viernes, 24 de octubre de 2014

Libro al fuego


Ayer quemé un libro. No sé por qué lo hice. Creo que por el escaso gusto de la portada. ¿Qué pretendía representar? Parecía un nuevo animal mitológico enteramente horrible. Como una mezcla entre un cocodrilo y un tiburón o una motosierra y una pala o dos hombres desfigurados, no lo tengo claro. Inquietante. Ni una palabra necesité leer para rechazar de inmediato su mera existencia. Solo una mente depravada podía haberlo concebido. Encendí la chimenea, calenté la lumbre y arrojé el libro al fuego.
 
Lo más extraño fue esto: a medida que sus páginas se consumían en las llamas, sentí un dolor agudo en mis adentros, como si yo también estuviera abrasándome.  
 

jueves, 16 de octubre de 2014

Principios caóticos


Que no te importe la resaca de mañana: emborráchate. Que no te intimide la mirada de los otros: desnúdate.

No permitas que te impidan actuar las supuestas consecuencias de tus actos, ni que el miedo congele tus anhelos. Ama sin obsesionarte con la dignidad de tu amor, no calcules el riesgo de tus besos ni midas la longitud de tus caricias.

Deja de perseguir tus objetivos y empieza a recrear tus sueños. Deja de confundir la prudencia con la cobardía, deja de leer esto y ponte a escribir tu historia a renglones torcidos.

lunes, 6 de octubre de 2014

Entrevista a Jorge Carrión: “La historia del poder es la historia de la manipulación del pasado”


Conocí a Jorge Carrión en su faceta de docente, cuando cursaba el máster de Periodismo Cultural en la Universidad Pompeu Fabra. El primer día nos abrumó con una larga recopilación de autores imprescindibles para aprehender la literatura de todos los tiempos y en especial la de finales del siglo XX e inicios del XXI. Tras aquella clase, sentí un leve escrúpulo por haber publicado mi primer libro sin haber leído la mayor parte de la lista.
Al Carrión escritor ya lo conocía antes por su novela “Los muertos”, que si no recuerdo mal leí en segundo de carrera. La obra me pareció interesante, aunque su estilo y estructura resultaban un tanto extraños (al menos yo nunca había leído nada semejante). Ahora Galaxia Gutenberg la reedita y publica su continuación, "Los huérfanos". 
 
Para bien o para mal, "Los huérfanos" no se parece mucho a su predecesora. Se trata de una distopía post-apocalíptica cuyos personajes se hallan atrapados en un búnker. La Tercera Guerra Mundial ha asolado el mundo y escapar de la prisión subterránea implicaría una muerte segura. El personaje-narrador describe la deprimente vida en el búnker, al tiempo que nos esboza las causas que llevaron al colapso a la humanidad a través de una serie de informes realizados cuando trabajaba en Naciones Unidas. Una novela sugestiva, de poderoso estilo, que demuestra (por si alguien todavía albergaba dudas) que la ciencia ficción puede acoger literatura de altos vuelos.
 
Es probable que “Los turistas”, la obra que concluirá su trilogía, sea muy diferente a las anteriores, porque si algo caracteriza a Carrión es su deseo de experimentación. Se trata de un autor mutante (una de sus palabras favoritas) que ha tocado diversos géneros: finalista del premio Anagrama de Ensayo con "Librerías"experto en series de televisión norteamericanas y autor del libro experimental Crónica de viaje ahora planea incursionar en el mundo del cómic. Quién sabe cuál será el siguiente fetiche de su curiosidad.
 
