miércoles, 26 de junio de 2013

Mi tercer premio literario me lleva a estudiar el micromecenazgo

 
Esta es una entrada feliz porque hace unos días me enteré de que había ganado mi tercer certamen literario por mi relato “El concurso imposible”. Me refiero al I Concurso de Narración breve de mecenix.com/. Mi cuento, que trata el tema de los premios literarios con un tono irónico y humorístico, ha resultado el mejor, según el Jurado, de entre los 269 recibidos en esta modalidad. Como consecuencia, se publicará en una obra colectiva y recibiré diez ejemplares gratuitos. Según me han comentado los organizadores, está previsto que el libro se edite a partir de septiembre y que esté en distribución seguramente en noviembre.
 
Debo aclarar algunas cosas acerca de Mecenix. Se trata de una plataforma que financia la publicación de libros gracias al micromecenazgo de lectores interesados. Con sus pequeñas aportaciones permiten editar más ejemplares de la obra y se aseguran su ejemplar. En caso de que no se llegue a la cantidad mínima, se les devuelve el dinero. De hecho, me han pedido que facilite una lista de contactos de correo electrónico, a quienes se les invitará (sin ningún compromiso, faltaría más) a contribuir a la edición del libro por el sistema de micromecenazgo. Si nadie tiene inconveniente, he pensado pasarles los emails públicos de los seguidores de este blog. Por supuesto, dichos contactos tendrán la reserva expresa de le ley de protección de datos española y ninguna finalidad más que comunicarles la publicación del libro donde se recogen las narraciones ganadoras y finalistas, por si quieren participar en su edición.
 
Además de ello, he recibido un bono de 300 euros que se destinará, si todo va bien, a publicar uno de mis libros en la plataforma Mecenix y Nèctar Editorial, pertenecientes al grupo Ambar Comunicació. Mi intención es enviarles mis nuevos relatos, ya que la novela aún no la tengo lista y probablemente la proponga antes a editoriales y concursos. Sin embargo, quizá Mecenix sea una buena salida para los cuentos, que son más difíciles de colocar especialmente cuando sus temas son diversos y sus características heterogéneas. Pero de eso ya os informaré a su debido tiempo a través del blog y las redes sociales. Antes necesito conocer el dinero que habría que recaudar, cómo sería la distribución de los ejemplares y las demás condiciones del contrato.
 
Me gustaría saber con toda sinceridad cuál es vuestra opinión sobre el sistema de micromecenazgo o crowfounding aplicado a obras literarias. ¿Estaríais dispuestos a financiar colectivamente un libro que os apetece ver publicado y recibirlo a un precio inferior al que se vendería en las librerías? ¿Creéis, por el contrario, que solo es justo pagar por una obra acabada y editada por profesionales? ¿O, como casi todo en esta vida, depende…?
 
Es evidente que el sector editorial está en crisis. Los grupos grandes solo apuestan por nombres reconocidos y los concursos de mayor enjundia se entregan casi a dedo. Por eso los escritores noveles buscamos nuevas formas de dar a conocer nuestros libros. Autoedición online o física, micromecenazgos… son sistemas que están todavía en fase de experimentación. Solo el tiempo dirá si sirven para paliar los males del sector. En último término, estará en manos de los lectores.      
 
Un abrazo y gracias a todos por vuestro apoyo     
 

miércoles, 19 de junio de 2013

Literatura e internet, más conectadas que nunca



En contra de mi costumbre voy a publicar la crítica de un libro en mi blog (lo habitual es que lo haga en http://www.atendiendoarazones.com/). La crítica puede ser un género literario en sí mismo, aunque no aspiro a tanto en esta entrada. Si la cuelgo aquí es porque me he sentido identificado con sus autores y porque su obra guarda relación con mi actual proyecto novelístico, que describe un mundo en el que Internet ha desaparecido. Su lectura me ha servido en cierto modo de inspiración.   
 
