domingo, 23 de noviembre de 2014

Entrevista a María Angulo: “En el periodismo narrativo cabe todo, salvo la mentira”

La labor de María Angulo Egea como divulgadora, compiladora e interpretadora del periodismo narrativo contemporáneo es propia de una persona tan apasionada en la materia como rigurosa en su análisis. Madrileña de nacimiento, yo la conocí cuando estudiaba la carrera en Zaragoza, donde imparte clases de Periodismo. En los dos cursos en que fui su alumno, me descubrió los modos en que puede imbricarse el trabajo del periodista y el del escritor. Aquellos años desarrollé el embrión de la vocación literaria que había concebido en mi niñez y adolescencia primera. María Angulo contribuyó a la maduración de la criatura, pues el entusiasmo con que hablaba del Nuevo Periodismo de Tom Wolfe, Truman Capote, Gay Talese y compañía era contagioso para todo aquel que sintiera un mínimo interés por las buenas historias.
No soy el único de sus alumnos que ha proseguido el camino de las letras, como demuestra la revista ZERO GRADOS que ha fundado desde el espacio universitario con vocación de cultivar nuevas visiones sobre la sociedad y la cultura. Además compagina su labor docente con artículos en Altäir Magazine y protagoniza la sección "Carne de Crónica” en El Periódico de Aragón.
 
La infatigable investigación de María Angulo ha culminado su siguiente capítulo en "Crónica y mirada" (Libros del K.O.),
obra sobre periodismo narrativo que ha coordinado Útil para estudiantes, académicos y lectores curiosos, incluye crónicas de Martín Caparros, Juan Villoro o Leila Guerrero, así como el análisis del fenómeno por parte de la autora y diversos colaboradores como como Roberto Herrscher, Eduardo Fariña, Jorge Carrión, Leticia García o Jorge Miguel Rodríguez. Del libro, del género (que define en el prólogo como “una forma de mirar que encuentra un estilo de narrar”), de literatura y de periodismo charlamos en uno de mis lugares favoritos de Barcelona: la Librería Central.
La literatura y el periodismo comparten un objetivo común, que es contar buenas historias. ¿Cómo definirías el actual estado de relación entre ellos? 
Yo creo que estamos recuperando esos orígenes de estrecha relación que ya exploraron en España precursores como Mariano José de Larra. Salvo la mentira, que es el único pecado mortal, el periodismo puede utilizar todos los recursos de la literatura para sus propios fines. Lógicamente también hace falta el periodismo más sintético, pero el dato sin explicación no nos dice mucho y por eso necesitamos cronistas de la realidad que nos ayuden a entenderla en todos sus matices y complejidades.   

Sin embargo, los cronistas no suelen gozar de espacio en los medios de comunicación tradicionales. ¿A qué obedece la crisis que ha dejado a tantos profesionales en el paro?
Hay una crisis económica general y otra provocada por el cambio de modelo que supone lo digital. Los medios convencionales se han limitado demasiado tiempo a volcar en la red sus contenidos en papel, cuando las demandas y modos de lectura son distintos. El panorama evolucionará radicalmente, ya que al final todos seremos lectores digitales, aunque no desaparezca el papel. Por otro lado, los periodistas aprovechan la red para practicar periodismo de largo aliento, o Slow Journalism, en publicaciones como Anfibia, FronteraD, Jot Down, El Estado Mental o Altair magazine.  
 
¿Cuáles son los males del periodismo tradicional que vuelven tan necesarios a los cronistas independientes?
Los periódicos suelen tener la agenda marcada, padecen de cierto anquilosamiento y además están muchas veces obligados a tender hacia la siempre imposible “objetividad”. En el caso de las secciones culturales, las editoriales grandes tienen un peso notable e imponen los libros de los que se habla. Los cronistas, por su parte, reivindican su subjetividad y realizan un periodismo más profundo que pone el foco en lo marginal o en los problemas de los ciudadanos de a pie. Tenemos algunos ejemplos maravillosos en crónicas sobre Buenos Aires o acerca del narcotráfico en México.
 