 
Marcelo, el narrador de “Los huérfanos”, está obsesionado con memorizar el diccionario. ¿No es la suya una ilusión vana de abarcar el lenguaje?
Ha habido mucha retórica de escritores en contra del diccionario como prisión de palabras y ataque al lenguaje vivo, que muta. Para Marcelo es como una guarida porque en su búnker no hay palabra viva, hablan un inglés neutro, utilitario, y el diccionario es un interlocutor con su lengua materna: el castellano. Marcelo es un animal asustado en un contexto de caos. Necesita un orden salvador, y el que encuentra es el orden alfabético de las palabras de un viejo diccionario.
Además del diccionario, tiene relevancia el ajedrez. ¿Escribir una novela es como jugar una partida de ajedrez con el lenguaje?
Y con el lector. El ajedrez es una metáfora de la relación entre el escritor y el lector. En la novela tiene también una dimensión histórica. El narrador se obsesiona con Bobby Fischer, genio loco y solitario, a diferencia de su rival Spassky, que contaba con numerosos asesores. Es una representación de la lucha del individuo americano frente al colectivo soviético, muy propia de la Guerra Fría.
En “Los huérfanos” es fundamental la idea de la reconstrucción del pasado. Al lector no solo le inquieta lo que ocurre en el búnker, sino también cómo han llegado a esa situación.  
La elipsis es lo más difícil de manejar para un escritor. Es fácil decidir qué cuentas, pero no qué omites. La Tercera Guerra Mundial es una elipsis. Lo que me interesa son las consecuencias y sobre todo las causas de la guerra: la reanimación histórica.
Este deseo de revivir la historia tendrá graves consecuencias en la ficción. ¿Cómo crees que se está gestionando desde los poderes públicos la llamada “memoria histórica” en España?
La historia del poder es la historia de la manipulación del pasado. Lo primero que hace un político o un dictador cuando llega al poder es apropiarse de la historia y cambiarle el sentido. Franco, por ejemplo, explotó el Siglo de Oro, los conquistadores… y se legitimó en esa mitología. En realidad la memoria siempre es individual, el cerebro no funciona históricamente sino a saltos. Pero los gobiernos insisten en la necesidad de esa quimérica memoria histórica. La novela obliga a pensar, a través de la distorsión, cómo se está interpretando el pasado en las sociedades contemporáneas. 
¿Por qué te decidiste a continuar “Los muertos” con una historia de ciencia ficción post-apocalípita?
Todos los géneros, estilos y temas pueden convivir, lo importante es por qué los escoges. Yo de algún modo fui escogido por el género distópico, pensé que era la única manera lógica de seguir la trilogía. Además para mí la ciencia ficción siempre ha estado presente. Con 15 años empecé escribiendo cuentos fantásticos y de ciencia ficción, jugaba a rol, leía cómics… es un mundo que me fascina. Lo que no hay que hacer es forzarse a escribir lo que no te apetece. Veo difícil que me surja una novela realista clásica, ya que me interesa la búsqueda y la experimentación y el realismo no ofrece tanto margen. 
Hablemos un poco de narrativa contemporánea. ¿Eres de los que creen en la muerte del autor?
La muerte del autor, entre una cosa y otra, ya tiene más de 40 años desde que la decretara Roland Barthes. Creo que es lo contrario, con el cambio de siglo el autor ha resucitado con fuerza. Se ha normalizado la presencia del escritor en sus propios textos, como demuestra la obra de Mario Bellatin, Houellebecq, Coetzee, Sergio del Molino, Leila Guerriero, Knausgård…. Por otro lado existe el fenómeno de la autoría colectiva, como una especie de Superautoría, pero no son excluyentes. No creo que el autor vaya a morir aunque sea por el problema del ego, que no se supera fácilmente.  
¿Qué características comunes tienen los escritores qué más te interesan?