Tras la red es un libro de cuentos surgido de manera improvisada y espontánea, a partir de un encuentro de escritores, editores y críticos que reflexionaron a la orilla del Cantábrico sobre el futuro de la literatura en el nuevo paradigma digital. 16 cuentos, 16 autores (algunos tan conocidos como Lorenzo Silva, Javier Celaya, Cristina Fallarás o Vanessa Montfort), 16 historias que serían inconcebibles antes de la huracanada irrupción de internet en nuestras vidas.
Como explica María Goicoechea, prologuista y una de las escritoras representadas, “Internet ha transformado la sociedad y el modo en que nos relacionamos con los demás. De ahí la idea de crear una colección de relatos con historias que no podrían acontecer sin la red de redes”. Cada autor escoge diferentes caminos, imágenes y recursos incluso antagónicos. En la antología conviven cuentos muy convincentes y otros más discretos, pero todos poseen un nexo común: el lenguaje digital. Cibersexo, avatares, juegos de ordenador, redes sociales, whatsapps y correos electrónicos planean por narraciones que describen e indagan nuevas formas de comunicarse. Son los mismos temas de siempre adaptados a una vorágine distinta.          
Como reflejo más o menos fidedigno de su tiempo, la literatura debe explorar las revoluciones tecnológicas que están modificando el mundo (y también el universo editorial, obligado a reinventarse). Por ello es de agradecer que las nuevas generaciones de escritores actualicen sus registros para conectar con un lector que vive cada vez más rápido, con más distracciones retumbando a su alrededor y que muy posiblemente está leyendo a través de una pantalla.
Algunos autores, por lo general de edad avanzada, ven con recelo el cosmos digital. Sin embargo, Internet puede configurarse como un territorio ideal para que el género del relato, no siempre valorados por las editoriales en papel, campe ancho y breve, corto pero profundo y penetrante.  
Tras la red es un buen paso para aproximarse a esa dimensión digital de la literatura que todavía no está muy definida, pero que anticipa un horizonte prometedor. Y en parte es gracias al hacer de editoriales como Sigueleyendo que, además de esta antología, ha publicado a un precio muy reducido un puñado de libros interesantes.

lunes, 10 de junio de 2013

Ecos y resonancias de un intenso debate cultural



Afirma Umberto Eco que “la cultura no está en crisis; es crisis”. Como reflejo de toda actividad humana, es imposible abarcar la cultura por completo. Sin embargo, los medios de comunicación no pueden renunciar al intento de ofrecer una visión lo más amplia posible. Con el objetivo de discutir sobre el presente y el futuro del periodismo cultural,
se han celebrado en la Universidad Pompeu Fabra, entre el 3 y el 5 de junio, unas jornadas organizadas por los estudiantes del máster de Periodismo especializado en Cultura, entre los que me encuentro. Las bautizamos como Futuro Cultura, dos términos que deberíamos asociar de forma automática. En nuestra web podéis consultar más información sobre los invitados y consultar algunos de sus artículos: http://futurocultura.org/ 


La experiencia para nosotros ha sido muy positiva, pero en este artículo procuraré no caer en la endogamia autocomplaciente. Mi intención es extraer las ideas que, desde mi punto de vista, más contribuyan a diagnosticar esta profesión tan apasionante como precaria y a imaginar las formas que la cultura asumirá en un futuro próximo.
 
La crítica está en crisis. Al menos son muchas las voces que así lo afirman. Elitista, infantil, interesada, publicitaria… son solo algunos de los epítetos que recibe. En nuestra primera mesa de debate quisimos dar la palabra a tres críticos de diferentes especialidades (Luis Hidalgo, Sergi Dòria y Sergio Álvarez). En esta ocasión no debían criticar una obra literaria o una actuación musical sino su propio oficio, lo que es aún más complejo. Pero lo hicieron sin ambages. Coincidieron en que falta tiempo y espacio para la reflexión, de modo que la crítica ha derivado en muchas ocasiones en una crónica de ambiente muy superficial, en el caso de la música, o en reseñas de libros que se olvidan de describir la gama de grises. Sería deseable un mayor atrevimiento para destacar a nuevos creadores, si bien los tiempos y nombres rígidos de las industrias culturales reducen la libertad del crítico.
También lamentaron que se siga con excesiva frecuencia la estela de modas impuestas por empresas que buscan maximizar sus beneficios. Echan en falta críticas que generen un mayor debate y reflexión sobre la cultura. Los críticos más populares no son necesariamente los más capaces, sino aquellos que han construido un personaje a través de sus artículos.  
Después llegó el momento de que Eduard Cortés (director de cine), Marta Carrasco (bailarina y coreógrafa de danza) y Ada Parellada (dedicada a la gastronomía) nos ofrecieron el punto de vista de quienes están acostumbrados a recibir el juicio de la crítica. El tono del debate fue espontáneo, improvisado, informal y alejado de lo políticamente correcto; ante las ocurrencias de los ponentes estallaron risas entre el público que ocupaba la mayoría de butacas.
Sus palabras no tejen un discurso dominante porque pertenecen a ámbitos muy distintos y sus visiones son diferentes. Mientras que Eduard Cortés siente la crítica como “un peaje por hacer la película”, Ada Perellada trata de “seducir al crítico” y aprender de sus comentarios. Considera que un exceso de empatía hacia un colega de oficio puede anular el juicio ecuánime, por lo que destaca la importancia de que exista un profesional independiente. Para Marta Carrasco “a quien hay que seducir es al público”, y las peores críticas son “las que se llevan al terreno de lo personal”. 
En la tercera mesa abordamos las relaciones entre el periodismo y las industrias culturales. Nuestros invitados fueron Álex Salmon, Nacho Orovio y Anna Soler-Pont (en la foto). Toni Puntí, que ejerció como moderador, apuntó que “el periodista debería ser el árbitro entre cultura e industria”. Pero no es sencillo arbitrar cuando dependes económicamente de uno de los contendientes. Nacho Orovio reconoció que “el tono del periodismo se ha vuelto más lánguido y menos reivindicativo” ante el temor a perder el empleo. Aunque se ejerce más presión en otras secciones como política o economía, la cultura también tiene sus temas tabú. Resulta espinoso criticar a instituciones que ponen dinero para sostener al medio de comunicación, máxime en una época de transición como la que vivimos en la que el periodismo todavía está buscando su ubicación exacta.
Si la jornada del lunes estaba concebida para analizar la situación presente, el martes quisimos explorar las oportunidades de futuro que ofrece la cultura. Comenzamos temprano con el foro de ideas conducido por Jordi Carrión, en el que se presentaron varios proyectos interesantes. Para no alargar demasiado la crónica os dejo los enlaces por si deseáis descubrirlos. A los que mejor conozco son a los amigos de Pliego Suelto, ya que voy a empezar a colaborar en su revista online que pretende explorar cómo afecta el nuevo paradigma digital al ámbito de la literatura.


