martes, 18 de enero de 2011

Ensayo sobre la locura

Decía un viejo amigo mío que existe algo más importante que la lógica: la imaginación. Mientras bebíamos toda clase de bebidas alcohólicas en la algarabía de un bar neoyorquino, yo negaba esa supuesta supremacía de la imaginación y afirmaba la existencia de algo mucho más importante: la locura. Esto último solo me atrevía a decirlo cuando había bebido al menos medio litro de vodka.

Ahora que mi amigo, que si mal no recuerdo se llamaba Alfred y era director de cine, ha fallecido (digo ahora aunque tal vez ocurriera hace más de treinta años), puedo afirmarlo con total serenidad y sin una gota de alcohol en sangre: la locura es el estado superior de la imaginación. Porque incluso ésta se halla sujeta por el yugo de la realidad. Solo a través de la locura es posible una creación original y rabiosa.

Existen tantos tipos de locuras como seres humanos en el mundo. De hecho, las personas solo se vuelven verdaderamente interesantes cuando se dejan gobernar por la locura que les es propia. Hay que pensar, hacer y decir locuras. Sin embargo, no se deben hacer las locuras que se piensan, sino otras, pues una vez meditada y contemplada con reiteración, la demencia se convierte en cábala y más tarde en cálculo. Y, por supuesto, jamás se debe pensar la locura que se dice. Ésta ha de brotar de la pura sinrazón, que es la madre de todas las locuras. Tampoco el humor se concibe sin ellas.

El ser humano nació irracional y no debe apartarse nunca de su naturaleza, al menos no de un modo definitivo, ya que eso supondría matar al ser humano. La sociedad seguirá funcionando solo mientras sea posible concebir locuras y realizarlas, solo mientras sea posible vencerla. Por supuesto tampoco deben despreciarse la lógica ni la razón, cuyo conocimiento es sin duda importante, sobre todo porque nos facilita la realización del delirio. Lo que sí debe desterrarse por completo es la idea de lo imposible: ninguna locura es imposible. Para hacerla realidad basta con creer en ella sobrepasando el límite de nuestra convicción. Claro que no hay garantías de lograr nada, pero tampoco debía de tener muchas esperanzas el espermatozoide que nos engendró, ¿verdad?

La locura es la esencia que nos da y nos quita la vida. Nadie puede arrebatarnos esta fuente de la que mana todo impulso vital. Pueden quitarnos la ropa, la comida, el empleo, al ser amado. Pero solo uno mismo puede despojarse de su locura, ¡y ésa es la única que no recomiendo!

miércoles, 12 de enero de 2011

Votamos para no botar




El paro y la crisis económica han convertido a la clase política actual en una dificultad añadida, una rémora que atenaza la recuperación. El desprestigio y la impopularidad atesorados en los últimos meses por Zapatero se han unido a los que Rajoy ya traía de fábrica. Los fuegos fatuos oratorios de ZP, antes suficientes para prender la tacañería democrática de su rival, se han extinguido en los arenales del desempleo. Pero llega la hora de apuntar a los responsables de elegir a los responsables: nosotros, los ciudadanos.

¿Qué patrones, secretos como el voto, seguimos para elegir a los políticos? El continuismo y la pasividad, principalmente. Para verlo no hay más que recordar las últimas elecciones, y las anteriores y las anteriores. Felipe González ganó cuatro seguidas, pese a que las finales estaban salpicadas por casos graves de corrupción. Aznar también ganó dos, y quizá su delfín se hubiera impuesto en una tercera de no haberse producido el atentado del 11-M, que dejó al Gobierno en evidencia. Y todo ello a pesar de que había recibido muchas críticas por el uso abusivo de su mayoría absoluta. Con todo, el PP partía con ventaja en las encuestas un mes antes de las elecciones. Incluso las Cortes franquistas tuvieron que votar su propia disolución. Si no, quién sabe…

Mi conclusión es que tiene que estallar un detonante muy fuerte para que se produzca un cambio en el Gobierno. Una bomba nuclear, vaya, y ésa puede ser la crisis. O tal vez no baste. Los ciudadanos somos incapaces de botar a los políticos que lo hacen mal, y sólo recogemos sus cadáveres después de que ellos mismos se hayan suicidado.

domingo, 2 de enero de 2011

Una conversación de fragmentos

-Esta vez vamos a hablar claro tú y yo.
-¿Tú y yo? ¿Eso significa que no somos la misma cosa?
-La misma cosa, jamás. Pertenecemos, eso sí, a la misma entidad corporal. Habitamos el mismo cuerpo, pero no somos en absoluto lo mismo.
-No lo entiendo.
-Ese es el primer error: querer entenderlo todo. No es necesario en absoluto. Lo primero que debes hacer es liberarte de tus pensamientos. No de todos, por supuesto, pero sí de aquellos que te hacen retroceder en vez de avanzar.
-¿Avanzar hacia dónde?
-Hacia la muerte, desde luego.
-Preferiría alejarme de la muerte, mientras sea posible.
-Ese es otro error fundamental: el miedo a la muerte anula todo placer de la vida. Uno debe saber que cada segundo que transcurre lo acerca sin remisión a su muerte orgánica. De ello se infiere que… ¡puedes hacer lo que te venga en gana!
-Tengo sueño.
-Duerme, entonces.