 
Además del riesgo personal que a menudo asumen los cronistas, ¿cuáles son las principales dificultades para asegurar un sano porvenir del periodismo cultural?
El problema casi siempre es el dinero. Los modelos de negocio están en fase de prueba y error. La crisis genera parados que invierten en proyectos hermosos, aunque no siempre sobreviven. La autonomía que otorga no depender de la publicidad sigue siendo improbable y los colaboradores muchas veces trabajan solo por vocación. La suscripción es una fórmula válida si se consigue generar una comunidad dispuesta a pagar por mantener un producto que le gusta. No queda otra que arriesgar.
Hasta ahora se han vendido más fácilmente las historias de ficción que las reales. ¿Consideras que la tendencia está cambiando?  
Yo creo que está cambiando, aunque sigue ocurriendo. De hecho, hay periodistas que prefieren que sus libros estén en la zona de ficción de las librerías por este motivo. Pero con la crisis y la digitalización de todo hay más interés que nunca por las historias reales. Cuando salimos de la pantalla queremos “tocar carne”. Mi objetivo con Crónica y Mirada es abarcar todo lo posible dentro de este macrogénero: conjugar teoría y práctica, ensayos académicos y ejemplos vivos para consolidar la idea del periodismo narrativo. En esta dirección se mueven obras como "Mejor que ficción"
coordinada por Jorge Carrión, o la Antología de crónica latinoamericana actual
de Darío Jaramillo. En Latinoamérica han asumido la iniciativa con autores ya canónicos como Caparros o Villoro. Se trata de una corriente subterránea que va emergiendo con el tiempo, periodismo de calidad que debemos conocer, practicar y reivindicar.
Cada cronista posee su propia mirada y su propio estilo. ¿Cuál ha sido la evolución del género?
Ha cambiado mucho desde las Crónicas de Indias hasta el viajero posmoderno del que habla Carrión, que ya no descubre un lugar sino que regresa a él.  Hay maestros de la sátira y la ironía, autores con un interés más etnográfico o ideológico… se viaja con las experiencias de otros a cuestas y con tu bagaje cultural en la maleta. Lo metanarrativo se vuelve inevitable y llega también a la crónica. Esta se sitúa en la exploración de los márgenes y, en sus mejores exponentes, aúna poética y política.
 
 
 
 
 

domingo, 16 de noviembre de 2014

¿Quién dijo que nadie se acuerda de los finalistas?

Siento deciros que mi novela no ha ganado el premio organizado por la agencia literaria Punctum. Hoy se ha conocido la decisión del jurado y han decidido declararlo desierto.
 
El concurso tenía dos categorías: una para obras ya publicadas y otra para obras inéditas. Por lo visto ninguna de las finalistas en esta modalidad ha seducido lo suficiente al jurado. Siempre queda una sensación extraña cuando esto sucede, pero obviamente forma parte de las posibilidades y hay que aceptarlo con deportividad.
 
De todos modos, voy a escribir a la agencia porque en las bases se indica que todas las novelas finalistas serán recomendadas a editoriales. Quiero saber dónde tienen previsto enviar la mía. No pierdo las esperanzas de que el concurso me abra puertas. Los inicios para un escritor son difíciles, así que me lo tomo con calma. Terminé de revisar "Desconexión" en enero (aunque todavía he añadido y modificado algunas cosas con posterioridad). Decidí darme un plazo aproximado de un año para mover la novela en concursos y editoriales. Hasta ahora, la agencia Punctum ha sido la única que ha respondido y voy a explorar el terreno con ella. Si no obtengo una solución definitiva en los próximos meses, en 2015 me lanzaré a la autopublicación. Considero que mi novela es digna de ser leída, y ya que ahora la tecnología permite publicar tanto en papel como en digital sin invertir un euro, pienso aprovecharlo. “Desconexión” saldrá a la luz más pronto o más temprano, y espero contar con vosotros como críticos y como lectores.
 
Por lo demás, voy a seguir publicando entrevistas a escritores y también un reportaje de investigación que narro en primera persona. La temática gira en torno a la búsqueda de empleo. Su extensión es considerable, al menos para lo común en Internet, así que lo iré desgranando en varias entradas. Mantendré vivo el blog mientras haya gente que lo siga, aunque estoy planteándome una mudanza virtual a una página de aspecto más profesional. ¿Qué os parecería la idea?   

domingo, 9 de noviembre de 2014

¡Mi novela "Desconexión" finalista en un concurso internacional!

Hoy tengo una gran noticia que daros sobre mi novela “Desconexión”, de cuyos avances y tentativas he ido informando en varias entradas precedentes:
 

La obra ha sido elegida como una de las cinco finalistas del concurso que organiza la Agencia Literaria Punctum.
Estoy muy contento porque hablamos de un certamen de alcance internacional (hay otra novela española finalista, dos italianas y una mexicana) cuyo jurado está compuesto por profesionales del sector. Que una agencia haya visto en mí madera de novelista me llena de satisfacción y me hace pensar que me hallo en la buena senda en mi aventura literaria (aunque el aprendizaje nunca termina y soy consciente de que debo seguir depurando mi escritura).
 