Uno de los retos principales que afrontan estos medios emergentes es la financiación: se habló de crowdfunding, de proponer eventos a los usuarios, de venderles productos o servicios relacionados… Tendrán más posibilidades de subsistir si ofrecen un contenido diferente y fresco, acercándose a las propuestas editoriales más humildes, a los grupos de música local, a los artistas de la calle… porque las manifestaciones culturales son más diversas de lo que nos muestran los medios tradicionales.

En su discurso final, Jorge Carrión recomendó a los bloggers que busquen alianzas con otros similares a ellos para llegar a comunidades más extensas. Afirmó que “la periferia se ha vuelto un discurso hegemónico” al que también se aferran instituciones de la cultura oficial, por lo que ya no se perciben con claridad sus fronteras.  Aseguró que hay “demanda de contacto humano” en este mundo tan digital y que “la respuesta no siempre es la ficción” cuando la crisis está generando tremendas historias reales.

Uno de los objetivos de las jornadas era romper tópicos o, al menos, discutirlos. Por ello dedicamos una mesa a comentar nuevos formatos audiovisuales con Antonio Baños, Manel Jiménez y Eulàlia Iglesias. Los tres coincidieron en que cultura y televisión no tienen por qué ser términos antagónicos. Quizá la clave está en crear programas que generen valor cultural por sí mismos. Antonio Baños enfatizó que el buen periodismo cultural “no trata solo las bellas artes, también la sociología, la política…”. La televisión es un medio de masas desde el que se pueden proponer debates con un alcance amplio. Además internet da una segunda vida a programas emitidos a horas intempestivas. Para Manel Jiménez, “faltan anti-agendas culturales y profundidad más allá de los flechazos informativos”.
Pero ninguna aproximación al futuro del periodismo cultural debe dejar de lado la red de redes. Por eso invitamos a Bernat Puigtobella (editor de Núvol)a Núria Coll (directora de Ets el que menges) y a Ana Basanta, redactora de Europa Press, para hablar de formatos web. De su coloquio extraigo que quizá en internet haya más futuro que presente, pero que ya es factible empezar a abrirse camino. Aunque el modelo pre-digital se está hundiendo sin que el digital lo reemplace aún, las oportunidades son casi infinitas. El periodista puede ejercer como editor de contenidos generados por especialistas o crear un medio independiente de cualquier empresa, sostenido únicamente por la fidelidad de sus lectores. 