(Unas dos horas más tarde)

-¿Qué tal has dormido?
-Bien, pero mal. Es decir, no entiendo por qué se ha acabado así, de repente. He notado la ligereza del sueño, el alivio del dolor, y de pronto vuelvo a estar despierto.
-Despertar es lo mismo que renacer. Nunca se está preparado para ello. Ahora debes concentrarte en esa sensación de levedad. Debes hallar la manera de fluir en una corriente generada por ti mismo. Soñar despierto sin contornearse ni tropezarse con las propias ambiciones… ésa es tu meta.
-Yo despierto solo tengo pesadillas.
-Porque no estás auténticamente despierto. Cuando duermes estás despierto, y cuando estás despierto duermes sin soñar.
-¿Es usted Platón o Freud?
-Solo soy una parte despierta de ti mismo.
-Si tanta sabiduría tienes, ¿qué haces dentro de mí?
-Yo no estoy dentro, sino a tu alrededor. Siempre que trato de mirarte me das la espalda y sales corriendo. No desespero, sin embargo, de enseñarte todavía una parte de lo que ya sabes.
-¿Aprender es recordar?
-Aprender es olvidar lo que te han enseñado.
-Empiezo a pensar que eres Mefistófeles.
-No voy a comprarte el alma. Tan solo pretendo revalorizarla.
.-Sí, ya me han quedado claras tus buenísimas intenciones. Pero sigo sin saber quién eres. Para empezar, ¿desde dónde me estás hablando?
-Te hablo tanto desde la parte derecha de tu cerebro como desde la izquierda. Mis palabras describen un circuito interconectado con el mundo exterior.
-Ah, entonces eres un virus.
-En ese lenguaje, yo sería más bien un actualizador.
-Me estás dando dolor de cabeza.
-Necesitas reiniciarte, eso es todo. Te duele la cabeza porque la tienes muy dura y frágil.
-¿Cómo…? Bah, déjame en paz.
-No tienes que pensar en lo que digo. Simplemente asúmelo y relájate. Ya es hora de que te levantes de la cama. Predigo que afuera el sol resplandece. Las sábanas no te protegen: te asfixian.
-Yo predigo que fuera hace frío y hasta puede que llueva. ¿Ahora te haces pasar por el hombre del tiempo?
-No hay hombre del tiempo, sino tiempo del hombre. El tiempo es el único préstamo que no tenemos que devolver. Deberíamos estarle agradecidos, en lugar de culparlo de nuestras desdichas.
-Me voy a levantar, pero solo para dejar de oírte.
-¡Magnífico!

sábado, 11 de diciembre de 2010

Noticias robóticas

Como cada domingo, Antonio Gris salió por la mañana a comprar el periódico. No adquiría siempre el mismo, pero procuraba no repetir. Dado que sus actividades empresariales no le concedían respiro, y sólo podía permitirse una hora semanal para mantenerse informado, solía alternar el perfil ideológico de las publicaciones que leía. Esta vez, un titular gigante del diario ELPAÍS acerca de la bolsa le impulsó a escogerlo, sin molestarse en ojear las otras portadas.

En cuanto llegó al salón de su casa, se despojó de la chaqueta del traje y comenzó a leer, amparado en la luz clara de la terraza, las noticias sobre economía, que le dejaron satisfecho. Entonces decidió mirar la sección internacional, y según avanzaba en la lectura se iba percatando del tono impersonal y forzadamente neutro de las informaciones. Abundaban los datos, las citas directas y las declaraciones institucionales. También observó un detalle extraño: todos los artículos se firmaban con las siglas I.A.P. Inquieto, Antonio Gris buscó el editorial confiando en que allí se explicaría su significado. Se titulaba “La revolución robótica se integra por fin en el periodismo” y, como de costumbre, no aparecía firmado. Esto es lo que leyó:

“El equipo de redacción de ELPAÍS se enorgullece de protagonizar la incorporación de los últimos avances en inteligencia artificial en la práctica del periodismo escrito. A partir de hoy, los lectores sabrán con seguridad que un error humano no empañará, en ninguna de las publicaciones del periódico, el rigor y la seriedad que siempre lo han caracterizado. En efecto, el equipo humano de ELPAÍS ha sido reemplazado por un escuadrón de robots facilitados por Microsoft 10.0, la empresa líder mundial en productos cibernéticos y robóticos, que cumplirán todas sus funciones de procesamiento y escritura de la información. Los prejuicios y las imprecisiones inherentes a la condición humana ya no formarán parte del producto final ofrecido al lector.