Me fascinan los que no se conforman y tratan de ir más allá de la tradición. Los que buscan un lugar que no tiene por qué estar en la vanguardia, puede estar en la retaguardia, en el lateral izquierdo, pero en un lugar inesperado en cualquier caso. Si no hay descubrimiento e investigación en el proceso de escritura, no resulta tan interesante.
De todos modos, ¿crees que la capacidad de influencia social de la literatura está en crisis?
Hubo una época en que el periodismo y la literatura tuvieron más influencia porque eran casi el único lenguaje narrativo. Pero la literatura se acostumbró a convivir primero con la radio y la televisión, ahora también con series, cómics, videojuegos… el escenario actual es múltiple y dividido. Sin embargo, hay lectores para todo porque la humanidad nunca ha estado tan ilustrada y alfabetizada. La literatura de vanguardia casi siempre ha sido minoritaria, pero rehúyo los discursos apocalípticos. Busco lecturas de lo real que sean ilusionantes y esperanzadoras. Incluso las utopías, aunque resulten irrealizables, porque son necesarias como horizonte de expectativas, para empujarte a un lugar mejor al que nunca terminarás de llegar.
¿Eres de los escritores que planifican mucho antes de escribir la primera palabra de la novela?
Cada caso es distinto. En “Los muertos” la estructura de base era muy fuerte, en “Los huérfanos” fue a posteriori cuando la encontré tras varias pruebas casi de montaje, hasta hallar el ritmo que mejor funcionaba. 
¿Nos puedes avanzar algo de tus próximos proyectos?
Trabajo en varios libros de no ficción, entre el ensayo y la crónica. Tengo uno sobre series, dos sobre viajes y literatura… y también un cómic periodístico con el dibujante Sagar Forniés. Va sobre gente que se dedica a recoger metal por las calles de Barcelona para venderlo como chatarra. Hay un gran salto entre ser lector y escritor de cómics y el proceso está resultando muy interesante. Mi experiencia me dice que los proyectos surgen cuando menos te lo esperas. 
También quería preguntarte por tu visión del periodismo cultural. ¿Cuáles son los principales retos que afronta?
Es un momento fascinante pero difícil en términos de profesionalización. Todavía hay nuevas formas de contar la realidad que no han sido agotadas. Es importante la alianza entre el periodista y el informático. En el periodismo de datos, por un lado, y en el transmedia y el multimedia hay caminos por recorrer para el periodista cultural.
¿Y cómo ves la supuesta batalla entre e-books y libros en papel?
Antes pensaba que la transición iba a ser más rápida. Las librerías pueden durar varias décadas porque no cuaja la lectura digital de libros, aunque sí de artículos o crónicas. En el libro hay una idea de permanencia muy arraigada que no encontramos en los dispositivos electrónicos. Hasta que esa idea no migre también de soporte, el e-book no se impondrá definitivamente. A día de hoy las buenas obras se editan en papel, pero Amazon también funciona como prescriptor sobre lo que debe publicarse. Vivimos en una época de transición y de convivencia muy interesante. La única forma de saber lo que pasará es esperar a que pase.
Para terminar, dado que también das clases de creación literaria en la Universidad Pompeu Fabra, ¿qué consejo darías a los escritores noveles?
Leer y escribir, pero hacerlo críticamente, aceptando la posibilidad de reinventarse desde cero. La acumulación de lecturas puede ayudarte a ser el escritor que deseas o, por el contrario, hipotecarte y cerrarte el paso. El que empieza debe explorar voces, géneros y formatos hasta encontrar su propio lenguaje. No hay que tener ansiedad por publicar. La literatura no da dinero, así que es mejor dejar de lado las urgencias y dedicar tiempo a perfeccionar tus habilidades.    
 