A la última mesa la titulamos “Vértigo”, como la película de Hitchcock. Invitamos a Jordi Pardo, Elisenda Figueres y  Jordi Sellas para examinar los nuevos perfiles profesionales relacionados con la cultura. Los ponentes señalaron la necesidad de cubrir la vida cultural más allá de las instituciones, de reivindicar la importancia de la comunicación en cualquier proyecto empresarial desde su nacimiento y de mostrarse transparente en un mundo hipercomunicado donde la censura es imposible. Jordi Pardo incidió en que “la cultura es más que un producto de compra-venta; es de tanto interés general como la política y contribuye a aumentar el nivel de vida y la cohesión social”. Por ello hay que saber construir oportunidades poniendo énfasis en las demandas de la población, sin caer en el dogmatismo de enfrentar la cultura y el entretenimiento. El periodista cultural ha de mostrar un perfil laboral polivalente, ya que su formación le permite colaborar en proyectos de muy diversa índole.   
Para clausurar las jornadas contamos con la presencia de Laura Borràs, directora de la Institució de les Lletres Catalanes y experta en literatura digital y medieval. Nos habló de  cómo las nuevas tecnologías están transfigurando la cultura. Aseguró que “internet es una nueva forma de oralidad que va a transformar la palabra impresa” y que “lo digital permite reinventar la experiencia estética con nuevas formas de lectura y escritura más interactivas”. Para profundizar sobre estas cuestiones dirige el grupo de investigación Hermeneia.
Laura Borràs rebatió los argumentos de quienes aseguran que la red nos vuelve estúpidos, algo que ya se dijo en su momento acerca de la escritura. Considera que “se ha culpado a internet de todos los males del periodismo, en vez de adaptarse a la coyuntura y ofrecer valor añadido”. En lugar de plantear una guerra entre las nuevas y las viejas tecnologías, prefiere “la cultura de la re-mediación a la sustitución”. También planteó la siguiente pregunta: ¿qué es lo que queremos conservar del pasado?
En resumen, han sido tres días intensos en los que se ha discutido sobre periodismo, industria, crítica, arte, proyectos prometedores… todo ello desde perspectivas muy diferentes, pero con una pasión revitalizadora. No me caben dudas de que la cultura, afortunadamente, seguirá en crisis.  
 
 
 

martes, 28 de mayo de 2013

Ideas y proyectos

Escribo esta entrada para comentaros los proyectos literarios a los que me he dedicado en los últimos meses, que han influido en una cierta ralentización de las actualizaciones. Por una parte, he trabajado en un nuevo libro de relatos de extensión similar a “Juicio a un escritor”, que hasta ahora es mi única obra publicada en papel. De momento lo forman 19 cuentos cortos de temas variados: una biografía inventada de la infancia de Hitler, una redacción periodística alterada por la aparición de una máquina sobrenatural, la historia de una madre que no consigue convencer a su hijo para que salga de su útero, los avatares de un escritor que trata de participar en un extraño concurso literario… son solo algunos de ellos.
 
Por ahora no los publico en el blog porque quiero mantenerlos inéditos para concursos y editoriales. Si conocéis de alguna que apueste por los libros de cuentos (casi siempre injustamente a la sombra de las novelas) y que acepte el envío de manuscritos, os agradecería que me informarais. No tengo prisa por publicar, pero quiero que mi trabajo salga al encuentro de los lectores. Para ello tampoco descarto la opción Amazon, que investigo en este reportaje.
 
Por otro lado, voy a comenzar la revisión de mi novela “Desconectados”, que explora un mundo en el que internet ha desparecido. Está escrita en primera persona por un personaje que ha configurado su vida en torno a la red, por lo que deberá reinventarse por completo para adaptarse a la nueva situación. Os recuerdo que podéis leer las primeras páginas (provisionales) en entradas anteriores del blog:
 
Terminé la primera escritura hace meses, pero ahora empieza el “trabajo sucio” para dejar la novela aseada y corregir todas las desmesuras de mi imaginación, que he dejado volar sin más brújula que mi curiosidad y sin otro mapa que la improvisación. Ya llegará el momento de buscar la mejor manera de publicarla si quedo satisfecho con el resultado.
 
También estoy participando en la organización de unas jornadas sobre periodismo cultural. Os invito a seguirlas, ya que están pensadas para cualquier persona interesada en la cultura. Se celebrarán en Barcelona los días 3, 4 y 5 de junio, pero también serán transmitidas vía streaming. En nuestra web y perfiles en redes sociales vamos añadiendo todos los detalles. Os agradeceré cualquier ayuda en su promoción:
 
Gracias por vuestro tiempo y vuestro apoyo.  Continuamos leyéndonos por aquí siempre que os apetezca, porque no pienso abandonar este espacio mientras cuente con un solo lector (y cada vez sois más).
 
¡Un abrazo!

jueves, 16 de mayo de 2013

El aula y la escritura creativa, ¿una combinación provechosa?

Un libro de cuentos bastante peculiar, diversos talleres literarios y Joan Manuel Serrat compartieron protagonismo la tarde del 10 de mayo en la Universidad Pompeu Fabra. Para festejar el quinto aniversario del Máster en Creación Literaria del IDEC, se programaron una serie de actividades abiertas relacionadas con la literatura, pequeñas píldoras para los interesados en la escritura creativa en cualquiera de sus formas.
 