No cabe duda de que el equipo de redacción de ELPAÍS ha logrado, a lo largo de las últimas décadas, minimizar la influencia personal en la redacción de noticias, y corregir los equívocos que, pese a nuestros rigurosos filtros de calidad, son inevitables en algunas ocasiones. Sin embargo, la sustitución definitiva de los redactores por máquinas cuya eficacia ha sido demostrada en todo tipo de circunstancias supone un avance decisivo en la Historia del Periodismo.



Los robots son capaces de detectar los datos más significativos de la noticia y reproducirlos tal como aparecen en los registros informáticos, y responden con presteza y sencillez a los aspectos esenciales de la información. Además, a diferencia de los humanos, se hallan protegidos contra cualquier tipo de virus que pudiera interferir en su comportamiento. Su laboriosidad es impecable, y jamás se ven afectados en su rendimiento por discusiones laborales o problemas particulares. Por supuesto son capaces de trabajar 24 horas del día, lo que les permite redactar noticias suficientes para elaborar cinco periódicos diarios. Incluso pueden construir artículos de opinión, si se les instala una actualización que contenga la línea ideológica del medio en clave informática. Les aseguramos que no notarán apenas cambios en el lenguaje ni en el contenido de los productos periodísticos de ELPAÍS, salvo en la firma de todos ellos: I.A.P. (Inteligencia Artificial Periodística).

Los avances de la ciencia han permitido que la labor de los redactores se limite a la selección de las noticias consideradas de mayor importancia, previa suministración a la I.A.P. De todos modos, seguirán a disposición del lector para atender sus sugerencias. Deseamos que disfruten la nueva versión del periódico, concebida para responder a las necesidades sociales e informativas de la postmodernidad.”

Antonio Gris no era hombre que disfrutase a menudo de las bromas. Arrojó el periódico al cubo de la basura y se dispuso a salir de nuevo a la calle para adquirir un diario de la competencia. También se juró que no volvería a comprar ELPAÍS en todo el mes. Señaló al quiosquero ELMUNDO y lo pagó sin siquiera mirarlo. Anduvo los cinco minutos que lo separaban de su casa con tanta presteza que sólo tardó tres. Una vez se hubo sentado en el sofá, suspiró con toda la fuerza de que eran capaces sus pulmones, arrugó el periódico y, la frente más arrugada que el papel, empezó a devorar los titulares. Pronto sufrió una indigestión al comprobar que casi todos coincidían con los de ELPAÍS… ¡e incluso empleaban las mismas palabras! Comenzó a arrancar las páginas al tiempo que se le hinchaban las venas y se le revolucionaban las pulsaciones. Por increíble que le pareciera a Antonio Gris, todos los artículos estaban firmados con las siglas I.A.P, salvo el editorial (sin firma). Tan enfurecido como asombrado, leyó lo mismo (eso sí, con otras palabras) que ya expresara el editorial de ELPAÍS, es decir, la sustitución del equipo entero de redacción por una flota de robots inteligentes cedidos por Microsoft 10.0.

Antonio Gris corrió hasta el quiosco, casi asaltó a su encargado y, frenético como un enjambre de abejas sin miel, revisó uno a uno los periódicos hasta comprobar que todos sus artículos aparecían firmados por las mismas siglas y cortados por el mismo patrón lingüístico. Además sólo el diario regional había cambiado de modo ostensible el contenido informativo, priorizando las noticias de la zona. Con amargura, Antonio Gris pensó que incluso una máquina puede hacer eso.


Cuando llegó de nuevo a casa, el abatimiento se convirtió en su inhóspito huésped. No lamentaba tanto lo ocurrido por lo que pudiera afectarle a él. Al fin y al cabo sus negocios seguirían en manos de personal competente o, al menos, humano. Pero no pudo refrenar la tristeza al pensar en su hijo: apenas dos semanas atrás había comenzado a estudiar en la universidad, pleno de ilusiones y expectativas, la carrera de Periodismo. Antonio Gris tuvo la certeza de que esa profesión nunca volvería a ser la misma.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Sobre los políticos

Hay personas que aseguran anhelar un cambio en el mundo con objeto de mejorarlo. Sin embargo, muchas de esas personas solo desean cambiarse a sí mismas, sin que sean conscientes de ese anhelo profundo y oculto de su espíritu. Hay que ser bastante ciego para creerse capaz de mejorar el mundo sin disponer del arrojo necesario para mirarse cara a cara, sin distorsionar con parches autoimpuestos el resultado del enfrentamiento. Pero lo cierto es que, ante la imposibilidad de cambiarse o aun de verse tal como es, este tipo particular de persona opta por trastocar en la medida de sus posibilidades la realidad que le rodea, de un modo arbitrario e incomprensible en especial para sí mismo. Todos sus esfuerzos los enfoca a la adquisición de un poder que le otorgue influencia social a través de sus actos y palabras, y olvida qué es lo que pretendía cambiar con ese poder.