Como premio por ser finalista, la agencia recomendará mi novela a diversas editoriales que considere apropiadas. Se trata de una gran oportunidad, ya que la mayoría de editoriales solo tienen en consideración obras propuestas por agencias, no las enviadas directamente por los escritores (más aún si son noveles). Mis esperanzas de que un buen sello apueste por el proyecto literario más importante que he emprendido hasta la fecha crecen de manera exponencial.
 
El próximo domingo se conocerá la novela ganadora, cuyo premio consiste en su traducción a varios idiomas y su lanzamiento a escala internacional. Sobra decir que  sería un paso tremendo en mi trayectoria. Os daré puntuales noticias de la decisión del jurado, pero antes quiero agradecer de nuevo a todas las personas que han dedicado su tiempo a leer mi manuscrito y sugerir modificaciones que han contribuido de forma sustancial a encauzar la corrección, que  supuso la reescritura de algunos capítulos. Cualquier éxito que coseche la novela también será vuestro.   
 
También os anticipo un proyecto en el que llevo trabajando este último mes, totalmente nuevo para mí, que en parte ha determinado un parón en el ritmo de creación de contenidos del blog. Estoy realizando un reportaje narrativo (periodismo y literatura combinados) mediante lo que se denomina técnica de inmersión, es decir, introduciéndome personalmente en la realidad que pretendo describir. Narraré mi experiencia y al mismo tiempo desplegaré datos e información recabados sobre todo en Internet. Por el momento no os digo nada más pero pronto lo compartiré en el blog, creo que os interesará.
 
Un abrazo y gracias por permanecer en la cara invisible de la pantalla, dando sentido y entidad a mis letras.  

viernes, 24 de octubre de 2014

Libro al fuego


Ayer quemé un libro. No sé por qué lo hice. Creo que por el escaso gusto de la portada. ¿Qué pretendía representar? Parecía un nuevo animal mitológico enteramente horrible. Como una mezcla entre un cocodrilo y un tiburón o una motosierra y una pala o dos hombres desfigurados, no lo tengo claro. Inquietante. Ni una palabra necesité leer para rechazar de inmediato su mera existencia. Solo una mente depravada podía haberlo concebido. Encendí la chimenea, calenté la lumbre y arrojé el libro al fuego.
 
Lo más extraño fue esto: a medida que sus páginas se consumían en las llamas, sentí un dolor agudo en mis adentros, como si yo también estuviera abrasándome.  
 

jueves, 16 de octubre de 2014

Principios caóticos


Que no te importe la resaca de mañana: emborráchate. Que no te intimide la mirada de los otros: desnúdate.

No permitas que te impidan actuar las supuestas consecuencias de tus actos, ni que el miedo congele tus anhelos. Ama sin obsesionarte con la dignidad de tu amor, no calcules el riesgo de tus besos ni midas la longitud de tus caricias.

Deja de perseguir tus objetivos y empieza a recrear tus sueños. Deja de confundir la prudencia con la cobardía, deja de leer esto y ponte a escribir tu historia a renglones torcidos.

lunes, 6 de octubre de 2014

Entrevista a Jorge Carrión: “La historia del poder es la historia de la manipulación del pasado”


Conocí a Jorge Carrión en su faceta de docente, cuando cursaba el máster de Periodismo Cultural en la Universidad Pompeu Fabra. El primer día nos abrumó con una larga recopilación de autores imprescindibles para aprehender la literatura de todos los tiempos y en especial la de finales del siglo XX e inicios del XXI. Tras aquella clase, sentí un leve escrúpulo por haber publicado mi primer libro sin haber leído la mayor parte de la lista.
Al Carrión escritor ya lo conocía antes por su novela “Los muertos”, que si no recuerdo mal leí en segundo de carrera. La obra me pareció interesante, aunque su estilo y estructura resultaban un tanto extraños (al menos yo nunca había leído nada semejante). Ahora Galaxia Gutenberg la reedita y publica su continuación, "Los huérfanos". 
 