La jornada comenzó con clases sobre microrrelato, crítica emocional y poesía para narradores impartidas por docentes del máster. Sin embargo, el acto central fue la presentación de Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (Editorial Candaya), antología de doce escritores jóvenes que han cursado el máster en alguna de sus cinco ediciones. Jorge Carrión, escritor y profesor encargado de la coordinación del curso, explicó que el título alude a “la emergencia por ser públicos” que sienten los escritores en sus primeras etapas.
 
El libro es una obra plural en lo estilístico, lo temático y también en lo geográfico, ya que los autores proceden de diversos países a ambos lados del Atlántico. La selección fue responsabilidad del propio Carrión y del escritor mexicano Juan Villoro, otro de los profesores del máster. En el acto estaban presentes varios de los autores, entre ellos el también mexicano Eduardo Ruiz Sosa, quien destacó la importancia del cuento como un género clave para entender la tradición y el presente de la literatura, pese a que en ocasiones es injustamente olvidado por su menor fuerza comercial en comparación con la novela. Tomás Sánchez Bellocchio, otro de los escritores representados en la antología, defendió por su parte la utilidad de los cursos de creación literaria, asegurando que “no homogeneizan a los escritores sino que les ayudan a encontrar su propio camino”.
 
Para finalizar la jornada, un creador tan destacado como Joan Manuel Serrat conversó con los asistentes acerca de su concepción de la música y de la poesía. El cantautor habló con la serenidad de un hombre sabio. Escogió sus palabras cuidadosamente y cambió de idioma con agilidad. En todo momento se mostró jovial y con un pícaro sentido del humor que levantó numerosas carcajadas entre el público. Dijo entender la canción y la poesía como “una conmoción”. A la hora de componer la música que ha acompañado los versos de poetas como Machado o Miguel Hernández ha debido “bucear y hurgar en la poesía ajena”, una labor que ha emprendido con placer puesto que “para emocionar a otros primero debe emocionarte a ti”. 
Serrat aseguró creer en la insistencia más que “en las puñeteras musas”. Se encuentra cómodo en los territorios de la ironía y el cinismo, dado que fuera de esos ámbitos se sentiría “como si estuviera en calzoncillos”. Confesó que escribir canciones es para él “un ejercicio de higiene” y que para crear necesita “ponerse de cara a la pared”, alejado de cualquier bello paisaje que lo distraiga. El cantautor considera que vive en la duda, pero lo que resultó indudable es que conserva su capacidad para suscitar pasiones: una mujer del público confesó que él era su amor adolescente y un hombre argentino, muy emocionado, aseguró que cumplía un sueño al conocerle en persona.
La celebración finalizó con una copa de champán que alentó un sinfín de burbujeantes conversaciones acerca del presente, el futuro y las imprevisibles fronteras que los separan. Es imposible saber si alguno de los autores que presentaron su primer libro será recordado dentro de veinte años. Como bien dijo Serrat, “la ventaja del paso del tiempo es que pone todo en su sitio”. Pero al menos su emergencia por traspasar la intimidad del creador y penetrar en el ámbito de lo público se habrá visto atenuada.
El debate está abierto: ¿las clases de escritura creativa son de verdadera ayuda para los escritores? Siempre se ha dicho que a escribir se aprende escribiendo (y leyendo). Nadie puede ponerlo en duda. Por muchas lecciones magistrales que se reciban, de nada servirán si se carece de la voluntad necesaria para aislarse del mundo durante cientos de horas y dedicarse a la escritura de una novela o cualquier otro tipo de obra literaria.
Sin embargo, en los últimos tiempos han proliferado cursos, talleres y escuelas de escritores que tratan de dar un empujón a quienes están dando sus primeros pasos, casi siempre vacilantes, en el mundo de la literatura. Cada experiencia es única y suscita opiniones antagónicas. Yo creo que es imposible generalizar: los cursos serán buenos o malos en función de quienes los impartan y reciban (los compañeros son tan determinantes como los profesores para determinar su éxito). La teoría sobre las técnicas narrativas puede consultarse en cualquier página de internet. Incluso se han escrito libros al respecto como El arte de la ficción, de David Lodge. 
 
Pero contar con un grupo de personas con inquietudes literarias dispuestas a leer críticamente sus textos y a ofrecer sus sugerencias para mejorarlos puede resultarle muy valioso a un autor en ciernes. Es probable que le ayuden a detectar sus vicios. No escribirán su libro por él, pero le servirán para ganar tiempo y tomar impulso. Si el grupo es bueno, insisto.
 