Este mal lo aquejan numerosos políticos hoy en día. Dan tumbos entre decretos y declaraciones hipócritas, patinan en los naufragios que ellos mismos provocan y acaban colaborando en el hundimiento de muchas personas de bien. No creo que sean perversos por naturaleza. Tal vez un tanto controladores y maniáticos, eso sí. Pero son, ante todo, un grupo confuso, homogéneo en su heterogeneidad, vacío en sus planteamientos. De pies a cabeza se hallan sujetos como monigotes atados a cuerdas invisibles, tejidas por sus frustraciones personales. Enredados al límite de lo humano, no pueden menos que liarlo todo a su alrededor y contribuir a la difuminación de los ideales que, supuestamente, los guían y sustentan. En tales posiciones – dignas de contorsionistas épicos – un leve empujón puede derribar sus débiles convicciones y arrastrarlos al profundo pozo de la corrupción.

El fin puede justificar los medios. No por lo común, pero sí cuando los fines son nobles en grado sumo. Lo que ocurre hoy con los políticos es peor que la máxima de Maquiavelo: ponen tanto énfasis en el medio, en el cómo, que olvidan el fin, el contenido de su propuesta política. Y esta actitud asegura un mal final para todos.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Una sola lágrima









He detenido para siempre en mi memoria
la lágrima que, al despedirnos, arrojaste.
Porque una lágrima contiene muchas esencias de vida y
posee infinitos significados de belleza y melancolía.

Una lágrima es más expresiva que un océano.
Una lágrima puede inundar un corazón y anegarlo.
Una lágrima puede derramarse y salpicar nostalgia durante siglos.
Una lágrima es una llama que ilumina la eternidad.
Una lágrima es una fuente de lágrimas.

Mil lágrimas caen ahora en respuesta de la lágrima que se fue,
como si asistieran con retraso al entierro de su madre.
Porque una lágrima es un fantasma de agua,
es un espíritu que agoniza en lo alto de una catarata.
¡Ay, cuántas cosas me enseñaste con una sola lágrima!

Sigo nadando en el abismo perforado por tu lágrima,
sumergido cada día en mayores profundidades.
Sigo esperando que tu lágrima germine en la corriente
de un verano que no llega, que no existe, que no siente.
¡Ay, cuántas cosas me quitaste con una sola lágrima!

martes, 2 de noviembre de 2010

Un futuro incierto para el mundo

La masa manda, el número mueve los engranajes de la historia. Es imposible gobernar un país sin la aquiescencia del grueso de la población. El poder es (o debiera ser) suyo. Pero la masa es tan manipulable como un niño pequeño, y resulta tan sencillo arrebatarle el poder como un caramelo a un chico. Ahora el eje del poder radica en Estados Unidos, y en el futuro convergerá hacia China. ¿Cuáles son los patrones, sobresaliente en su mediocridad, del hombre medio estadounidense? La credulidad y la ingenuidad, que los convierten en tan manipulables o más que los europeos. En un mundo cada vez más complejo, lleno de aristas, de ramificaciones y de relaciones, ellos lo ven casi todo blanco o negro. Por eso Obama les decepciona. Obama habría sido un gobernante exitoso en Europa. Quizá hubiera generado menos expectativas, pero habría sido capaz de cumplirlas.

En cuanto a los chinos, su milenaria civilización ha desembocado en la creación de la mayor masa humana del planeta. Sin embargo, no son capaces de levantarse para reclamar su libertad. Se mantienen dormidos bajo el gigante decrépito del comunismo. No parece que ello hable muy bien de su fuerza de voluntad. Son un pueblo demasiado sumiso para asumir el liderazgo de la humanidad, o al menos la vigilancia activa de sus representantes políticos. El número no basta.

Ninguno de las dos superpotencias posee el espíritu necesario para llevar el timón de la historia con rumbo firme. ¿Y cuál es el papel de los europeos en este siglo que albea? Menguante. La Unión Europea es un barco lleno de grietas. Incapaz de reafirmarse en su unidad, se va hundiendo poco a poco en sus dudas. Así como declinó la Unión Soviética, ahora es el turno de los europeos. El Viejo Continente es hoy más viejo que nunca, más canoso y decadente. Su antiguo vigor se ha reducido a polvo. ¿Será su destino el aplastamiento de sus raíces, la extinción de su llama, el derramamiento de su cultura…?