Para bien o para mal, "Los huérfanos" no se parece mucho a su predecesora. Se trata de una distopía post-apocalíptica cuyos personajes se hallan atrapados en un búnker. La Tercera Guerra Mundial ha asolado el mundo y escapar de la prisión subterránea implicaría una muerte segura. El personaje-narrador describe la deprimente vida en el búnker, al tiempo que nos esboza las causas que llevaron al colapso a la humanidad a través de una serie de informes realizados cuando trabajaba en Naciones Unidas. Una novela sugestiva, de poderoso estilo, que demuestra (por si alguien todavía albergaba dudas) que la ciencia ficción puede acoger literatura de altos vuelos.
 
Es probable que “Los turistas”, la obra que concluirá su trilogía, sea muy diferente a las anteriores, porque si algo caracteriza a Carrión es su deseo de experimentación. Se trata de un autor mutante (una de sus palabras favoritas) que ha tocado diversos géneros: finalista del premio Anagrama de Ensayo con "Librerías"experto en series de televisión norteamericanas y autor del libro experimental Crónica de viaje ahora planea incursionar en el mundo del cómic. Quién sabe cuál será el siguiente fetiche de su curiosidad.
 
 
Marcelo, el narrador de “Los huérfanos”, está obsesionado con memorizar el diccionario. ¿No es la suya una ilusión vana de abarcar el lenguaje?
Ha habido mucha retórica de escritores en contra del diccionario como prisión de palabras y ataque al lenguaje vivo, que muta. Para Marcelo es como una guarida porque en su búnker no hay palabra viva, hablan un inglés neutro, utilitario, y el diccionario es un interlocutor con su lengua materna: el castellano. Marcelo es un animal asustado en un contexto de caos. Necesita un orden salvador, y el que encuentra es el orden alfabético de las palabras de un viejo diccionario.
Además del diccionario, tiene relevancia el ajedrez. ¿Escribir una novela es como jugar una partida de ajedrez con el lenguaje?
Y con el lector. El ajedrez es una metáfora de la relación entre el escritor y el lector. En la novela tiene también una dimensión histórica. El narrador se obsesiona con Bobby Fischer, genio loco y solitario, a diferencia de su rival Spassky, que contaba con numerosos asesores. Es una representación de la lucha del individuo americano frente al colectivo soviético, muy propia de la Guerra Fría.
En “Los huérfanos” es fundamental la idea de la reconstrucción del pasado. Al lector no solo le inquieta lo que ocurre en el búnker, sino también cómo han llegado a esa situación.  
La elipsis es lo más difícil de manejar para un escritor. Es fácil decidir qué cuentas, pero no qué omites. La Tercera Guerra Mundial es una elipsis. Lo que me interesa son las consecuencias y sobre todo las causas de la guerra: la reanimación histórica.
Este deseo de revivir la historia tendrá graves consecuencias en la ficción. ¿Cómo crees que se está gestionando desde los poderes públicos la llamada “memoria histórica” en España?
La historia del poder es la historia de la manipulación del pasado. Lo primero que hace un político o un dictador cuando llega al poder es apropiarse de la historia y cambiarle el sentido. Franco, por ejemplo, explotó el Siglo de Oro, los conquistadores… y se legitimó en esa mitología. En realidad la memoria siempre es individual, el cerebro no funciona históricamente sino a saltos. Pero los gobiernos insisten en la necesidad de esa quimérica memoria histórica. La novela obliga a pensar, a través de la distorsión, cómo se está interpretando el pasado en las sociedades contemporáneas. 
¿Por qué te decidiste a continuar “Los muertos” con una historia de ciencia ficción post-apocalípita?
Todos los géneros, estilos y temas pueden convivir, lo importante es por qué los escoges. Yo de algún modo fui escogido por el género distópico, pensé que era la única manera lógica de seguir la trilogía. Además para mí la ciencia ficción siempre ha estado presente. Con 15 años empecé escribiendo cuentos fantásticos y de ciencia ficción, jugaba a rol, leía cómics… es un mundo que me fascina. Lo que no hay que hacer es forzarse a escribir lo que no te apetece. Veo difícil que me surja una novela realista clásica, ya que me interesa la búsqueda y la experimentación y el realismo no ofrece tanto margen. 
Hablemos un poco de narrativa contemporánea. ¿Eres de los que creen en la muerte del autor?
La muerte del autor, entre una cosa y otra, ya tiene más de 40 años desde que la decretara Roland Barthes. Creo que es lo contrario, con el cambio de siglo el autor ha resucitado con fuerza. Se ha normalizado la presencia del escritor en sus propios textos, como demuestra la obra de Mario Bellatin, Houellebecq, Coetzee, Sergio del Molino, Leila Guerriero, Knausgård…. Por otro lado existe el fenómeno de la autoría colectiva, como una especie de Superautoría, pero no son excluyentes. No creo que el autor vaya a morir aunque sea por el problema del ego, que no se supera fácilmente.  
