandonando el actual sistema representativo en el que los partidos, y especialmente el gobierno de turno, ostentan la práctica totalidad del poder. El futuro al que debemos aspirar pasa por desarrollar formas de democracia directa que permitan a los ciudadanos escoger su futuro con libertad.

Admito que cierto nivel de representación resulta ineludible, ya que son muchas las decisiones que se han de tomar para la gestión de un país (o un conjunto de países). El ciudadano de a pie no puede estar informado de todo ni dedicar varias horas diarias a la toma de decisiones que, con frecuencia, han de aplicarse con rapidez para que devengan efectivas. Sin embargo, sí creo que las leyes más trascendentales, aquellas que tienen una influencia duradera en la vida de las personas (por ejemplo, legislación sobre modelos educativos) deben someterse a sufragio, tras un acordado periodo de reflexión y debate público. Los partidos, en colaboración con actores de la sociedad civil, deberían realizar diversas propuestas, argumentarlas y defenderlas, pero finalmente serían los ciudadanos con su voto (presencial o electrónico) quienes escogerían las que  han de llevarse a cabo. 

El sistema representativo no es verdaderamente democrático, si entendemos la democracia como el gobierno del pueblo. Lo único que hace el pueblo es escoger a unos individuos u organizaciones sobre los que después no tiene ninguna capacidad de control, que además incumplen de forma sistemática sus propios programas electorales. Es un sistema que no funciona y que, en último término, solo sirve para que las élites mantengan sus privilegios y tomen decisiones que perjudican a la mayor parte de la población. 

La manera de evitarlo es que sea la población en su conjunto la que tome las decisiones más importantes. Si se equivoca, al menos será dueña de su propio destino, en vez de dejarlo en manos de quienes no comulgan con el interés general. También es de esperar que, cuando los ciudadanos tomen conciencia de la relevancia de su opinión, hagan un esfuerzo por informarse sobre aquellos asuntos que ignoran y que afectan a su existencia.

Por ese motivo hay que pensar en cambiar el sistema representativo a largo plazo, pero tomando ya los primeros pasos en esa dirección. Existen las herramientas tecnológicas para proceder a ello. Lo que falta, por supuesto, es voluntad política, pues los gobernantes y las élites económicas desean mantener sus privilegios. Pero no se trata de ninguna idea disparatada. En Suiza, sin ir más lejos, se han celebrado más de 600 referéndums a nivel estatal desde 1848, imponiéndose la voluntad popular a la voluntad del gobierno en numerosas ocasiones (como debe suceder en un sistema democrático). Todo ello a pesar de que, cuando se empezaron a realizar dichos referéndums, no existían las fuentes de información que tenemos hoy para adquirir criterio propio sobre cualquier asunto, ni los medios técnicos que simplifican su ejecución. He aquí algunas muestras de lo que suelen votar. 

En las últimas elecciones generales he mostrado mi apoyo a Podemos, un partido en el que se han instaurado elementos de democracia directa y en el que los afiliados tienen cierta capacidad de decisión (por ejemplo, determinar el programa electoral con sus propuestas y votos, siendo los más apoyados los que pasan a formar parte del programa, o estableciendo mecanismos de control ciudadano al gobierno). Huelga decir que Podemos está lejos de conceder a la democracia directa la primacía necesaria, pero ha dado pasos en la buena dirección. También existen otras iniciativas, por desgracia poco conocidas por la opinión pública, como Partido X o Partido Pirata que espero vayan calando, al menos entre las generaciones más jóvenes, hasta obtener altos grados de influencia.

En resumen, ¿qué pensáis de la democracia directa? ¿Hay posibilidades de que se implante en las próximas décadas en España? ¿O tendré que nacionalizarme suizo si quiero tener capacidad de decisión sobre el destino de la sociedad en que vivo?      

3 comentarios:

  1. La democracia directa se halla prevista en la legislación española. La Constitución permite referendos no vinculantes. Coincido en que se echa de menos un mayor grado de participación ciudadana en la toma de decisiones. Pero tales decisiones pueden resultar erróneas. Desde una perspectiva científica (sociológica) es evidente que la mayoría no necesariamente tiene razón, incluso es fácil que se equivoque (en función de la pregunta que se realice). Lo que pone en cuestión la misma esencia de la democracia. Desde esta perspectiva, tan legítimos son el totalitarismo como la anarquía, porque parten de los principios evolutivos darwinianos, en virtud de los cuales sobreviven los individuos que más se adaptan al medio (no necesariamente los más fuertes). La Democracia, el Cristianismo (y otras religiones) y determinadas ramas de la Filosofía clásica (la Ética, concretamente) pretenden amortiguar las consecuencias de la la Evolución. Pero todo ello nos ha conducido a la situación actual. Invito a meditar sobre ella.
    Vuelvo al tema que encabeza el comentario, la democracia directa. Lo importante no es el dilema, sino quién lo plantea. El resultado de la consulta es previsible. Pero, ¿quién hace la pregunta? Me temo que, como es fácil intuir, es el Poderoso, el Gran Hermano. Darwin lo puso ahí.

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  2. Como es natural, habría que instaurar mecanismos para que la ciudadanía pudiera impugnar ciertas decisiones y exigir que se voten en referéndum vinculante. No digo que la mayoría tenga razón siempre, pero los logros de la inteligencia colectiva también me parecen fuera de discusión, y creo que a largo plazo deberían primar. En España, ciertamente, la época del franquismo todavía hace estragos en la mentalidad de mucha gente. Y también habría que mejorar el sistema educativo, fomentando el espíritu crítico para que los ciudadanos no votaran a la ligera.

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    1. Si en algo estoy de acuerdo es en la mejora del sistema educativo en España. Habría que elaborar entre todos una Ley de educación que durase 20 años (con las correspondientes modificaciones derivadas de los avances científicos y tecnológicos). Pero se me antoja utópico en un país en donde tienen la competencia las Comunidades autónomas, en donde se pretende imponer los intereses de determinados colectivos irreconciliables y en el que se llega a falsear la historia para conducir a niños y adolescentes hacia la dirección equivocada.
      Una educación objetiva y de calidad es condición imprescindible para que un país "progrese adecuadamente", sobre todo en términos económicos y de convivencia. Solo en esas condiciones deberían proponerse plebiscitos vinculantes. Pero es tan difícil...

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