 
 
 

viernes, 19 de septiembre de 2014

La escalera capitalista

 
Ya casi no recuerdo la última vez que ensayé un ensayo, si se me permite este pueril juego de palabras. Y lo echaba de menos. Por eso dedico la entrada de hoy al capitalismo. Pero no como se dedica un libro, un gol decisivo o una jornada de homenaje a un personaje de honra, sino más bien como quien le regala un corte de mangas al objetivo de su animadversión. Porque, tras soportar un gobierno con mayoría absoluta del PP, ¿quién no se vuelve un poco revolucionario?
 
Si algo hay que reconocerle al capitalismo es su capacidad para transmutarse con sigilo. Su última trampa consiste en proponer que pagues más para sentirte mejor, ya que se supone que parte de tu dinero se destina a una buena causa… como si fueras tú el responsable de la extrema pobreza de millones de personas, y como si los ingentes beneficios de las empresas detrás de ese producto encarecido no tuvieran nada que ver.
 
El viejo truco, que todavía funciona, se basa en atizar el ego y el individualismo del consumidor (de los cuales tampoco el que escribe ni quien lee estamos desprovistos). Pero no creo que la complejidad inherente al ser humano requiera tal cantidad de objetos en los que manifestarse, ni que estos sean la mejor manera de diferenciar su personalidad. Al contrario, al ser usados por muchos, tienden a uniformarnos. Lo mismo que te venden para distinguirte se lo venden a miles (y si pueden, a cientos de miles o a millones).
 
¿Cuánta gente se ha comprado el mismo pantalón, el mismo teléfono o el mismo coche que yo? No necesito la respuesta exacta para comprender que esa adquisición no me ha diferenciado de nadie sino al contrario, me ha igualado con una multitud desconocida: he sido atrapado en la misma red que otros incautos pececillos.
 
El capitalismo no se conforma con dictar lo que debemos comprar según renta, edad, sexo u aficiones. Aspira a controlar y manipular incluso nuestros sueños y deseos íntimos, que a su vez nos llevan a consumir toda clase de productos en una vana e interminable persecución. Después ya se encargarán los ejecutores del sistema de prefabricar ilusiones a la última moda para que sigamos alimentando el ciclo infinitamente. Y, sobre todo, se asegurarán de que no luchemos por nuestros sueños más genuinos, que la marejada publicitaria, la educación sin creatividad y los mensajes alienantes de los medios irán barriendo de forma progresiva.
 
Otro de los ardides que enarbola el capitalismo es su teórica permeabilidad social. Hoy estás abajo, amigo mío; observas la ropa elegante, los hoteles de lujo y los coches de alta gama como ideales inaccesibles. Pero si te esfuerzas mucho, si te imbricas en el sistema con la suficiente intensidad, tendrás la opción de ascender hasta la cúspide del rascacielos.
 
La igualdad de oportunidades es una patraña. Nunca se ha dado y nunca se dará. Además, ¿qué pasa si yo no quiero subir por la escalera (mecánica y deshumanizada) en cuyos resbaladizos peldaños se desvanecen valores que para mí tienen más valor que mirar al resto desde arriba?
 
Los conservadores suelen negar cualquier atisbo de bondad en el ser humano, dando por hecho que todos deseamos subir sin mirar atrás por la escalera diabólica. Pero en realidad no pueden obligarnos a actuar de esa manera. Lo que sí han conseguido hasta ahora es separar lo suficiente a quienes no pensamos así. De este modo han impedido que construyamos una estructura diferente que funcione mejor que la maldita escalera, en la que necesariamente uno tiene que subir para que otro baje, pero cuya cima se halla blindada por los magnates y garantes del capitalismo. ¿Y si pudiéramos organizarnos de una forma diferente en que predominara la colaboración ciudadana, en vez del egoísmo que nos aísla y favorece a las elites? ¿De verdad es tan importante el capital como para establecer distinciones que a menudo atentan contra la dignidad de las personas? ¿En serio solo debemos cultivar nuestra personalidad a través de los objetos que nos venden en centros comerciales?
 
Quizá las utopías sociales que nacieron en los años 60 resulten comparables a los intentos de Leonardo da Vinci por construir un ingenio volador en el siglo XVI. Buenas y bisoñas ideas condenadas al fracaso, pero rescatadas en el futuro como germen de las revoluciones por venir. Entonces aún carecíamos de la preparación y los medios adecuados para llevarlas a cabo con éxito. El sistema se recrudeció en sí mismo, los tiburones devoraron a los hippies y las bandas de rock enterraron sus guitarras en nichos de oro. Tuvieron que pasar varios siglos para que el hombre se alzara sobre la tierra en los primeros aeroplanos. ¿Cuánto habrá que esperar para que se desprenda el velo de la ignorancia y se derrumben los mitos que todavía sustentan la escalera capitalista? 

viernes, 12 de septiembre de 2014

¡Vuelvo a Barcelona!