¿Qué características comunes tienen los escritores qué más te interesan?
Me fascinan los que no se conforman y tratan de ir más allá de la tradición. Los que buscan un lugar que no tiene por qué estar en la vanguardia, puede estar en la retaguardia, en el lateral izquierdo, pero en un lugar inesperado en cualquier caso. Si no hay descubrimiento e investigación en el proceso de escritura, no resulta tan interesante.
De todos modos, ¿crees que la capacidad de influencia social de la literatura está en crisis?
Hubo una época en que el periodismo y la literatura tuvieron más influencia porque eran casi el único lenguaje narrativo. Pero la literatura se acostumbró a convivir primero con la radio y la televisión, ahora también con series, cómics, videojuegos… el escenario actual es múltiple y dividido. Sin embargo, hay lectores para todo porque la humanidad nunca ha estado tan ilustrada y alfabetizada. La literatura de vanguardia casi siempre ha sido minoritaria, pero rehúyo los discursos apocalípticos. Busco lecturas de lo real que sean ilusionantes y esperanzadoras. Incluso las utopías, aunque resulten irrealizables, porque son necesarias como horizonte de expectativas, para empujarte a un lugar mejor al que nunca terminarás de llegar.
¿Eres de los escritores que planifican mucho antes de escribir la primera palabra de la novela?
Cada caso es distinto. En “Los muertos” la estructura de base era muy fuerte, en “Los huérfanos” fue a posteriori cuando la encontré tras varias pruebas casi de montaje, hasta hallar el ritmo que mejor funcionaba. 
¿Nos puedes avanzar algo de tus próximos proyectos?
Trabajo en varios libros de no ficción, entre el ensayo y la crónica. Tengo uno sobre series, dos sobre viajes y literatura… y también un cómic periodístico con el dibujante Sagar Forniés. Va sobre gente que se dedica a recoger metal por las calles de Barcelona para venderlo como chatarra. Hay un gran salto entre ser lector y escritor de cómics y el proceso está resultando muy interesante. Mi experiencia me dice que los proyectos surgen cuando menos te lo esperas. 
También quería preguntarte por tu visión del periodismo cultural. ¿Cuáles son los principales retos que afronta?
Es un momento fascinante pero difícil en términos de profesionalización. Todavía hay nuevas formas de contar la realidad que no han sido agotadas. Es importante la alianza entre el periodista y el informático. En el periodismo de datos, por un lado, y en el transmedia y el multimedia hay caminos por recorrer para el periodista cultural.
¿Y cómo ves la supuesta batalla entre e-books y libros en papel?
Antes pensaba que la transición iba a ser más rápida. Las librerías pueden durar varias décadas porque no cuaja la lectura digital de libros, aunque sí de artículos o crónicas. En el libro hay una idea de permanencia muy arraigada que no encontramos en los dispositivos electrónicos. Hasta que esa idea no migre también de soporte, el e-book no se impondrá definitivamente. A día de hoy las buenas obras se editan en papel, pero Amazon también funciona como prescriptor sobre lo que debe publicarse. Vivimos en una época de transición y de convivencia muy interesante. La única forma de saber lo que pasará es esperar a que pase.
Para terminar, dado que también das clases de creación literaria en la Universidad Pompeu Fabra, ¿qué consejo darías a los escritores noveles?
Leer y escribir, pero hacerlo críticamente, aceptando la posibilidad de reinventarse desde cero. La acumulación de lecturas puede ayudarte a ser el escritor que deseas o, por el contrario, hipotecarte y cerrarte el paso. El que empieza debe explorar voces, géneros y formatos hasta encontrar su propio lenguaje. No hay que tener ansiedad por publicar. La literatura no da dinero, así que es mejor dejar de lado las urgencias y dedicar tiempo a perfeccionar tus habilidades.    
 
 
 
 

viernes, 19 de septiembre de 2014

La escalera capitalista

 
Ya casi no recuerdo la última vez que ensayé un ensayo, si se me permite este pueril juego de palabras. Y lo echaba de menos. Por eso dedico la entrada de hoy al capitalismo. Pero no como se dedica un libro, un gol decisivo o una jornada de homenaje a un personaje de honra, sino más bien como quien le regala un corte de mangas al objetivo de su animadversión. Porque, tras soportar un gobierno con mayoría absoluta del PP, ¿quién no se vuelve un poco revolucionario?
 