¿Qué pensáis sobre todo esto? ¿Habéis recibido clases de escritura creativa? ¿Cómo fue vuestra experiencia? ¿Os parece un engañabobos, una opción interesante, un recurso desesperado, una solución mágica…?  

jueves, 2 de mayo de 2013

El inventor mental


Hoy comparto con vosotros el relato con el que gané mi primer concurso literario.  Fue hace dos años y entonces tuve que mantenerlo inédito con la perspectiva de publicarlo en la revista literaria Barcarola. Pero ha pasado el tiempo y todavía no me han confirmado nada, así que creo que ya es hora de mostrarlo. Se titula "El inventor mental":
 
Lord Matthew Clever nació en 1752, año de la invención del pararrayos. Estudió en el colegio Think About (uno de los más prestigiosos de la ciudad de Londres), donde logró más sobresalientes que amistades. Su inteligencia le granjeó tantos recelos como la constante ostentación que hacía de ella. El primer día en que ingresó en la Universidad de Oxford se presentó ante el rector con una libreta, en la que había apuntado doce sugerencias para mejorar su funcionamiento. Ninguna se aceptó mientras formaba parte de la facultad, pero todas se adoptaron más tarde, tras arduas deliberaciones de la Congregación.
Matthew Clever se sintió muy ofendido e infravalorado, así que decidió que jamás lucharía por nada ni por nadie. Comenzó cinco carreras científicas en Oxford y no terminó ninguna; no lo necesitaba. Heredero de la fortuna de su padre, un noble terrateniente del norte de Inglaterra, su única motivación consistía en demostrarse a sí mismo (y muy de vez en cuando a los demás) lo inteligente que era. Llevaba una vida retirada en una mansión campestre donde la hiedra se acumulaba en las paredes, a la vez que unas canas prematuras se adosaban a su pelo. El único contacto que mantenía con el exterior era la lectura de las gacetas científicas que, por aquel entonces, comenzaban a proliferar.
 
En una de esas publicaciones, fechada en 1769, leyó que un tal James Watt había patentado un ingenio al que llamaba “máquina de vapor”, capaz de transformar la energía térmica en energía mecánica. Sorprendido de que aquello supusiese una revolución, reunió a diez lores que conocía su padre para demostrarles que él ya la había inventado cinco años antes. Les enseñó su libreta, en la que había trazado unos planos que explicaban sus principios. Después de echarle un vistazo, el lord de mayor edad tomó la palabra:
–Como sin duda habrá leído, Watt no solo ha presentado la patente. También ha fabricado un modelo que funciona, o al menos así lo creen los técnicos. Si usted lo tenía tan claro, ¿por qué no intentó producir la máquina?
–Producir máquinas es una labor que carece de interés para mí, señor Wiggins. No pretendo ser el primero en construir ingenios revolucionarios, sino en concebirlos. Si analiza la Historia, comprobará que todas las creaciones se estropean en cuanto salen de la mente de su inventor. Se estropean al producirse y se estropean al utilizarse, manchándose para siempre el honor de quien las ha ideado. Yo no me expondré a semejante oprobio.
Nadie fue capaz de convencerle de que obrase de otra forma. A partir de entonces, cuando Clever leía que alguien había patentado un artilugio cuya primacía intelectual creía pertenecerle, enviaba una carta al Registro de Patentes con las siguientes palabras: “Yo lo concebí primero”. Después adjuntaba los planos y apuntes que, según él, demostraban su autoría. Pero, por muy detallados y precisos que fueran o parecieran, los documentos no tenían fecha. En el registro pensaban que se trataba de un mentiroso que intentaba usurparle el mérito al auténtico inventor y los desechaban nada más verlos.
Cansado de escribir esas breves cartas, Matthew Clever decidió ir un paso más allá. Corría el año 1787 cuando ordenó al mayordomo –su único criado– que copiase lo siguiente:
“Yo, Lord Matthew Clever, inventor intelectual de la máquina de vapor Clever (decisiva evolución de sus rudimentarias predecesoras), el globo de aire caliente, la lámpara de aceite y la hélice, les anuncio que recibirán en los próximos años la petición de una nueva patente relacionada con el vapor y un medio de transporte ya conocido. Estimo que los ingenieros que produzcan el invento tardarán al menos una década en adquirir los conocimientos que he alcanzado. Estén atentos.
 