 
La entrada de hoy no trata sobre literatura, sino de mi inminente futuro. Muchos ya lo sabéis, pero quería anunciarlo también aquí: ¡vuelvo a Barcelona! He recibido una beca de la consultora internacional http://www.mckinsey.com/, que entre otras cosas se dedica a ayudar a los jóvenes a desarrollarse profesionalmente. Esta consultora ha realizado un estudio del mercado laboral español y ha concluido que se demandan profesionales en dos ámbitos específicos: el desarrollo de páginas web y el Marketing digital. Este último tiene mucho que ver con el mundo de la comunicación y los nuevos caminos por los que discurre en el siglo XXI. El programa me pareció interesante, les envié mi CV y me han otorgado una beca para realizar el curso de forma gratuita.
 
Mis principales vocaciones son la literatura y el periodismo cultural, pero el mundo del Marketing ofrece buenas salida profesionales y estoy introduciéndome en él con pasos cada vez más firmes. Además, puedo aplicar lo que aprenda para promocionar mis propios libros, ya que estoy planteándome publicar en Amazon.
 
El curso comienza el próximo lunes y termina el 19 de diciembre. La idea es que se convierta después en un buen puesto de trabajo. De todos modos, afronto con ilusión mi regreso a Barcelona, una ciudad que me encanta y en la que he vivido muy buenas experiencias. En la Ciudad Condal tuve la oportunidad de profundizar en mi formación estudiando un máster sobre Periodismo Cultural en la Universidad Pompeu Fabra, donde conocí a profesores y alumnos que han dejado en mí una influencia muy positiva; también amplié mi experiencia con las prácticas en El Periódico de Catalunya, de las que guardo buenos recuerdos y algunos artículos compartidos en este mismo blog: http://cgamissans.blogspot.com.es/2013/07/dacia-maraini-escritora-en-tiempos-de.html
 
Estoy convencido de que mi nueva etapa en Barcelona también será enriquecedora. Voy a estar bastante ocupado, ya que el programa del curso es intenso, pero os iré contando cosas a medida que sucedan. A partir de ahora veré más a algunos amigos y menos a otros, pero prometo no olvidarme de ninguno... ni tampoco del blog.
 
¡Un abrazo a todos!

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Jornadas poético-veraniegas


 
Hoy comparto mis versos de dos maneras distintas: a través de la palabra, como es habitual en este blog, y mediante imagen y sonido. Los poemas son diferentes. El que aparece escrito lo concebí paseando junto a la playa de Barcelona, en un atardecer de este verano. El que recito en el video, al que titulé Poeta contra poeta, es más antiguo. Lo publiqué el 8 de noviembre de 2013 http://cgamissans.blogspot.com.es/2013/11/poeta-contra-poeta.html 
y no recuerdo con exactitud cuándo lo escribí ni a propósito de qué (en realidad no se necesita un propósito concreto para estas cosas). No es la primera vez que interpreto mis versos en público, pero sí mi debut en una iglesia, en San Pedro de los Francos (Calatayud). Curioso, ya que me siento capaz de creer en casi cualquier cosa (al menos por un momento), salvo en Dios. De todas formas, el marco resultó propició desde un punto de vista sonoro. Los versos de los numerosos poetas que salimos a recitar, como ardorosos creyentes de la palabra, resonaron con potencia en las paredes de la iglesia y permanecieron en el aire durante unos segundos, de algún modo, eternos.
 
Epílogo de la soledad

 
A veces no hace falta hablar;

basta con oír a la gente conversando.

A veces no hay que hacer el amor,

basta contemplar cómo otros se quieren;

dos perros se olfatean

y dos pájaros se cruzan en el cielo.

 

Basta con que el mar te refleje

y la música suene alrededor.

A veces, no hace falta más

que el recuerdo de haber sido otros.

 

En el laberinto extraviado de mis pasos,

tomo conciencia de que la belleza está en cualquier parte, 

especialmente en aquello que se nos escapa.