Si algo hay que reconocerle al capitalismo es su capacidad para transmutarse con sigilo. Su última trampa consiste en proponer que pagues más para sentirte mejor, ya que se supone que parte de tu dinero se destina a una buena causa… como si fueras tú el responsable de la extrema pobreza de millones de personas, y como si los ingentes beneficios de las empresas detrás de ese producto encarecido no tuvieran nada que ver.
 
El viejo truco, que todavía funciona, se basa en atizar el ego y el individualismo del consumidor (de los cuales tampoco el que escribe ni quien lee estamos desprovistos). Pero no creo que la complejidad inherente al ser humano requiera tal cantidad de objetos en los que manifestarse, ni que estos sean la mejor manera de diferenciar su personalidad. Al contrario, al ser usados por muchos, tienden a uniformarnos. Lo mismo que te venden para distinguirte se lo venden a miles (y si pueden, a cientos de miles o a millones).
 
¿Cuánta gente se ha comprado el mismo pantalón, el mismo teléfono o el mismo coche que yo? No necesito la respuesta exacta para comprender que esa adquisición no me ha diferenciado de nadie sino al contrario, me ha igualado con una multitud desconocida: he sido atrapado en la misma red que otros incautos pececillos.
 
El capitalismo no se conforma con dictar lo que debemos comprar según renta, edad, sexo u aficiones. Aspira a controlar y manipular incluso nuestros sueños y deseos íntimos, que a su vez nos llevan a consumir toda clase de productos en una vana e interminable persecución. Después ya se encargarán los ejecutores del sistema de prefabricar ilusiones a la última moda para que sigamos alimentando el ciclo infinitamente. Y, sobre todo, se asegurarán de que no luchemos por nuestros sueños más genuinos, que la marejada publicitaria, la educación sin creatividad y los mensajes alienantes de los medios irán barriendo de forma progresiva.
 
Otro de los ardides que enarbola el capitalismo es su teórica permeabilidad social. Hoy estás abajo, amigo mío; observas la ropa elegante, los hoteles de lujo y los coches de alta gama como ideales inaccesibles. Pero si te esfuerzas mucho, si te imbricas en el sistema con la suficiente intensidad, tendrás la opción de ascender hasta la cúspide del rascacielos.
 
La igualdad de oportunidades es una patraña. Nunca se ha dado y nunca se dará. Además, ¿qué pasa si yo no quiero subir por la escalera (mecánica y deshumanizada) en cuyos resbaladizos peldaños se desvanecen valores que para mí tienen más valor que mirar al resto desde arriba?
 
Los conservadores suelen negar cualquier atisbo de bondad en el ser humano, dando por hecho que todos deseamos subir sin mirar atrás por la escalera diabólica. Pero en realidad no pueden obligarnos a actuar de esa manera. Lo que sí han conseguido hasta ahora es separar lo suficiente a quienes no pensamos así. De este modo han impedido que construyamos una estructura diferente que funcione mejor que la maldita escalera, en la que necesariamente uno tiene que subir para que otro baje, pero cuya cima se halla blindada por los magnates y garantes del capitalismo. ¿Y si pudiéramos organizarnos de una forma diferente en que predominara la colaboración ciudadana, en vez del egoísmo que nos aísla y favorece a las elites? ¿De verdad es tan importante el capital como para establecer distinciones que a menudo atentan contra la dignidad de las personas? ¿En serio solo debemos cultivar nuestra personalidad a través de los objetos que nos venden en centros comerciales?
 
Quizá las utopías sociales que nacieron en los años 60 resulten comparables a los intentos de Leonardo da Vinci por construir un ingenio volador en el siglo XVI. Buenas y bisoñas ideas condenadas al fracaso, pero rescatadas en el futuro como germen de las revoluciones por venir. Entonces aún carecíamos de la preparación y los medios adecuados para llevarlas a cabo con éxito. El sistema se recrudeció en sí mismo, los tiburones devoraron a los hippies y las bandas de rock enterraron sus guitarras en nichos de oro. Tuvieron que pasar varios siglos para que el hombre se alzara sobre la tierra en los primeros aeroplanos. ¿Cuánto habrá que esperar para que se desprenda el velo de la ignorancia y se derrumben los mitos que todavía sustentan la escalera capitalista?