De no haberla visto primero Wilfred Jamison, el destino más probable de la carta hubiese sido la hoguera. Jamison trabajaba en el Registro de Patentes y, aunque su deseo era ser fabricante de máquinas, carecía de la capacidad necesaria. Mas no carecía de sagacidad y ciertas habilidades técnicas. Decidió enviar una carta a Clever prometiéndole que le otorgaría la patente si le mostraba las pruebas. La firmó con el sello oficial del registro, pero no con la rúbrica del jefe como era costumbre, sino con la suya. Clever no esperaba esa respuesta ni ninguna otra, de modo que invitó a Jamison a su residencia para hacerse una idea más clara de sus propósitos.
Al contemplar la mansión, Jamison comprendió por qué Clever no se había molestado en patentar sus inventos. Se imaginó fumando un puro en los amplios pasillos de hierba, mirando por las quince ventanas blancas que jalonaban el edificio y acariciando sus paredes color caoba. Clever debió de leer los ojos ambiciosos de su invitado y le instó a sentarse fuera, en una mesa ubicada en mitad del jardín. El mayordomo trajo una segunda silla y les sirvió té.
–Bien, señor Jamison. Déme una razón para que le enseñe los planos de mi invento.
–Señor Clever, la razón es tan cristalina como los beneficios que supondría la patente.
El anfitrión chascó la lengua, bajó la barbilla y habló en tono desdeñoso mientras negaba con la cabeza.
–Veo que es tan estúpido como sus compañeros del registro.
–¿Por qué lo dice? —preguntó Jamison en un tono de curiosidad científica.
–Por varias razones. En primer lugar asegura que mi patente me proporcionaría beneficios, cuando ni siquiera sabe qué es lo que he inventado. En segundo lugar supone que me interesa el dinero, cuando si así fuera me habría molestado en patentar mis creaciones anteriores. En tercer lugar (y esto es lo más grave y lo más estúpido) pretende engañarme.
–¿Por qué lo dice? —repitió Jamison, con la boca semiabierta y las cejas levantadas.
–Usted no acude en nombre del Registro de Patentes, sino a título personal. Es tan obvio... incluso su expresión de incredulidad es lo más ridículo que he visto nunca.
Jamison apuró su taza de té antes de contestar.  
–Usted supone que soy estúpido. En cambio, yo supongo que usted es inteligente. No albergaba la esperanza de engañarlo por mucho tiempo. Le pido disculpas.
–Muy bien, pero le recuerdo que no estoy haciendo suposiciones, sino afirmaciones. Y ahoga dígame, ¿qué es lo que pretende? ¿Para qué desea ver mis planos?
–En parte es por curiosidad. Mi padre fue maquinista. Siempre se quejaba de su trabajo: horas y horas guiando los carros por tablas de madera que se torcían o partían con frecuencia... Solía llevarse a mi madre porque era la única forma de que estuvieran juntos. Fui engendrado entre los caballos que se utilizan como fuerza de transporte. Por lo que dice en la carta, intuyo que usted podría mejorar eso, ¿verdad?
–¿Mejorarle a usted? Lo dudo mucho. En cuanto a los carros, tal vez podría mejorarlos. Y también podría equivocarse de plano, o de pleno. No sería la primera vez.
Jamison ignoró las ironías de su interlocutor y continuó hablando con tranquilidad.
–Me he apostado una semana de rondas cerveceras con uno de mis compañeros del registro. Él dice que usted es un majadero; yo digo que quizá sea un genio. Tal vez ha inventado de veras el globo, la lámpara de aceite, la hélice y la nueva y mejorada máquina de vapor. En tal caso, me gustaría saber por qué ha guardado esas maravillas… encerradas en su propia mente.  
–Es donde mejor están, a salvo de los políticos y de los curiosos.
–Señor, ¿no cree que es obligación de todos contribuir al progreso? Algunos solo aspiramos a pequeñas cosas. Pero usted, con su cabeza... podría hacernos avanzar diez años en el tiempo.
–Y entonces seríamos todos más viejos. No veo motivos para...
Clever iba a tomar un sorbo de té; una sucesión de estornudos se lo impidió. Un movimiento reflejo de su brazo provocó la caída de la taza, que se partió en numerosos fragmentos.
–Oh, maldita sea.
–No se preocupe.
Jamison se acuclilló, recogió con cuidado los trozos y los dejó encima de la mesa, ante la mirada indiferente del dueño de la mansión. 
–Gracias, pero no requiero de nuevos sirvientes.
–No soy su criado, pero puedo convertirme en su colaborador. Mi padre me enseñó mucho acerca de las máquinas. Si de verdad ha encontrado una forma de optimizar los carros, o algún otro medio de transporte, me encargaría de la aplicación de esas mejoras. ¿No le gustaría ver cómo su creatividad se convierte en la admiración de todo el imperio?
 