Y que todos los poemas y canciones y cuadros y esculturas del mundo

solo han rozado una mínima parte de la belleza que existe.

 

Una mujer como una estatua recibe la caricia de las olas.

El atardecer se eterniza y parece que nunca va a apagarse la última luz.

Pero al fin llega la noche y el mar se convierte en mancha oscura

e interminable cementerio.

Y la luna se replica como un corazón desbocado

que deja una estela de luz en el horizonte.
 
 
 
 

lunes, 25 de agosto de 2014

Entrevista a José Verón Gormaz: “Hoy en día hay más poetas que poesía”

 
 
José Verón Gormaz es un poeta tranquilo, que no necesita levantar la voz para utilizar la palabra con claridad y contundencia. En su dilatada trayectoria, que mereció el Premio de las Letras Aragonesas en 2013, ha cultivado todos los géneros literarios, en especial la poesía. También ha recibido numerosos premios como fotógrafo. Pese a las diferencias de lenguaje, asegura que “al escribir un poema y al hacer fotografía se experimentan sensaciones parecidas”.
 
Lo entrevisté en el Hotel Fornos, uno de los espacios donde disfruta escribiendo sin que le perjudiquen las amables interrupciones de varios de sus clientes, que lo saludaron con afecto durante nuestra conversación. Nacido en Calatayud, es un digno heredero de Marco Valerio Marcial, el poeta bilbilitano por excelencia en la época romana. Porque a José Verón siempre le ha inspirado su tierra y las historias que oculta. No en vano la ha representado con belleza en cientos de imágenes, tanto poéticas como fotográficas. El propio Marcial es el protagonista de su última novela, Las puertas de Roma, donde reanima el diálogo perpetuo entre pasado, presente y futuro culminando “un trabajo de muchos años de documentación” acerca de esta figura histórica. 
 
La creatividad de Gormaz se manifiesta en direcciones diversas, pero el cauce  en que convergen todos los afluentes es la poesía. Entiende este arte como “una forma de conocimiento” y la manera de decir “lo que de otro modo sería imposible”.  Su código es más complejo que el de la prosa, pero “si se entendiera que no hay que entender” tal vez la abrazarían nuevos lectores. En cuanto a su forma de expresión, se considera partidario de “adelgazar el lenguaje para reducirlo a su esencia, evitando florituras innecesarias”.
Sin caer en el rechazo automático por las nuevas formas que asume, José Verón cree que la poesía “ha atravesado épocas de mayor prestigio” y lamenta que no exista en España una tradición de lectura sólida. Los editores se quejan del escaso rédito que ofrecen los versos sin ejercer suficiente autocrítica. Opina que vivimos un tiempo en que “hay más poetas que poesía”. Y en los géneros narrativos el panorama tampoco resulta alentador, ya que la lista de los libros más vendidos “es espantosa en su mayor parte, copada por volúmenes tan gruesos como intrascendentes”, sentencia.
 
Gormaz también critica “la manipulación de algunas editoriales” cuyos concursos están concedidos a autores de su cuerda “en ocasiones, incluso antes de convocarse”. Para combatir esta tendencia, en Calatayud se fundó con su nombre un Premio Internacional de Poesía que ha cumplido este año su quinta edición.
 
 
Como todo artista que se precie, Gormaz es minucioso y exigente en la refinación de su obra. Me revela que ahora trabaja en otro volumen de poesía que, tras dos años de trabajo, no se decide a dar por concluido. Sin embargo, su último libro no lo pueblan versos sino “relatos breves de trama mínima, conectados con la filosofía”, e impregnados del mismo lirismo que caracteriza a sus poemas. Se trata de Cuentos para sentir las horas (Mira Editores), que presentará este viernes en su ciudad natal. En él prosigue la reflexión sobre el tiempo y el silencio (descubrir sus colores, sus texturas, sus voces…) que atraviesa su obra, fértilmente inacabada como un verso que pende en el aire sin desvelar su enigma.