Clever se pasó el dedo índice por los labios durante unos segundos, mientras fijaba su vista en el cielo gris que amenazaba tormenta. Después entrecerró sus ojos afilados y escrutó el rostro de Jamison.            
–Así que pretende hacer un trato conmigo. ¿En qué condiciones?
–Repartiríamos los beneficios a partes iguales. Solo ha de prestarme los documentos en los que detalla su creación. Yo me encargo de todo lo demás. Por supuesto, usted figurará como el inventor en el Registro de Patentes.
Clever se levantó de pronto, con tanta brusquedad que tiró varios de los trozos que Jamison había recogido.      
–¿Qué clase de trato es ese? Yo le ofrezco mi inteligencia y usted, a cambio, su mano de obra. ¡Y pretende repartir las ganancias a partes iguales, como si valiera lo mismo la una que la otra!
–Las cifras son negociables.
–No me interesa. En ese acuerdo solo ganaría usted. Ahora márchese de mi casa y no vuelva nunca más.
A la semana siguiente, Matthew Clever vio por primera vez su nombre en una gaceta. The Sensationalist publicó un artículo protagonizado por “un demente que se considera autor de algunos de los inventos más importantes de las últimas décadas”. Como prueba se reproducía la última carta que el loco había enviado al Registro de Patentes. Ningún lord volvió a visitar a Clever y las hiedras siguieron campando en su mansión.

jueves, 18 de abril de 2013

Escritores freelance: ¿expansión o cautiverio de la creatividad?



Hoy quiero tratar el tema de los escritores freelance o por encargo (también llamados escritores negros, según el contexto). Son esos redactores que buscan, normalmente en internet, toda clase de oportunidades para ofrecer sus servicios profesionales y escribir los artículos que se les reclaman, por un precio acordado de antemano. Tal vez ya conozcáis algunas de las webs donde publican ofertas. Adjunto unas pocas a modo de ejemplo:  http://www.infolancer.net/ http://www.trabajofreelance.com/ http://www.twago.es/
 
Debes registrarte, crear un perfil que dé confianza al potencial cliente y pujar por las ofertas que más te interesen. Solicitan artículos de casi todas las temáticas imaginables. También existen otras webs donde se publican reseñas de libros o artículos y los autores reciben dinero en función de la respuesta del público, por lo general manifestada a través de los clics en la publicidad: http://es.shvoong.com/ (donde ya he publicado mi primera reseñahttp://suite101.net/ valgan como ejemplo. Hay que atenerse a las normas que te indiquen y a veces, antes de empezar a publicar, tienes que superar algún tipo de prueba de redacción.
 
Apenas estoy empezando a explorar este mundo, pero creo que está lleno de posibilidades. Sabéis que mi vocación es escribir, y que me gusta hacerlo con absoluta libertad, dejándome llevar por la imaginación. Pero en unos meses terminaré el máster sobre periodismo cultural que estoy realizando y debo buscar la manera de conseguir ingresos. No es una cuestión sencilla con la crisis general y la de los medios en particular. Ese es un tema que tal vez trate en próximas entradas. De hecho, ahora estamos preparando como actividad del máster unas jornadas que tratarán sobre el futuro del periodismo cultural. Se celebrarán los días 3 y 4 de junio en Barcelona, en una de las sedes de la Universidad Pompeu Fabra. Os dejo los enlaces a las webs donde iremos informando en los próximos días: http://futurocultura.wordpress.com/ https://www.facebook.com/FuturoPeriodismoCultural?ref=hl https://twitter.com/futurocultura
 
Volviendo al tema de la entrada, la escritura por encargo es una de las opciones que barajo actualmente, junto con la publicación de mi obra (dos novelas, dos libros de relatos y uno de poesía, aunque no todos han sido revisados aún) en Amazon. Para los más interesados en Amazon, os recomiendo que leáis mi reportaje al respecto: Escritores autopublicados en Amazon
 
Me siento capaz de escribir sobre ámbitos bastante variados (literatura, escritura, periodismo, cine, arte, política, deportes, ciencia, videojuegos…) Este blog es una buena muestra de la amplitud de mis intereses, aunque obviamente no se puede ser un experto en todo. Pero, entre especializarme en uno o dos temas o acercarme a muchos de ellos, mi curiosidad insaciable me empuja a lo segundo. Creo que en eso coincido con la mayoría de escritores y periodistas culturales, al margen del camino profesional que hayan podido labrarse.
 
¿Qué opináis del mundo de los escritores freelance? ¿Supone la muerte del autor creativo, o una oportunidad de garantizar su sustento mientras sigue experimentando con sus obras más personales? ¿Alguno de vosotros se ha adentrado ya en la redacción de artículos por encargo?